jueves, 27 de agosto de 2015

Petróleo de vida o muerte.
Por: Odoardo León-Ponte.
Durante el tiempo transcurrido en el sube y baja y, más recientemente, en el tobogán que hemos vivido en los resultados producto del uso del petróleo por parte de nuestros gobernantes, nos hemos podido dar cuenta de que el manejo del petróleo puede ser  factor de vida o de muerte para quienes no hayan disfrutado de él como producto de su afinidad con el estado, incluyendo allí tanto a personas como a instituciones y a países ajenos al nuestro, a quienes hemos hecho participes de nuestras buenas venturas, pero permitiendo que las desventuras del sube y baja y del tobogán, tengan un efecto máximo en el deterioro de la calidad de vida y en el empobrecimiento de las mayorías de nuestro país.

Pensemos que ha transcurrido ya  un siglo desde el inicio de la explotación en gran escala de nuestras riqueza petrolera y en esta etapa de su explotación nos encontramos con que, en vez de progreso tenemos pobreza, tanto en lo pragmático como en lo espiritual, lo moral y lo ético. La que fuera una industria capaz de generar paz, sosiego, progreso y futuro para todos (y que ha sido logrado por otros en todos los confines de la geografía en períodos  mucho más cortos y con las mismas realidades de mercado)  hoy en día es una actividad reducida en su capacidad de producción, refinación, y suministro tanto al mercado interno como en el externo, exceptuando el caso de aquellos países que han disfrutado de la magnificencia de un gobernante con enfoques viscerales y resultados políticos inconvenientes, tanto en lo interno como en lo externo. La que fuera una industria orgullo de venezolanos y extranjeros y prototipo de lo que debía ser una industria bien manejada (con todo y las limitaciones impuestas por nuestros gobiernos y por las fuerzas del mercado: las primeras controlables y las segundas no) y que a través de las acciones de nuestros gobiernos tan solo pudo crecer o decrecer  hasta donde la dejaron esos gobernantes, a pesar de quienes le dieron una vida limitada por la intransigencia y los antojos de los gobiernos de turno y sus adláteres, tuvo vida. Con el advenimiento de los vientos de sueños comprobadamente  irrealizables, llegó la destrucción y el inicio del descenso de la industria, con el agravante de que no solo a ella se la condenó, sino que se le agregó todo lo que siendo productivo se convirtió en ente improductivo en poder de un estado que ha llegado a su más alto nivel de incapacidad.

El petróleo de vida o muerte, ese que es vital para la vida o muerte de nuestra sociedad, requiere un cambio radical en el enfoque de su desarrollo y explotación, un “vuelvan caras” en el enfoque sobre su uso para asegurar su desarrollo, el que en cien años de historia no hemos logrado para que podamos contar con el Desarrollo Humano que nos permita ampliar las posibilidades de afianzar, verdaderamente, la libertad y a democracia. Todo lo anterior se hace más importante cuanto más tiempo transcurre y nos damos cuenta (¿?) de los errores que hemos cometido en perjuicio de nuestra gente. Después de todo, tenemos que habernos dado cuenta de que el petróleo como fuente de riqueza  ahora más que nunca se ha convertido en la única base que nos queda para subsistir. Todo lo demás dependiente de él, se le une en ese nivel. Si no logramos levantar los recursos del petróleo no podremos levantar nada más. El petróleo se ha convertido en asunto de vida o muerte. Es lo único que nos queda para volver a comenzar cien años después.  
Caracas, Agosto de 2015.
odoardolp.blogspot.com

@oleopon

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