martes, 8 de septiembre de 2015

Petróleo: caos nacional.
Por: Odoardo León-Ponte.
La mala administración de los conceptos relacionados con la explotación del petróleo como fuente indispensable para el mantenimiento y crecimiento del país nos ha llevado al caos que ahora conocemos y que no podemos negar. Deficiencia de ingresos en divisas y en moneda (¿?) nacional y crecimiento desaforado del tamaño del estado, incapacidad de remisión de ganancias para la empresas extranjeras, alta reducción de la actividad agrícola e industrial, deterioro inmenso de las instalaciones educativas, sanitarias y de la infraestructura del país, inseguridad total para los ciudadanos, deterioro de las empresas en manos del estado (incluyendo a la actividad petrolera de la cual vivimos), dependencia incremental de las importación de productos básicos y de materia prima para la manufactura de bienes, escasez de medicinas e insumos médicos que ponen a riesgo la vida de los enfermos, incremento sin límite de la deuda interna y externa como factor de subsistencia con decremento en la capacidad de pago, desempleo disimulado en forma de empleo propio, contrabando interno y de extracción de productos subsidiados. Son solo algunos ejemplos del caos que nos afecta.

Asombra ver y sentir cómo los distintos factores de interés que mueven al país, incluyendo a los partidos y dirigentes de oposición, actúan como si el problema nacional fuera uno de forma y no de fondo. La principal oferta de la oposición para una nueva asamblea es una ley de amnistía y de repatriación de capitales y no “cómo” resolver el problema petrolero para poder resolver los problemas del país. Lejos está la actividad legislativa para iniciar el proceso de cambio necesario para salir del tremedal. Ocultas están las acciones para reformar el enfoque de la actividad petrolera (solo se habla de incrementar la producción dentro de un candado petrolero que la impide y con una situación de competitividad internacional y de déficit presupuestario que da miedo), de la división de poderes, del combate a la corrupción e inmoralidad reinantes, de la ostentación en un país que cada día tiene más pobreza, de la generación de ingresos para y la reducción del tamaño del estado, de la promoción y desarrollo de la actividad industrial y manufacturera, de la atención a la educación, la salud y la seguridad. En fin, de tantas necesidades que tienen el país y su gente. Parecería que todo estuviera sobreentendido en cuanto a las acciones necesarias, que no hiciera falta decir ni hacer nada para lograr la mayoría; como si el país no requiriera un plan acelerado de acción para salvarlo: como si el paciente estuviera sano y no en terapia intensiva.

Es como si se tratara de “seguir haciendo según vayamos viendo”, como si no supieran remediar la situación, como si no hubiera un plan de acción para atender al “cómo hacer” en vez del consabido y fácilmente publicitable enfoque de “qué hacer”, que ha sido el común denominador usado hasta ahora para intentar resolver los problemas nacionales. (Con razón que los políticos nunca entendieron a los petroleros del siglo XX cuando les pedían información y estos últimos decían “cómo” en vez de preguntarse “qué”, pues para ellos, al igual que para los otros industriales serios del país, el “cómo” era su “pan nuestro de cada día” ya que con el “qué” no se resuelven los problemas ni se progresa.) Es con el “cómo” que se resuelven los problemas que se determinan en respuesta al “qué” o al “cuál”. El quid del asunto es “cómo” resolveremos el problema que ya conocemos y que hasta ahora no hemos podido resolver a pesar del “qué”. Ese es el quid del asunto.
Caracas, Septiembre de 2015.
odoardolp.blogspot.com

@oleopon

martes, 1 de septiembre de 2015

Petróleo: “ mea culpa” y juramento.
Por: Odoardo León-Ponte.
La Iglesia, en su infinita sabiduría en la búsqueda de su permanencia y progreso dentro de su necesario, lento y seguro proceso de cambio, ha optado por reconocer sus errores en forma pública por boca de su máximo representante  y dirigente, el  Sumo Pontífice. Así, el Papa Francisco, recientemente ha pedido perdón a nombre de la Iglesia por los errores cometidos durante la conquista de América.  Agreguemos a esto el reconocimiento anterior hecho por San Juan Pablo II en cuanto a los errores de la Iglesia durante La Inquisición.  Tengamos en cuenta que el reconocimiento de esos errores es expresado por Papas que no tuvieron nada que ver con las acciones  en referencia. Veamos lo que pudiera considerarse un paralelo, guardando  las debidas y necesarias distancias.

Nuestro país tiene y ha extraído inmensas cantidades de petróleo en y del subsuelo y las ha explotado bajo distintas fórmulas. Inicialmente, la explotación se dejó en manos de los intereses extranjeros: los únicos con el conocimiento, la tecnología y el dinero necesarios  para invertir en exploración, producción, transporte, refinación, distribución y comercialización de los crudos y productos en una industria incipiente. En esa época la participación del estado era a través de intermediarios a quienes se les daban los derechos de explotación y muchos los entregaban a las operadoras. También se les dieron derechos a las empresas directamente. Poco sabíamos y podíamos hacer en esa etapa de la actividad dado el nivel de atraso que nos embargaba con respecto a esa nueva fuente de energía.

Cuando salimos del oscurantismo comenzó el proceso de poner al día al país y en paralelo a la actividad petrolera en cuanto a las reglas de la relación entre el estado que ahora comenzaba a formularse y los que llevaban a cabo su extracción: la Ley de Hidrocarburos, entre ellas, y el comienzo de la calificación a través del estudio de la materia, de personal del gobierno encargado de la supervisión del manejo de la explotación de un recurso propiedad del estado. Pero vinieron los vientos llenos de aspiraciones políticas con tintes distintos de rojo y comenzó el juego inconveniente de los gobernantes con las petroleras y la búsqueda del uso de las clases desconocedoras del tema, incluyendo a los intelectuales, como apoyo  político a través de la inculcación del criterio de que el capital extranjero y el capitalismo explotaban inconvenientemente el recurso “de todos los venezolanos” que solo ellos defendían.

Con prestidigitación de parte de los factores políticos y de los económicos interesados en su progreso personal, pero no en el verdadero desarrollo del país y de sus recursos humanos, comenzó la labor de tejer  la convicción de que era necesario estatizar el petróleo: incorporar la actividad petrolera al capitalismo del estado, justificando todo el entramado del tejido bajo la tesis de conceptos desarrollados bajo un haz de luz que señalaba hacia una supuesta seguridad de estado. Debemos recordar que nuestro país fue un ”país para querer”  mientras la actividad estuvo bajo la administración del capital privado, período durante el cual “nos arropábamos hasta donde nos llegaba la cobija”, pero durante el cual siempre estuvo presente en la mente de los dirigentes nacionales la tesis de que el petróleo debía ser operado por el estado, llegándose hasta el extremo de limitar su desarrollo y acusar a “lo extranjero” de nuestros males para mayor justificación de la necesidad de estatizar. Comenzó el experimento fallido de la CVP y todo lo que se hizo alrededor de ella. Llegó la estatización que los “Ayatolas” prometían como fórmula necesaria para el crecimiento del país y para su desarrollo, pero también surgió la dicotomía entre usar los recursos del petróleo para el desarrollo de la actividad petrolera o para llenar el permanentemente insuficiente tesoro público: el ansiado “desiderátum” de los políticos y sus aliados protegidos por ese estado. Lejos quedaba, verdaderamente, el ejercicio del poder en función del Desarrollo Humano.

El resultado del ejercicio petrolero en manos de los políticos ha sido uno de vaivenes sobre un sube y baja en cuanto a la filosofía sobre el petróleo (Leoni llegó a decir que no era necesario estatizar la actividad petrolera), pero se mantuvo la tesis inculcada con “taladro” de que era necesario estatizar el petróleo: pasarlo al manejo directo de la operación por parte del estado. Y así se hizo, con el apoyo de las clases dirigentes pero con múltiples observaciones y cuestionamientos por parte de los que manejaban la actividad misma - los verdaderos petroleros.

Hoy, cien años después, haciendo un análisis de lo logrado desde la estatización de la industria petrolera, con los agregados del socialismo llamado del siglo XXI, encontramos que, a pesar de todas nuestras “buenas” intenciones y con todas las argumentaciones para respaldar las acciones tomadas con respecto al petróleo, se concluye, para desgracia nuestra, que  el curso de acción tomado por nuestros dirigentes ya no puede ser defendido. No hay sino que ver la tragedia que sufrimos y que ha logrado promover el éxodo de gente en busca de mejores oportunidades, cuando nunca antes esa fuera una fórmula venezolana. Hace falta, ya, un “Mea Culpa” por parte de los factores políticos y de los que han actuado en función política o como políticos, indicativo de nuestra equivocación, con el juramento claro e irreversible de que iniciaremos un nuevo camino de la eliminación del capitalismo de estado en lo petrolero (y en todos los otros casos) y que el estado se dedicará a lograr el Desarrollo Humano como función primordial para así convertir a nuestra Venezuela, a largo plazo, en un país de progreso y de futuro que asegure el desarrollo de la libertad y, consecuentemente, de  la democracia. Es la única manera. De otra forma seguiremos dando los mismos tumbos que hemos dado y seguimos dando y cuyas consecuencias hemos  sufrido durante todo el tiempo que podamos recordar. ¿Qué partido, grupo o persona pronunciará el “Mea Culpa”? ¿Quién tirará la primera piedra?
Caracas, Septiembre de 2015.
odoardolp.blogspot.com

@oleopon