Petróleo e
inconsistencias.
Por: Odoardo León-Ponte.
Si comparamos los ofrecimientos y las realidades, nuestros
gobiernos han sido inconsistentes. Los ofrecimientos han sido como para que
fuéramos los reyes del mundo moderno. La realidad en el tiempo es que hemos ido
bajando en un tobogán sin fin; una inconsistencia entre la oferta y los
resultados. Durante los cien años en los que hemos sido un país petrolero la
oferta permanente de nuestros gobernantes ha sido paradisíaca. Quizás pudiéramos
resumir la oferta como aquella orientada a garantizar que, con el producto de
la explotación del petróleo, nos convertiríamos en un país moderno y
progresista, competitivo y a nivel de los más avanzados del mundo. Loable e
incuestionable ilusión.
En el camino se nos fueron subiendo los humos, sobre todo
al iniciar y después de reiniciar la etapa democrática. Los únicos períodos en los
que verdaderamente dimos un salto al futuro fueron el de la salida del
gomecismo y el de la década de Pérez Jiménez (cierto que a expensas de la
democracia) y antes y después de este último tuvimos un período gris de escaso
progreso como país petrolero debido a las ideologías políticas que tomaron
arraigo en la dirigencia de los partidos y que reinaron y fueron haciendo que
el mercadeo de la acción política las hicieran ver como las más convenientes
para el país y su gente. No siendo el nuestro un país moderno ni consolidado en
sus instituciones y acciones y con un pueblo carente de cultura y de identidad
propia, nutrido de las creencias que le había impuesto ese mercadeo de
ideologías políticas, nuestros dirigentes políticos y los intelectuales de la
época, procedieron a castigar al petróleo y todo lo relacionado con él como el gran
causante de las deficiencias, tanto de la capacidad del estado para actuar en
beneficio del pueblo, como de la falta de los ingresos necesarios para
desarrollar a la gente y al país. Con ese cuento, los dirigentes de los
partidos políticos prefirieron frenar el desarrollo petrolero y el consecuente
aumento de los ingresos y el posible consecuente desarrollo y animaron a la
gente, en su ignorancia, a creer en y defender las acciones basadas en
postulados que supuestamente deberían beneficiar al país y su gente, cuando
sucedía todo lo contrario: estábamos degollando la gallina de los huevos de
oro. Las acciones de los gobernantes y los resultados así lo confirmaban.
Antes de la estatización del petróleo la inflación era
mínima. Con la estatización se inició la inflación desmesurada que ha fluctuado
incrementalmente y ha llegado a cifras de 100% interanual y que en camino a ese
viejo objetivo, más recientemente se ha unido a la escasez, la inseguridad y
todos los horrores de un país fuera del control del estado dentro de una
política de estado que parece responde al concepto de “laisser mourir” en
referencia todo lo que existe que sea necesario para tener una mejor calidad de
vida. Dejar morir la disponibilidad de servicios médicos, de educación, de
seguridad, de infraestructura, de derecho y defensa ciudadana, del derecho a la
alimentación y a la vida de progreso. Es decir “laisser mourir” los derechos de
un pueblo a ser poseedor, cada día, de un mayor nivel de Desarrollo Humano en
beneficio de todos y para todos.
Con notorios paréntesis, hemos sido un país de dirigencia
inconsistente con lo que debieron ser, son y seguirán siendo los objetivos,
políticas y estrategias necesarias para convertirnos eventualmente en un país
desarrollado. Se ha preferido buscar el poder político a expensas del
Desarrollo Humano de la gente y, por ende, del país.
Septiembre de 2014.
odoardolp.blogspot.com @oleopon
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