jueves, 30 de julio de 2015

Petróleo, geografía, anécdotas y realidades.
Por: Odoardo León-Ponte.
Quienes tuvimos la suerte de incorporarnos a la industria petrolera antes de o durante la etapa que la Shell llamó “de la venezolanización” en los años 50, pudimos convivir con el personal expatriado perteneciente a esas organizaciones internacionales, quienes venían de haber trabajado en sitios lejanos del mundo con extraños nombres y que, además había participado en la segunda guerra mundial por haber estado en las fuerzas armadas de los países aliados.

Oíamos de Borneo, Indonesia, Sumatra y las Filipinas en Asia, así como de otros sitios en todos los confines del mundo en el que participaban las empresas del petróleo. Oíamos de cómo esos parajes eran áreas atrasadas económica y socialmente y de cómo era la vivencia en esas comunidades y nos comparándonos positivamente para nosotros, dado el ambiente de cierto crecimiento de nuestro país y teniendo en cuenta las diferencias de desarrollo social entre ellos y la realidad de progreso que comenzaba a darse en nuestro país como resultado de la actividad petrolera. Oíamos anécdotas de cómo, camino de regreso durante vacaciones a sus países de origen en Europa, pasaban por Hong Kong, en donde en un día les hacían un flux. Oíamos de sus pesadillas producto de sus vivencias relacionadas con los horrores de la guerra en la cual participaron. Vivíamos su satisfacción por disfrutar de un ambiente mucho menos rígido que aquel que existía en sus países de origen y también de su apego a nuestro modo y a la calidad de vida que se iba desarrollando, hasta el punto de que muchos decidieran quedarse al final de su vida de trabajo.

De hecho, nuestra industria petrolera mantenía y significó hasta el final del Siglo XX una confrontación permanente en el país entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado: solo una cerca que separaba ese mundo industrial desarrollado que aplicaba los más exigentes parámetros de la actividad operacional, de nuestro mundo subdesarrollado. Interesante notar igualmente que los que tenían en sus manos la dirección política de la industria desde los cargos y poderes públicos, nunca conocieron ni supieron de estas realidades, ni parece haberles importado. Pensaban que el país tenía la razón en su enfoque reductor de la actividad petrolera y en la necesidad de ir a su estatización como paso indispensable para el desarrollo del país. Triste y equivocada actitud y consecuente decisión.

Habiendo leído y oído de esos sitios remotos con nombres raro, de los cambios logrados mientras nosotros pretendíamos ser los reyes del petróleo y con la imborrable vivencia, después de haber visitado y comprobado personalmente la realidad en esos sitios remotos, necesariamente tenemos que concluir que después de nuestros cien años de explotación petrolera nuestros gobernantes araron en el mar: desperdiciaron las alternativas.

Los mercados se nos han ido, la producción y sus actividades colaterales no son ni la sombra de lo que pudieron ser, las “mayores reservas petroleras del mundo” siguen y que por el camino que vamos seguramente continuarán en el subsuelo. Un país que pudo convertirse en lo que se han convertido esos sitios remotos de antes con nombres raros, ahora es una parcela del mundo que comienza a ser vista como lo que es: un país inseguro desde cualquier perspectiva, con inmensos problemas sociales y con un futuro difícil de predecir, pero que sin duda estará lleno de malos ratos tanto para los jóvenes que buscan un futuro como para quienes ya no lo somos ni lo tendremos. Tristísima pero cierta realidad.
Caracas, Julio de 2015.
odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon


jueves, 23 de julio de 2015

Petróleo, permanencia política y desarrollo.
Por: Odoardo León-Ponte.
Desde que hace cien años el petróleo se convirtió en nuestra principal e irremplazable fuente de fondos para el estado, se inició una dicotomía en cuanto a su uso para la permanencia en el poder en contraste con las necesidades de desarrollo de la gente. En el camino se fueron haciendo los cambios del uso para el desarrollo hacia su uso para la permanencia en el poder, olvidando paulatinamente a la gente y sus necesidades y alimentando igualmente en forma igualmente paulatina la vigencia de las exigencias de esas clases olvidadas, dándoles, en la práctica, la fuerza que siempre tuvieron pero que nunca ejercieron, alimentándosela apenas con ofertas esperanzadoras pero irreales e incumplibles, mientras transcurría el tiempo y la esperanza se disipaba. Pudiéramos pensar que mientras hubo un pacto político hubo mesura y la búsqueda de un camino que nunca se encontró, pero que se buscó con algunos resultados positivos. Pero el abandono de la unidad de criterio en cuanto a la necesidad de atender a las clases desposeídas y a la población en general en aras del Desarrollo Humano y la profundización de la estrategia para la permanencia en el poder, nos llevó a destrozar la poca credibilidad de los políticos, ya deteriorada, y a sustituirla con el apoyo a una ilusión que, basada en la aparente y pregonada preocupación por las mayorías abandonadas, permitió el surgimiento de una clase oportunista que, aprovechando las tendencias logradas de convertir al petróleo en sustento de la permanencia política, finalmente la convirtió en la única y exclusiva razón de ser del petróleo.

