martes, 23 de febrero de 2016

¿Quiénes y cómo empezar?
Por; Odoardo León-Ponte.
Con razón nos hacemos la pregunta que encabeza esta  contribución. El país está inmerso en una fórmula fatídica que requiere una limpieza mayor: un mantenimiento total que nos permita sentar las bases para acabar con las malas prácticas que nos han llevado a la situación actual que nunca antes habíamos conocido. Para empezar, debemos reconocer que el estado, siempre y en forma constante, ha sido un mal administrador de los ingresos derivados de la actividad económica, permitiendo que la corrupción (no solo la derivación indebida de recursos sino la corrupción en toda su amplitud conceptual) impida la dedicación de recursos y la toma de decisiones y sus correspondientes  acciones hacia lo conveniente para la gente. Así, una medida indispensable inicial debe ser minimizar la tentación para reducir la posibilidad de caer en ella (no debemos olvidar lo indispensable que debe ser la selección de funcionarios honestos a carta cabal). Sabemos que en la etapa entre el oscurantismo y la estatización de la actividad petrolera, con excepción de la etapa de Pérez Jiménez, los hechos de corrupción fueron menores. El gran índice se comenzó a generar a partir de la “Gran Venezuela” y ha culminado con la insoportable realidad noticiosa de estos días en los que, a ciencia cierta, nos vamos enterando de que la corrupción en lo económico ha reinado de manera desbordada. Recordando una frase, habría que evitar poner a funcionarios “donde haiga” que no hayan sido seleccionados como personas de “plomada” para esos puestos. Difícil pero necesaria tarea que requiere una nueva filosofía de acción reñida con las prácticas conocidas hasta ahora y especialmente en los últimos años. Importante que los funcionarios públicos entiendan que los recursos que manejan no son de su propiedad. (Esto llegaría hasta la tan indignante costumbre de determinar sitios públicos en las calles como propiedad y de uso exclusivo de alguna institución pública o militar.)

Dentro del enfoque al que antes nos referimos habría acciones necesarias poderosamente orientadoras para fijar estrategias en cuanto a la explotación de los recursos naturales y a la propiedad de la actividad industrial. Hasta la “Gran Venezuela” el país anduvo por buen camino. Cuando se estatizó mentalmente al país a través del petróleo y de los otros minerales, se basó la acción en la filosofía de la conveniencia de que el estado fuera dueño de la actividad en cuanto a los recursos y empresas denominadas como “básicos” y allí comenzó la danza de los millones disponibles para la inmensa tentación para la corrupción. No se puede ya justificar ese cuento chino que nos abrió la puerta de una cueva de Ali Baba que nos permitió conocer su contenido a través de la información internacional y extranjera (que bochorno) proveniente de distintas fuentes confiables de información. Y debemos aceptar que, además, para la lograr la recuperación del país ya no podemos pensar que tan solo es necesario un cambio de gente, lo que significaría volver a una etapa también dispendiosa e improductiva en términos del Desarrollo Humano de la gente. Se necesita un cambio filosófico radical, que permita nuevos rumbos que a su vez redunden en una nueva realidad de país en el que la base de la acción sea la honestidad, no medida en grados (que no existen) sino en que la acción tiene que ser correcta. Todo esto pasa por tomar las medidas para lograrlo en cuanto a los organismos del estado, la filosofía de la inclusión y el balance de poder entre los distintos componentes y sobre todo el desarrollo de una estrategia que permita sentar las bases para un proyecto orientado al Desarrollo Humano de la gente; única manera real para lograr la libertad y la democracia a las que todos pensamos que tenemos derecho. Y además comenzaríamos a lograr el país que todos queremos y que existe en nuestro recóndito espíritu como una aspiración totalmente lícita.  
Caracas, Febrero de 2016.
odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon

        

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