martes, 28 de octubre de 2014

Petróleo y excelencia


Petróleo y excelencia.

Por: Odoardo León-Ponte.

La excelencia en la explotación del petróleo nos llevó a convertirnos en un país con futuro a través del esfuerzo financiero y técnico del capital extranjero, mientras tuvimos conciencia de que debíamos arroparnos hasta donde nos llegara la cobija. Así logramos un verdadero progreso como país. Fueron los años desde la salida del oscurantismo hasta el fin de los primeros tres períodos de la democracia. En ese período logramos sentar las bases para la formación de un estado moderno. Sin embargo durante ese período no todo fue bondad. También arrastramos ideas del momento poco efectivas que solo hubieran sido viables con una población desarrollada, pero que, no teniéndola, mal podía recibir los beneficios prometidos. A la mesa le faltaba la “pata” más importante: la capacidad de la población. Y con acciones como estas se desperdiciaron ingentes recursos, esfuerzos y esperanzas. Era tratar de ubicar la carreta adelante del burro.

 

Pero en lo que más se desperdiciaron esfuerzos y oportunidades para la gente fue en invertir en la justificación y aplicación de los conceptos y acciones de limitar la producción petrolera en base a un razonamiento político, apoyado en la supuesta conveniencia y el beneficio para el país de coartar la actividad petrolera del capital privado sin disponer de los recursos humanos y financieros. De esa manera nos enfrascamos en un toma y dame contra el mundo desarrollado, como si nuestra estatura y poder nos pudieran permitir un enfrentamiento con lo más granado del mundo y, más aún, aspirar a esperanzas de triunfo.

 

Pero de alguna manera muchos pensantes del país y el electorado no pensante, se dejaron convencer y participaron con los políticos en el diseño de ese camino como e más productivo para el país y su gente: la tónica era frenar las posibilidades de crecimiento de la industria petrolera en manos del capital privado y por ende las del crecimiento del país y del Desarrollo Humano de la gente, llevando la extensión de tal pensamiento al extremo de aspirar a y, eventualmente, estatizar la industria petrolera, incorporándola bajo la administración directa del estado y convirtiéndola en la veleta sobre la cual se sustentarían todas las posibilidades de Desarrollo Humano de nuestra gente y con la seguridad de que, tarde o temprano, esa acción sufriría las limitaciones naturales y propias de un país subdesarrollado en todo, menos en su capacidad heredada de dirigir la actividad.

 

Consecuencia: limitaciones derivadas de la acción política equivocada, la promoción de grandes planes nacionales irrealizables, sobregiro en las cuentas del gobierno con la consecuente inflación, incapacidad para generar desarrollo humano que significara democracia y libertad y la destrucción de la poca institucionalidad lograda con el consecuente resultado de inseguridad y el enorme distanciamiento del futuro prometido. Todo producto de una indefendible acción política que, por sus resultados, generó la pérdida de la confianza del electorado y lo orientó, en su incapacidad para escoger el mejor y más promisor camino para asegurar un futuro, a optar por la continuada mentira basada en la esperanza, convertida en promesa de un futuro mejor. Mentira con la cual ahora estamos obligados a vivir por lapsos generacionales en el tiempo, aún si asumimos que pudiéramos lograr un cambio que nos permitiera sacudirnos de la pesadilla que no impide el camino hacia un futuro promisor de Desarrollo Humano.

 

Octubre de 2014.


odoardolp.blogspot.com

@oleopon

miércoles, 22 de octubre de 2014

Petróleo y aspiraciones


Petróleo y aspiraciones.

Por: Odoardo León-Ponte.

El petróleo abrió la caja de pandora de las aspiraciones y durante cien años ha sido el trampolín que los políticos han utilizado para sus maromas, bajo la excusa y con la promesa de que se lo manejaba como la base para lograr el desarrollo del país y de su gente. Ese no ha sido el  resultado.

 

Con la caída del gomecismo se inició un proceso de modernización de un país que había estado sometido al más estricto dominio en su historia por parte de una parcialidad. Comenzaba la modernización del país con la Ley del Trabajo y la Ley de Hidrocarburos. Más adelante comenzó el proceso de convertir el petróleo en bandera política, apoyando la acción en la manifestación de que todo lo que se hacía en función de la ruta trazada para el petróleo era en beneficio de la estrategia política que conseguiría convertir el petróleo en la base de sustentación del progreso del país y del Desarrollo Humano de su gente.

 

Bajo esa bandera política, la industria petrolera en manos del capital privado llegó a producir su máximo nivel de 3.700.00 b/d en 1970, a pesar de todas las limitaciones que le impusieron a la actividad los gobiernos de turno, dedicados como estaban a la tarea de identificar como causantes de nuestros problemas a los países y capitales extranjeros y negando, contra viento y marea, la oportunidad de desarrollo y crecimiento de la industria privada a través de esquemas nuevos que permitieran una mayor y más balanceada base de producción que la existente y un crecimiento acorde con esa base ampliada, no solo en el renglón de producción sino en el de refinación. Esos otros rumbos hubieran marcado los niveles de producción y de refinación a los que hubiéramos podido haber llegado y que hubiéramos podido mantener. En el proceso y con las decisiones tomadas para imponer limitaciones, incluyendo la estatización, la industria nunca ha podido retomar ese nivel de producción, habiendo declinado desde 1970 y tan solo habiendo llegado a su tope de producción, incluyendo la apertura petrolera de unos 3.100.000 b/d a fines del siglo pasado.

 

Las preguntas que uno se hace como resultado de este breve recuento son las relativas a las oportunidades perdidas de desarrollo del país y de Desarrollo Humano de la gente, por haber sufrido las vicisitudes de una política limitativa del renglón petróleo, al no haber permitido una ampliada actividad que nos deparara mayores ingresos y un menos traumático acontecer petrolero; todo bajo la premisa de que ello hubiera permitido una mayor ampliación de la clase media y una disminución de la pobreza: es decir, un mayor Desarrollo Humano que hubiera, a su vez, redundado en una orientación hacia el crecimiento nacional y personal y no hacia el empobrecimiento producto de la filosofía de mantenimiento del poder que le abrió las puertas al chavismo: una equivocada filosofía de vida basada en el empobrecimiento general de una población dependiente de un estado supuestamente todopoderoso, unida al dominio del poder político en función del poder generado con fondos del estado. Todo basado en el uso continuado e inapropiado del petróleo, con resultados nefastos injustificables: inflación, estancamiento económico, escasez, inseguridad personal y de futuro, falta de oportunidades para progresar y tendencia acelerada hacia la emigración, buscando en otras latitudes las oportunidades que otros buscaron aquí cuando teníamos futuro. Triste desenlace para un país que en la segunda mitad del Siglo XX fue la tierra de oportunidades para quienes, en libertad, quisieran ganarse el pan con el sudor de su frente.

Octubre de 2014.

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martes, 14 de octubre de 2014

El petróleo: la herencia


El petróleo: la herencia.

Por: Odoardo León-Ponte.

Cuando estatizaron la actividad petrolera, una de las primeras tareas que hubo que acometer fue la relativa a la reestructuración de la actividad ya que la gama de empresas que heredó el gobierno de turno variaba según de cual empresa se tratara. La actividad general cubría exploración (manejada con exclusividad por CVP en respuesta a la política de no más concesiones), producción, transporte, refinación, comercialización internacional de crudo y productos y la atención al mercado interno, aparte de la formación de recursos humanos, la investigación, la contratación de obras y la adquisición de materiales y equipos. De ellas, la investigación, la formación de recursos humanos y la comercialización de crudos y productos no estaban totalmente en manos de todas las empresas existentes en el país. Para ello y en forma un tanto apresurada en razón de la decisión política de estatizar, se tomaron decisiones casi instantáneas para resolver sorpresas y apoyar a la industria estatizada en sus deficiencias para no interrumpir el ritmo y flujo normales de la actividad, para lo cual se firmaron los contratos de asistencia técnica que cubrían principalmente lo relativo a comercialización, compras y tecnología: se compró tiempo para aprender y actualizarnos. Los herederos de los conocimientos de algunas de las empresas antecesoras tenían calificaciones en la materia pero la mayoría no y Pdvsa menos: ocupaba un piso en las oficinas de la Creole en Los Chaguaramos. Enorme tarea que había por delante y que fue resuelta por los petroleros.   

 

Comenzó la adaptación a la nueva realidad del conglomerado de empresas traspasado a Pdvsa como producto de la estatización gigantes y enanos que en sus distintas dimensiones tenían los conocimientos necesarios para atender a lo que tenían bajo su responsabilidad. Las más grandes, Lagoven (ex Creole) y Maraven (ex Shell) tenían una estructura amplia que manejaba casi todos los renglones permitidos por el gobierno de turno por ser las empresas más grandes en el mundo de sus respectivos grupos, Exxon y Shell. Las otras solo manejaban producción y transporte de crudo, refinación y poco o nada de lo relativo a comercialización, compras (excepto las nacionales) y  contratación de obras mayores e investigación

 

La actividad se fue racionalizando para reducir el número de empresas y hacer más eficiente el manejo de la actividad: comenzó la desaparición de las mini empresas en primera instancia y luego la fusión de las más grandes hasta llegar a tres: Lagoven, Maraven y Corpoven. Más adelante se eliminarían las filiales Lagoven y Maraven, se dejaría a Corpoven para otro rol y Pdvsa Siglo XX, equivocadamente, asumiría directamente todas las funciones de la actividad petrolera. Estaba servida la mesa para lo que siempre se anticipó y que en el Siglo XXI se convertiría en realidad: la politización absoluta de la actividad en función de la permanencia en el poder.

