miércoles, 13 de septiembre de 2017

Credibilidad.
Por: Odoardo León-Ponte.
Los resultados en el caso del petróleo son los que reflejan más fielmente la falta de cumplimiento en sus promesas en la que han incurrido los políticos en nuestro país y es el tema en el que más intensa y directamente se reflejan las consecuencias de esa falta de credibilidad por incumplimiento, en cuanto a los resultados negativos para el país y, más concretamente, para sus habitantes. Veamos.

La tesis reinante desde el año ’45 del siglo pasado, excepción hecha del período del régimen de Pérez Jiménez, fue que la actividad petrolera, por necesidad de seguridad nacional, debía pasar a manos del estado. Se tomó la determinación de “no más concesiones” y, bajo esa figura y con esa teoría política, se cercenó la posibilidad de que el petróleo se desarrollara hasta su máximo potencial (cuando era desarrollable y más nos convenía) en beneficio de todos los ciudadanos, lo cual hicieron los países árabes con los resultados positivos que todos conocemos y envidiamos con nostalgia. Nosotros en cambio, con la tozudez política que caracterizó la “cuarta”, planteamos una batalla campal en contra de todos los elementos, personas y gobiernos extranjeros, incluyendo a las multinacionales “explotadoras” para justificar,  injustificablemente, la falta de crecimiento de nuestra actividad petrolera y la consecuente insuficiencia de fondos y de desarrollo constante y creciente posible, conformándonos solamente con el crecimiento posible pero inconstante cuando los vientos del petróleo soplaban a nuestro favor por aumento en los precios, mas no por un incremento  producto del crecimiento de la actividad petrolera. Y así llegamos, contra viento y marea, a la estatización de la actividad. Solo que poco tiempo después (14 años) y a pesar del gigantesco y exitoso esfuerzo que hubo que hacer para recuperar el tiempo perdido irrecuperable (y la posibilidad de desarrollo del país en cuanto a la actividad misma y por ende de las actividades distintas a ella), en el caso de la industria petrolera hubo que volver a la participación del capital y la tecnología privadas y, principalmente, de las compañías a las que habíamos botado de la actividad. Es decir que desde el ´45 hasta principios de los ’90 (menos los diez años de Pérez Jiménez), o sea, durante 35 años se limitó, ex profeso, por razones políticas inexplicables en función del consecuentemente negado posible crecimiento y desarrollo del país, el crecimiento posible cuando el petróleo era más rentable (producía la renta que ahora no produce). No es necesario hablar de las circunstancias actuales que ya conocemos.

Lo anterior es la verdadera historia del hacer (¿deshacer?) político que unido a la ilusión política de los tiempos de este siglo, nos han llevado a la indefensión total, hasta convertirnos en el paradigma del fracaso ante la mirada de los mundos desarrollado y subdesarrollado: paulatina pero seguramente hemos llegado a la situación reinante en Haití y Cuba. La pregunta que debemos hacernos es si los políticos alternativos de turno, los jóvenes que hoy en día pretenden hacer carrera política, tienen claro cuál debe ser su objetivo y cuál su basamento para darle al país el crecimiento y el desarrollo que unos por una razón y otros por otra, han permitido que el país llegue a este grado de tristísima realidad. Y lo otro es si podrán ser dignos de la confianza del electorado al cual todos, hasta ahora, han engañado.
Caracas, Septiembre de 2017.
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