Credibilidad.
Por: Odoardo León-Ponte.
Los resultados en el caso del petróleo son los que
reflejan más fielmente la falta de cumplimiento en sus promesas en la que han
incurrido los políticos en nuestro país y es el tema en el que más intensa y
directamente se reflejan las consecuencias de esa falta de credibilidad por
incumplimiento, en cuanto a los resultados negativos para el país y, más
concretamente, para sus habitantes. Veamos.
La tesis reinante desde el año ’45 del siglo pasado,
excepción hecha del período del régimen de Pérez Jiménez, fue que la actividad
petrolera, por necesidad de seguridad nacional, debía pasar a manos del estado.
Se tomó la determinación de “no más concesiones” y, bajo esa figura y con esa
teoría política, se cercenó la posibilidad de que el petróleo se desarrollara
hasta su máximo potencial (cuando era desarrollable y más nos convenía) en
beneficio de todos los ciudadanos, lo cual hicieron los países árabes con los
resultados positivos que todos conocemos y envidiamos con nostalgia. Nosotros
en cambio, con la tozudez política que caracterizó la “cuarta”, planteamos una
batalla campal en contra de todos los elementos, personas y gobiernos
extranjeros, incluyendo a las multinacionales “explotadoras” para
justificar, injustificablemente, la
falta de crecimiento de nuestra actividad petrolera y la consecuente
insuficiencia de fondos y de desarrollo constante y creciente posible,
conformándonos solamente con el crecimiento posible pero inconstante cuando los
vientos del petróleo soplaban a nuestro favor por aumento en los precios, mas no
por un incremento producto del
crecimiento de la actividad petrolera. Y así llegamos, contra viento y marea, a
la estatización de la actividad. Solo que poco tiempo después (14 años) y a
pesar del gigantesco y exitoso esfuerzo que hubo que hacer para recuperar el
tiempo perdido irrecuperable (y la posibilidad de desarrollo del país en cuanto
a la actividad misma y por ende de las actividades distintas a ella), en el
caso de la industria petrolera hubo que volver a la participación del capital y
la tecnología privadas y, principalmente, de las compañías a las que habíamos botado
de la actividad. Es decir que desde el ´45 hasta principios de los ’90 (menos los
diez años de Pérez Jiménez), o sea, durante 35 años se limitó, ex profeso, por
razones políticas inexplicables en función del consecuentemente negado posible
crecimiento y desarrollo del país, el crecimiento posible cuando el petróleo
era más rentable (producía la renta que ahora no produce). No es necesario
hablar de las circunstancias actuales que ya conocemos.
Lo anterior es la verdadera historia del hacer
(¿deshacer?) político que unido a la ilusión política de los tiempos de este siglo,
nos han llevado a la indefensión total, hasta convertirnos en el paradigma del
fracaso ante la mirada de los mundos desarrollado y subdesarrollado: paulatina
pero seguramente hemos llegado a la situación reinante en Haití y Cuba. La
pregunta que debemos hacernos es si los políticos alternativos de turno, los
jóvenes que hoy en día pretenden hacer carrera política, tienen claro cuál debe
ser su objetivo y cuál su basamento para darle al país el crecimiento y el
desarrollo que unos por una razón y otros por otra, han permitido que el país
llegue a este grado de tristísima realidad. Y lo otro es si podrán ser dignos
de la confianza del electorado al cual todos, hasta ahora, han engañado.
Caracas, Septiembre de 2017.
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