En el proceso antes descrito, se limitó el potencial crecimiento del petróleo y, habiéndolo convertido en el arma propiedad del estado a través de la estatización, se abrió la puerta para que ya no hubiera límite a lo que se pudiera intentar hacer con los recursos provenientes de su explotación. Se seguía olvidando que había un pueblo incrementalmente olvidado dentro de la euforia del “dominio” del petróleo, cuyas necesidades se hacían cada vez más evidentes y más exigibles. Por otra parte y “de repente” se fue haciendo realidad que la propiedad de la actividad no era lo verdaderamente importante en cuanto a su crecimiento y que la dicotomía que siempre se había vivido, al convertirse en realidad palpable la incapacidad de manejar balanceadamente los conceptos de desarrollo y de permanencia en base al desarrollo, obligó a los gobernantes a reabrir caminos que antes se habían cerrado por haberlos determinado como injustificables. Pero era tarde.

La avalancha de necesidades desatendidas trajo como consecuencia un vuelco en la actitud de las mayorías, incluyendo a la clase media, que en equivocada búsqueda de una salida que resolviera sus problemas, juzgó conveniente, por desconfianza en la dirigencia precedente, llevar al poder a un encantador de serpientes quién, con la ayuda de un circunstancial cambio en los vientos de los precios del petróleo, llegó a pensar que era posible lograr su eternización en el poder a la manera de un inmortal, olvidando que era tan solo uno más de los mortales comunes. En el proceso y por la acción de los gobernantes en la forma desbocada que hemos conocido, el país se encuentra en la peor de las situaciones de su historia moderna y, por las circunstancias de lo que se ha logrado en términos de destrucción de lo poco que teníamos, ahora confrontamos, en aplicación de la versión del uso del petróleo para fines absolutamente políticos, la inmensa dificultad para salir adelante, si es que fuera posible, y deslindarnos del caos creado. Agreguemos que ahora el petróleo ya no es la tabla de salvación que siempre pensamos que fuera. El resto del mundo ha cambiado vertiginosamente y ya nuestro petróleo no tiene la importancia que antes llegó a tener. Y después de todo, nosotros tampoco.
Julio de 2015.

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viernes, 17 de julio de 2015

Petróleo y orden.
Por: Odoardo León-Ponte.
Un país dependiente del petróleo como lo ha sido el nuestro, mantuvo un cierto futuro mientras el petróleo se manejó con orden, bien fuera por los inversionistas extranjeros o bajo Pdvsa Siglo XX, con todo y las fallas de nuestros gobernantes inexpertos en la administración de las cosas públicas, para lo cual no tenían ni tienen experiencia alguna. Solo podían apelar, como lo han hecho, a ideologías negadas con el Desarrollo Humano de la gente y del país.

Una empresa exitosa tiene que ser dirigida por los mejores hombres. Este fue el caso de la industria petrolera en sus primeros ochenta y cuatro años. Primero al ser dirigida como buen ejemplo por las petroleras más grandes y exitosas del mundo, Exxon y Shell, y luego por los venezolanos herederos de esas culturas, cuando los factores influyentes políticamente tomaron la decisión de estatizar la actividad. ¿Qué perseguían esas culturas? El éxito de su gestión comercial a través de la optimización de los recursos dentro de las limitaciones a las que estuvieron sometidas. Pdvsa Siglo XX heredó los conocimientos y el entendimiento de los procesos técnicos y administrativos conducentes al éxito de la gestión. Pero, querámoslo o no, siempre estuvieron sujetos a la indefinición por parte de los dirigentes políticos y los intelectuales de turno, que siempre han tenido un conflicto en cuanto al rol del petróleo y a su manejo, privando a la larga lo inconvenientemente ideológico sobre lo pragmático, a pesar de las comprobadas consecuencias negativas de la realidad vivida sobre el desarrollo de la actividad y del país.

Al inicio de la gestión de Pdvsa Siglo XX quedó claro que el objetivo era operar para producir la renta necesaria para el país y el orden que se siguió respondió a esa meta, pero no tardó en surgir el conflicto ya ineludible por la propiedad de la actividad, sobre el uso del petróleo: ¿crecer o darle real al gobierno? Recordemos, además, que la industria venía de un retraso acumulado producto de las trabas, limitaciones y cursos de acción improductivos a las que estuvo sometida la actividad y de la cual había que recuperarse: falta de exploración, retraso en la actualización de las instalaciones operativas, organización para optimizar la operación, aprendizaje en la comercialización; todo dentro de la necesaria aclaratoria de los roles respectivos de la empresa y del gobierno. Pero en la búsqueda de más ingresos para superar las necesidades creadas por la acción política de los gobernantes, se afectó a la empresa en su capacidad financiera y por ende en una parte esencial para su orden. Así se llegó, a pesar de los pesares y de las observaciones por parte de los petroleros, a la apertura petrolera.

Pero el uso del petróleo con fines principalmente políticos dejó de producir los resultados que se prometieron durante el proceso anterior y posterior a la estatización de la actividad. La promesa que se hacía de generar el progreso que no era posible con la actividad en manos del capital privado (según nos decían) ahora comenzaba a hacer agua. Primero se “tocó” la independencia de la acción que inicialmente se le había dado a Pdvsa Siglo XX, después se trató de incorporar gente distinta a la del petróleo en los cargos de mayor jerarquía y, finalmente, se reconoció que había que regresar a la inversión privada ya que la promesa era incumplible. Pero el daño al petróleo estaba hecho en función política: la estatización no era el camino y la gente comenzó a sufrir las consecuencias, al igual que las organizaciones políticas. Se había perdido el orden necesario para manejar la actividad que siempre representó el sustento de todo lo otro. Se abrió el albañal por cual se iría todo el esfuerzo de ochenta años de dedicación y de orden. Ahora pagamos las consecuencias.
Julio de 2015.
odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon