Petróleo, permanencia
política y desarrollo.
Por: Odoardo León-Ponte.
Desde que hace cien años el petróleo se convirtió en
nuestra principal e irremplazable fuente de fondos para el estado, se inició
una dicotomía en cuanto a su uso para la permanencia en el poder en contraste
con las necesidades de desarrollo de la gente. En el camino se fueron haciendo
los cambios del uso para el desarrollo hacia su uso para la permanencia en el
poder, olvidando paulatinamente a la gente y sus necesidades y alimentando
igualmente en forma igualmente paulatina la vigencia de las exigencias de esas
clases olvidadas, dándoles, en la práctica, la fuerza que siempre tuvieron pero
que nunca ejercieron, alimentándosela apenas con ofertas esperanzadoras pero
irreales e incumplibles, mientras transcurría el tiempo y la esperanza se
disipaba. Pudiéramos pensar que mientras hubo un pacto político hubo mesura y la
búsqueda de un camino que nunca se encontró, pero que se buscó con algunos resultados
positivos. Pero el abandono de la unidad de criterio en cuanto a la necesidad
de atender a las clases desposeídas y a la población en general en aras del
Desarrollo Humano y la profundización de la estrategia para la permanencia en
el poder, nos llevó a destrozar la poca credibilidad de los políticos, ya
deteriorada, y a sustituirla con el apoyo a una ilusión que, basada en la
aparente y pregonada preocupación por las mayorías abandonadas, permitió el
surgimiento de una clase oportunista que, aprovechando las tendencias logradas
de convertir al petróleo en sustento de la permanencia política, finalmente la
convirtió en la única y exclusiva razón de ser del petróleo.
En el proceso antes descrito, se limitó el potencial crecimiento
del petróleo y, habiéndolo convertido en el arma propiedad del estado a través
de la estatización, se abrió la puerta para que ya no hubiera límite a lo que
se pudiera intentar hacer con los recursos provenientes de su explotación. Se
seguía olvidando que había un pueblo incrementalmente olvidado dentro de la
euforia del “dominio” del petróleo, cuyas necesidades se hacían cada vez más
evidentes y más exigibles. Por otra parte y “de repente” se fue haciendo
realidad que la propiedad de la actividad no era lo verdaderamente importante
en cuanto a su crecimiento y que la dicotomía que siempre se había vivido, al
convertirse en realidad palpable la incapacidad de manejar balanceadamente los
conceptos de desarrollo y de permanencia en base al desarrollo, obligó a los
gobernantes a reabrir caminos que antes se habían cerrado por haberlos
determinado como injustificables. Pero era tarde.
La avalancha de necesidades desatendidas trajo como
consecuencia un vuelco en la actitud de las mayorías, incluyendo a la clase
media, que en equivocada búsqueda de una salida que resolviera sus problemas,
juzgó conveniente, por desconfianza en la dirigencia precedente, llevar al
poder a un encantador de serpientes quién, con la ayuda de un circunstancial
cambio en los vientos de los precios del petróleo, llegó a pensar que era
posible lograr su eternización en el poder a la manera de un inmortal, olvidando
que era tan solo uno más de los mortales comunes. En el proceso y por la acción
de los gobernantes en la forma desbocada que hemos conocido, el país se
encuentra en la peor de las situaciones de su historia moderna y, por las
circunstancias de lo que se ha logrado en términos de destrucción de lo poco
que teníamos, ahora confrontamos, en aplicación de la versión del uso del
petróleo para fines absolutamente políticos, la inmensa dificultad para salir
adelante, si es que fuera posible, y deslindarnos del caos creado. Agreguemos
que ahora el petróleo ya no es la tabla de salvación que siempre pensamos que
fuera. El resto del mundo ha cambiado vertiginosamente y ya nuestro petróleo no
tiene la importancia que antes llegó a tener. Y después de todo, nosotros
tampoco.
Julio de 2015.
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