miércoles, 28 de octubre de 2015

Petróleo y cambio al centenario de su nacimiento.
Por: Odoardo León-Ponte.
La manera de manejar el petróleo, tanto antes como después de la estatización, no nos ha producido el desarrollo necesario como país. Ese período de cien años de idas y venidas con el común denominador de un discontinuo accionar, nos ha negado el progreso que vemos en países que, como el nuestro, han explotado el petróleo y han logrado un alto grado de desarrollo a pesar de sus realidades, entre las cuales se destacan aquellas relacionadas con los precios del petróleo. Nosotros no hemos logrado ese desarrollo, perjudicando el progreso necesario y posible de la gente, de la libertad y, por ende, de la democracia, aunque los hayamos pregonado como objetivos y en muchos casos como aparentes logros. Estamos atragantados de procesos estatizadores que solo han generado desorden, corrupción y miseria, salvo para quienes han derivado beneficios de esas acciones tanto en lo político (transitorio) como en lo personal (también transitorio). (¿Será por eso que solo hablamos de la gesta independentista como si fuera nuestro único lúcido pasado?). Solo el decrecimiento ha sido permanente. Estamos atragantados de que sea el estado que, queriendo ser capaz de todo, nos diga qué debemos ser y tener, en vez de que seamos nosotros quienes digamos lo que queremos y que el estado lo haga para nuestro beneficio. La intensidad con la que hoy en día nos afecta la tragedia nacional por el empeño en aplicar políticas superadas en todos los grupos sociales exitosos, nos lleva a la necesidad de determinar, claramente, algunas líneas gruesas del “cómo” hacer, en base a esa realidad a la que todos le queremos dar la espalda, llegando hasta insinuar que con algunos giros “la cosa se compone”.

El estado capitalista ha sido un fracaso total, ya que en la práctica no tiene la capacidad financiera ni técnica, ni los recursos humanos necesarios para dirigir aquellas actividades para las que hay infinitamente mejores alternativas en manos de la empresa privada. Ese enfoque, hace que ese estado capitalista desatienda las que son sus responsabilidades ineludibles: educación, salud, seguridad, Desarrollo Humano y el diseño de una estructura de estado que provea las reglas para el desarrollo y crecimiento del país en términos de generación de riqueza y de provisión de servicios en forma creciente, continua y excelente. Doble fracaso. El estado ha confundido su rol al dedicar los recursos necesarios para atender a las obligaciones básicas del estado a aquellas que otros pueden hacer y, últimamente, a promover la permanencia en funciones de los factores políticos en el poder. Para ampliar las bases de producción y manufactura de bienes y servicios que aseguren los ingresos requeridos por el estado, hay que eliminar la dicotomía para el estado entre invertir para crecer y producir o usar los fondos para gastos de mantenimiento del estado y para la permanencia en el poder. Hay que dejar que quienes tengan los fondos y la tecnología se ocupen de generar riqueza y crear empleos productivos para que el estado participe de ello y así pueda atender a sus obligaciones, asegurando el crecimiento, tanto en el sector productivo como en el de la prestación de los servicios. Así se ampliaría la posibilidad de desarrollar un estado dedicado en función de su obligación de proveer el Desarrollo Humano que a fin de cuentas es su obligación ineludible, ampliando de paso y también las bases para la libertad y la democracia.  

Caracas, Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon 

martes, 20 de octubre de 2015

La saga de los petroleros: la legislación.
Por: Odoardo León-Ponte.
A medida que transcurría el tiempo y el petróleo se convertía en una realidad incuestionable, se iba haciendo necesario que los representantes del estado obtuvieran los conocimientos necesarios para reglamentar la relación con las petroleras. A partir de 1936, Venezuela comienza a salir del atraso; despierta y se encuentra ante un mundo que le lleva la ventaja de no haber estado sometida a los vaivenes de un país recién fundado y sin personalidad internacional más allá de haber sido la cuna de El Libertador y su gesta.

Una legislación lógica y justa, adecuada a las circunstancias y necesidades de un país en vías de desarrollo, inició en 1943 el desarrollo de nuestra potencialidad petrolera. Una combinación de empresas privadas y un gobierno regulador y sensato permitieron que la producción creciera y que los recursos provenientes de la actividad pudieran usarse para el desarrollo del país. Todo bien hasta que comenzaron a desarrollarse y a crecer los basamentos rojizos de la acción política: la idea de que el petróleo debía ser para los venezolanos, como si alguna vez le hubiera sido ajeno. Se declaró la política de “no más concesiones” identificándose a las empresas petroleras privadas como el enemigo en vez del aliado y se inició con ello la declinación del potencial de la actividad petrolera en el mejor momento del petróleo (no habían entrado a producir los países del Medio Oriente), por la falta de inversión y desarrollo debido a esa política restrictiva que no afectaba solo la producción sino, también, a la refinación. Se introducía la careta de ficción de la CVP y de “el tablazo marca e paso”. Más adelante, en la efervescencia política del negativismo petrolero, se prolongó la acción a aquello relacionado con la reversión petrolera (que ya estaba en marcha por la acción política) mientras se trataba por todos los medios de justificar la acción en base a los supuestos intereses del país.

Llegamos a la estatización el primero de enero de 1976, unos sesenta años después del descubrimiento de fuentes de petróleo en gran escala. Pdvsa, la nueva empresa, y sus filiales, herederas éstas últimas de los valores  de laboriosidad y gratitud, inició la tarea incumplible de reponer al país a sus niveles de producción de antaño y a luchar, sin verdadero éxito, contra las tendencias politiqueras provenientes de la realidad de tener un gobierno propietario de la actividad. Por esa razón se dio un giro importante ante esta realidad al abrir de nuevo las puertas al capital privado en la explotación del petróleo. Pero ya se había abierto el camino con la eliminación de las operadoras, en función de una supuesta eficiencia y se progresaba indefectible y coincidentalmente, hacia el final del Siglo XX y se iniciaba la etapa de destrucción de la industria petrolera y del país en el Siglo XXI. Se sometía a la industria a las circunstancias del candado petrolero en la búsqueda ilusoria del control y uso del petróleo con fines políticos y trazándose así las lineas de convertir al país en una realidad inviable. Esa es nuestra nueva y verdadera realidad.
Caracas, Octubre de 2015.
odoardolp.blogspot.com
@oleopon


martes, 6 de octubre de 2015

Petróleo Siglo XX: laboriosidad y gratitud.
Por: Odoardo León-Ponte.
Dos palabras expresadas por el Papa Francisco en su periplo reciente me llevan a analizar esos aspectos en cuanto a la actividad petrolera en el Siglo XX porque le son totalmente aplicables: laboriosidad y gratitud.

Laboriosidad fue palabra clave en la relación de trabajo entre las empresas petroleras y sus trabajadores. Se trataba de mantener el valor moral o virtud del trabajo: la disciplina, el clima de trabajo más favorable, la tradición empresarial, la búsqueda individual del ascenso, el cumplimiento de las labores asignadas para que se convirtieran en fuerza transformadora y de progreso, haciendo que pasara de ser algo obligatorio a un valor.  En la medida en que se cumplía con más de lo obligatorio o necesario, se obtenían logros adicionales y progreso, tanto en rango como en remuneración relativa. En contraprestación a este valor, la empresa proveía un ambiente de trabajo que lo promovía y ofrecía, en adición a sus obligaciones legales, una serie de beneficios relacionados con salud, vivienda, actividades deportivas, educación, seguridad, reconocimiento personal y público a la buena labor y la posibilidad de progresar dentro de la organización en base a los méritos logrados en el trabajo reflejados en los resultados de la empresa. También se dedicaba un esfuerzo al mantenimiento de óptimas relaciones con las personas y el entorno vinculados a la empresa y sus actividades. Todo un tramado que lograba desarrollar un orgulloso apego al trabajo y una sensación de pertenencia que se reflejaban en la imagen de cada persona y su familia dentro y fuera del conglomerado al cual pertenecía. Todos estos conceptos, dentro de las nuevas realidades, fueron heredados por las empresas una vez estatizada la actividad petrolera. El ambiente de laboriosidad que presentían era causa de sorpresa para toda persona que visitaba las instalaciones de las empresas.  

El ambiente que generaba la realidad antes expresada generaba otra palabra clave en la relación: la  relación de gratitud entre la empresa y el trabajador que superaba y excedía la simple relación de trabajo y se convertía, especialmente en las áreas operativas, en una relación cuasi familiar. Era un orgullo hablar de los años de trabajo y experiencia y se les reconocía a través de clubes de veteranos o en elementos que identificaban esa veteranía.  

Los conceptos de laboriosidad y gratitud antes reseñados llevaron a la industria a los altísimos niveles de excelencia que permitieron lograr que saliéramos del oscurantismo y del anonimato. Sin embargo, nunca fue evidente el reconocimiento del país a esa laboriosidad ni de gratitud hacia la actividad y sus personas. Más bien hubo siempre una constante crítica, un enfrentamiento y un freno a las iniciativas de la industria, tanto antes como después de su estatización. Solo en boca de Ramón J. Velásquez hubo un mensaje de gratitud.  Y, finalmente y como coronación en el tiempo, en el Siglo XXI, con un pito, se expresó el grado de aprecio a estos conceptos decapitando la industria y destruyendo  todo lo logrado en función de la laboriosidad y la gratitud y destruyendo de paso a aquello que ha sido la sangre de nuestra existencia.  
Caracas, Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon


jueves, 1 de octubre de 2015

España-Venezuela 1961-2015.
Por: Odoardo León-Ponte.
La primera vez que visité Madrid fue en 1961. País con dictadura con la peseta a 14 por bolívar. Un taxi de viejo modelo cobraba una peseta extra por decreto del ayuntamiento. Muchos apartamentos no tenían aire acondicionado, y las neveras eran un closet con tela metálica que era enfriado por el frío exterior en invierno. En general no había duchas en los baños. La comida baratísima. Los españoles de todas las latitudes emigraban a Venezuela en busca de mejores vientos y remitían sus ahorros para mantener a sus parientes dejados en esas tierras mientras lograban progresar para traerlos. En el tiempo se fueron asentando aquí y sus familias crecieron hasta llegar a varias generaciones. Muchas cosas han cambiado a favor de España y en contra nuestra.

La peseta ya no existe; ahora es el euro cuyo valor ya pasó de los 900 bolívares por unidad. España es miembro de la Unión Europea de modo que los españoles ahora son ciudadanos de esa comunidad y no solo españoles. España tiene una extraordinaria red de carreteras que da gusto al igual que una red impresionante de trenes, incluyendo los rápidos y una red de vuelos comerciales a cualquier parte del país y del exterior con modernas y amplias facilidades; los mejores restaurantes del mundo, algunos hasta sin menú pues solamente ofrecen lo que les llegó ese mismo día. Teatro de alta factura, exposiciones de arte, los mejores museos, parques extraordinarios, Cique du Soleil, toros, el mejor fútbol del mundo y seguridad personal las 24 horas del día. Los productos de todo el mundo incluyendo los propios como el jabugo, los mejores vegetales, las mejores carnes y eso sin límite para el cliente y sin hacer colas; ropa de diseño de última moda tanto de hombres como para mujeres, hospitales públicos y privados para todos con el más alto nivel de calidad y debidamente equipados, al igual que en el caso de la educación; todas las marcas de vehículos. Se mantiene la tipicidad regional en el área religiosa, culinaria y costumbrista. Una pensión de jubilación permite vivir modestamente. Reciben 47 millones de turistas. Pare de contar.

Aquí: el bolívar solo existe para nosotros: nadie lo quiere, y nosotros mismos tampoco lo queremos: tampoco alcanza para nada. Cada día producimos menos de lo que antes producíamos y tenemos menos dinero para importar lo que necesitamos para producir lo que ya no producimos. Tampoco tenemos para importar lo que necesitamos para producir lo que antes producíamos ni lo que no producimos. Los servicios insuficientes; educación, sanidad y seguridad van en caída libre. “Vendemos el colchón”: la “última”, no se venderán productos regulados en “Bicentenarios” para que no haya colas. Si en algún momento quisiéramos retroceder cuando lo normal sería adelantar, es ahora. ¡Qué tiempos cuando éramos un país en desarrollo saliendo del subdesarrollo! España lo logró. A nosotros hace rato que nos montaron en el interminable tobogán del despilfarro y de la corrupción y estanos colgados de la última esperanza. En poco menos de once lustros hemos pasado de ser un país que atrajera a gente de todas las latitudes a uno en el que ya nadie que pueda quiera quedarse. Hemos perdido hasta el modo de caminar. Ahora nos tienen que defender quienes de afuera que nos ven con lástima. Triste realidad.  
Caracas,  Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon