Petróleo Siglo XX: laboriosidad y gratitud.
Por: Odoardo León-Ponte.
Dos palabras expresadas
por el Papa Francisco en su periplo reciente me llevan a analizar esos aspectos
en cuanto a la actividad petrolera en el Siglo XX porque le son totalmente aplicables:
laboriosidad y gratitud.
Laboriosidad fue palabra
clave en la relación de trabajo entre las empresas petroleras y sus
trabajadores. Se trataba de mantener el valor moral o virtud del trabajo: la
disciplina, el clima de trabajo más favorable, la tradición empresarial, la
búsqueda individual del ascenso, el cumplimiento de las labores asignadas para
que se convirtieran en fuerza transformadora y de progreso, haciendo que pasara
de ser algo obligatorio a un valor. En
la medida en que se cumplía con más de lo obligatorio o necesario, se obtenían
logros adicionales y progreso, tanto en rango como en remuneración relativa. En
contraprestación a este valor, la empresa proveía un ambiente de trabajo que lo
promovía y ofrecía, en adición a sus obligaciones legales, una serie de
beneficios relacionados con salud, vivienda, actividades deportivas, educación,
seguridad, reconocimiento personal y público a la buena labor y la posibilidad
de progresar dentro de la organización en base a los méritos logrados en el
trabajo reflejados en los resultados de la empresa. También se dedicaba un
esfuerzo al mantenimiento de óptimas relaciones con las personas y el entorno
vinculados a la empresa y sus actividades. Todo un tramado que lograba
desarrollar un orgulloso apego al trabajo y una sensación de pertenencia que se
reflejaban en la imagen de cada persona y su familia dentro y fuera del conglomerado
al cual pertenecía. Todos estos conceptos, dentro de las nuevas realidades, fueron
heredados por las empresas una vez estatizada la actividad petrolera. El
ambiente de laboriosidad que presentían era causa de sorpresa para toda persona
que visitaba las instalaciones de las empresas.
El ambiente que generaba
la realidad antes expresada generaba otra palabra clave en la relación: la relación de gratitud entre la empresa y el
trabajador que superaba y excedía la simple relación de trabajo y se convertía,
especialmente en las áreas operativas, en una relación cuasi familiar. Era un orgullo
hablar de los años de trabajo y experiencia y se les reconocía a través de
clubes de veteranos o en elementos que identificaban esa veteranía.
Los conceptos de
laboriosidad y gratitud antes reseñados llevaron a la industria a los altísimos
niveles de excelencia que permitieron lograr que saliéramos del oscurantismo y del
anonimato. Sin embargo, nunca fue evidente el reconocimiento del país a esa
laboriosidad ni de gratitud hacia la actividad y sus personas. Más bien hubo
siempre una constante crítica, un enfrentamiento y un freno a las iniciativas
de la industria, tanto antes como después de su estatización. Solo en boca de
Ramón J. Velásquez hubo un mensaje de gratitud. Y, finalmente y como coronación en el tiempo,
en el Siglo XXI, con un pito, se expresó el grado de aprecio a estos conceptos decapitando
la industria y destruyendo todo lo
logrado en función de la laboriosidad y la gratitud y destruyendo de paso a aquello
que ha sido la sangre de nuestra existencia.
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