 

Pdvsa Siglo XXI se convirtió en el instrumento de la política petrolera en función de la influencia regional y para la estructura de gobierno paralela a la existente, con el objeto de, aparentemente, hacer lo que no hacía la estructura existente, pero que en el fondo tenía como fin ulterior el manejo de los fondos provenientes del petróleo, en una inmensidad hasta ese entonces desconocida, con la más absoluta discrecionalidad y dentro de esquemas fuera de todo control, sin que hubiera interferencia alguna en su asignación para todas las causas posibles para servir a las necesidades de la parcialidad política de turno. Eso, mientras alcanzaron los reales malversados. Y ahora paga la gente con la escasez, la inseguridad, la falta de todo y principalmente de los elementos de la calidad de vida. Botamos la herencia de un esfuerzo de toda la vida.

Octubre de 2014.

odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon  

miércoles, 8 de octubre de 2014

El petróleo y sus banderas


El petróleo y sus banderas.

Por: Odoardo León-Ponte.

Nuestra bandera de las siete estrellas, modificada por capricho, realmente debía contener una cabria de perforación desde que salimos del oscurantismo y convertimos al petróleo en nuestra verdadera bandera política. Aparte del color un tercio rojo que lleva, siempre ha apoyado una acción política con distintos tonos de rosado que han ido hasta el más intenso rojo grana de estos últimos tiempos del supuesto socialismo del XXI.

 

Los gobernantes provenientes de los distinto partidos políticos que estos aparecieron en el firmamento nacional, parecería que nunca supieron cómo llevar a cabo y venderle a la gente una acción de progreso verdadero; de Desarrollo Humano basado en las necesidades reales de la gente y en el camino se fueron copiando esquemas ajenos inaplicables a un pueblo sub desarrollado como el nuestro con sus características, necesidades y deseos. Esa incapacidad los llevó a copiar fórmulas ajenas a las verdaderamente representativas de las necesidades de nuestra gente  y a enfrascarse en adaptar conformaciones ideológicas de moda en cada época, pero que en el tiempo se convirtieron en ilusión y en el presente conforman una realidad inaceptable, por obsoleta y fracasada en la práctica,  para el común de los mortales.  Así se han desperdiciado en estos cien años las opciones creativas y originales que nos hubieran podido dar el desarrollo ansiado por toda la comunidad. En su lugar, todavía pensamos en reforma agraria.

 

Bien fuera por falta de originalidad o de capacidad, nuestros partidos originarios fueron rojizos y en la transición y en el tiempo, aunque en muchos casos adoptaron los esquemas político-sociales del momento de que se tratara, eventualmente se convirtieron en partidos que buscaban su permanencia como instituciones o como fuentes de poder para sus dirigentes, pero sin lograr desarrollar procedimientos que permitieran conjugar de forma permanente el beneficio para la gente con su gestión política. Incluso, algunos dirigentes llegaron a convertirse en la antítesis del aquello que habían ayudado a crear, con la idealización de su propia imagen y deseo político de figuración. Y en todo este trámite fue el petróleo que, como bandera, se convirtió, en cuanto a su manejo, en la base para la acción política y la atracción del electorado, hasta que se agotó el modelo y surgió la mentira basada en la venta de una ilusión que nos ha llevado a desandar lo hecho a través de un esfuerzo que en algunos momentos fue proveedor de progreso y desarrollo.

 

Las promesas no cumplidas de un liderazgo con ansias de interminable permanencia que no tuvo la inteligencia de renovarse sino por muerte (a pesar del ejemplo que en su momento dio Rómulo Betancourt) y que insistió en permanecer y repetir, terminó por acabar con lo poco de institucionalidad que llegamos a desarrollar en los prometedores inicios políticos de democracia, terminando en la clara aspiración de permanencia de los mismos para el disfrute personal, ya que, a todas luces, no parece haber existido un camino trazado en base a una institucionalidad bien arraigada que a su vez orientara la gestión política basada en la determinación de las necesidades de la gente y no en las permanentes necesidades de subsistencia personal de los representantes de los viejos partidos políticos enquistados en los mismos planteamientos carentes de nuevos enfoques y que, por falta de atractivo electoral y producto de sus acciones en el pasado, han llevado al desencadenamiento del uso de los recursos del gobierno y sus instituciones en función de las necesidades de subsistencia de los líderes políticos y a la copia de esquemas que tan solo permanecen y reinan en las más tristes realidades humanas de nuestro hemisferio, contando sin razón con el apoyo desnudo de muchos gobiernos que comulgan con las ideas que inefablemente llevan hacia el punto en que nos encontramos.

Octubre de 2014. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon