miércoles, 13 de septiembre de 2017

Credibilidad.
Por: Odoardo León-Ponte.
Los resultados en el caso del petróleo son los que reflejan más fielmente la falta de cumplimiento en sus promesas en la que han incurrido los políticos en nuestro país y es el tema en el que más intensa y directamente se reflejan las consecuencias de esa falta de credibilidad por incumplimiento, en cuanto a los resultados negativos para el país y, más concretamente, para sus habitantes. Veamos.

La tesis reinante desde el año ’45 del siglo pasado, excepción hecha del período del régimen de Pérez Jiménez, fue que la actividad petrolera, por necesidad de seguridad nacional, debía pasar a manos del estado. Se tomó la determinación de “no más concesiones” y, bajo esa figura y con esa teoría política, se cercenó la posibilidad de que el petróleo se desarrollara hasta su máximo potencial (cuando era desarrollable y más nos convenía) en beneficio de todos los ciudadanos, lo cual hicieron los países árabes con los resultados positivos que todos conocemos y envidiamos con nostalgia. Nosotros en cambio, con la tozudez política que caracterizó la “cuarta”, planteamos una batalla campal en contra de todos los elementos, personas y gobiernos extranjeros, incluyendo a las multinacionales “explotadoras” para justificar,  injustificablemente, la falta de crecimiento de nuestra actividad petrolera y la consecuente insuficiencia de fondos y de desarrollo constante y creciente posible, conformándonos solamente con el crecimiento posible pero inconstante cuando los vientos del petróleo soplaban a nuestro favor por aumento en los precios, mas no por un incremento  producto del crecimiento de la actividad petrolera. Y así llegamos, contra viento y marea, a la estatización de la actividad. Solo que poco tiempo después (14 años) y a pesar del gigantesco y exitoso esfuerzo que hubo que hacer para recuperar el tiempo perdido irrecuperable (y la posibilidad de desarrollo del país en cuanto a la actividad misma y por ende de las actividades distintas a ella), en el caso de la industria petrolera hubo que volver a la participación del capital y la tecnología privadas y, principalmente, de las compañías a las que habíamos botado de la actividad. Es decir que desde el ´45 hasta principios de los ’90 (menos los diez años de Pérez Jiménez), o sea, durante 35 años se limitó, ex profeso, por razones políticas inexplicables en función del consecuentemente negado posible crecimiento y desarrollo del país, el crecimiento posible cuando el petróleo era más rentable (producía la renta que ahora no produce). No es necesario hablar de las circunstancias actuales que ya conocemos.

Lo anterior es la verdadera historia del hacer (¿deshacer?) político que unido a la ilusión política de los tiempos de este siglo, nos han llevado a la indefensión total, hasta convertirnos en el paradigma del fracaso ante la mirada de los mundos desarrollado y subdesarrollado: paulatina pero seguramente hemos llegado a la situación reinante en Haití y Cuba. La pregunta que debemos hacernos es si los políticos alternativos de turno, los jóvenes que hoy en día pretenden hacer carrera política, tienen claro cuál debe ser su objetivo y cuál su basamento para darle al país el crecimiento y el desarrollo que unos por una razón y otros por otra, han permitido que el país llegue a este grado de tristísima realidad. Y lo otro es si podrán ser dignos de la confianza del electorado al cual todos, hasta ahora, han engañado.
Caracas, Septiembre de 2017.
odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon
          



martes, 7 de marzo de 2017

Diversificación.
Por: Odoardo León-Ponte.
Nuestra situación actual debería retrotraernos a lo que se supone que debimos haber hecho con el producto de la explotación del petróleo: diversificación de nuestra economía para reducir la dependencia del petróleo y ampliar la base de sustentación de nuestra existencia: nunca logrado. Ha pasado todo lo contrario y, más bien, se ha ampliado la dependencia con el agravante de que ya los pantalones nos quedan muy cortos y los “reales” derivados del petróleo no nos alcanzan ni para lo indispensable. No se sabe si nuestros políticos tienen en mente un cambio de enfoque que nos permita trazar un rumbo completamente nuevo. Por los momentos, aparentemente, se trata solo de cambiar al gobernante y adecuar la legislación para ir deshaciendo las barbaridades que ha hecho el grupo que nos ha gobernado durante este siglo y tomar algunas medidas populistas que no resuelven nada. El plan de acción parece dirigido a retrotraernos al Siglo XX en vez de adecuarnos Siglo XXI del cual ya hemos perdido todo su trayecto, no solo por no haber progresado sino por habernos retrasado significativamente, incluso desde fines del Siglo XX. Lo importante es destacar que se nos presenta la oportunidad, porque no tenemos ninguna alternativa viable, a menos que queramos seguir penando por comida, medicinas y seguridad personal, de cambiar totalmente nuestra manera de pensar y actuar para enrumbarnos, por primera vez, en un viaje de progreso constante con medidas liberales, que puedan resolver las calamidades que tenemos y permitirle a la gente la paulatina satisfacción de sus necesidades. Pero para eso se necesita que alguien esté pensando, creativamente, en las nuevas estrategias basadas en nuestras fortalezas potenciales que debemos desarrollar para lograr ese cambio y diversificar, de verdad y no en teoría, nuestra base de sustentación económica y social. Debemos recordar que las promesas del Siglo XX no se cumplieron y que, con las mismas ideas de esa época, tampoco se cumplirán en el siglo XXI, una vez que salgamos de esta gente.

¿Qué es lo que no debemos mantener ni repetir, entre otros?
Primero: el presidencialismos a ultranza y mucho menos en términos de alabanza; segundo, la estatización de los factores de la producción, distribución y servicio; tercero, la centralización; cuarto, la selección de los ejecutivos, magistrados, poder moral y titulares de otros cargos públicos en base a afinidad política o en base a calificaciones distintas a las personales y meritocráticas; quinto, la interferencia del estado en las reglas de la economía; sexto, la sustitución de las responsabilidades de las personas e instituciones privadas por la interferencia de las instituciones o empresas del estado; séptimo, el uso de la mentira piadosa auspiciadora de la esperanza para prometer lo incumplible; octavo, el mantenimiento de la gente al margen de las decisiones con la promesa de siempre; noveno, la incorporación de militares en cargos públicos y actividades políticas; décimo, el marginamiento de las ONG’s; décimo primero, el irrespeto a los derechos individuales y colectivos; décimo segundo, el irrespeto al prójimo como regla de vida; décimo tercero, la desorientación, ex profeso, de la población; décimo cuarto, la permisividad dentro de la aplicación de las leyes y reglamentos; décimo quinto, el uso del erario público como si fuera personal y privado; décimo sexto, el incumplimiento de las normas de convivencia por parte de las empresas y oficinas del estado y décimo séptimo: hacerse de la vista gorda sobre la corrupción pasada y presente.

Habrá otro sin número de acciones, pero la muestra nos indica que hay mucho paño que cortar y mucho que cambiar y crear, empezando por una sana mentalidad del ciudadano en seguimiento al ejemplo de un comportamiento correcto  por parte de los políticos, los funcionarios públicos y los representantes del sector privado: el fin del “enchufamiento” del siglo pasado y del adefesio de este siglo, como modo de trabajo.
Caracas, Febrero de 2017.
odoardolp.blogspot.com

@oleopon           

martes, 29 de noviembre de 2016

Planificación y “black out” informativo.
Por: Odoardo León-Ponte.
Cuando se intenta elaborar un plan para una ejecución o para reformar cualquier situación, lo primero que se busca es la información sobre el pasado y lo existente. El problema en nuestro caso es que hay un “black out” informativo, incluso para los que en la actualidad están en el poder. Con esta realidad se enfrentan, no solo los que mal orientan al país en la actualidad, que no saben ni hallan qué hacer, sino también quienes intentan crear planes para un próximo gobierno. El desastre administrativo actual es tan grave que nadie sabe a ciencia cierta cuál es la realidad del país después de 17 años de desaciertos. Con esa realidad viven los gobernantes actuales que están “tirando el resto” sin saber a qué están jugando y, también, aquellos quienes conscientemente intentan estructurar un plan para un nuevo enfoque. ¿Cuáles son los problemas?

Sin duda habrá que pedir prestado a todo aquel que pueda prestarnos. Pero cuánto, porque hay que solicitar un monto y no solo decir que necesitamos que nos presten. Para llegar a esa cifra debemos tener claro qué es lo que hay que hacer. Por ejemplo: ¿cuánto se necesita para la infraestructura del país? (¿Quién nos lo puede decir?) ¿Cuánto para las importaciones de alimentos y medicinas y durante cuánto tiempo, mientras reparamos todo lo que está malo y comenzamos a producir? (Pero para producir necesitaremos dinero para crear el flujo continuo que permita iniciar la actividad y luego mantenerla: una inversión inicial y luego una cantidad permanentemente para continuar.) De igual manera ¿cuánto para medicinas inicialmente y luego para el diario producir? ¿Y Cuánto para complementar las necesidades mientras comenzamos a producir y mantenemos la producción? ¿Y cuánto para importar lo que necesitan y no producen las empresas del estado mientras determinamos cuáles hay que cerrar y cuales hay que vender (o regalar) a inversionistas privados, si es que las quieren? ¿Y cuánto para mantener el estado hipertrofiado mientras lo reformamos y lo llevamos a un nuevo nivel de austeridad? ¿Y cuánto para mantener a ese personal flotante desempleado mientras lo calificamos y lo empleamos, si es que se puede? ¿Y cuánto para alimentar y mantener la salud de la inmensa cantidad de desempleados y pobres que tendremos por un largo período? ¿Y cuánto tendremos que pedir para pagar lo que debemos, si no logramos reestructurar su vencimiento? Y pare de contar. Supongamos que en algún momento lleguemos al inmenso monto de fondos que necesitaremos para comenzar a respirar. Pero no solo tendremos que pedir prestado en montos inimaginables, sino que tendremos que pagar lo que ahora debemos (inmensa cantidad) y lo que nos van a prestar.

¿Con qué y cómo pagar? El petróleo que antes nos sirvió de colchón aparentemente interminable y que, con y durante el chavismo, se convirtió en una “cobijita” insuficiente, también debido a que el mundo en el que vivimos (y al cual hemos pensado que podemos engañar) ha progresado y han pasado cosas que hacen que el petróleo ya no sea la varita mágica que siempre pensamos que fuera y a que, ahora, las expectativas de que pueda generar infinitas cantidades de ingresos para nuestras también infinitas necesidades, son remotas. Y no olvidemos que las fuentes alternativas de generación de riqueza también están en el suelo y no tienen la capacidad de apoyar para dicha generación de riqueza y de fondos. Aparte: tenemos que reformar el país en todos sus aspectos para que se convierta en viable después de 17 años de destrucción masiva por parte de unos ignorantes, irresponsables e irreverentes, en un país en el que a la gente no parece importarle lo que pase, mientras el gobierno la mantenga. El reto es grande y la perspectiva que se vislumbra es poco promisoria. ¿Cómo venderla? ¿Y quién la querrá comprar? ¿Y cuáles serán las condiciones de compra/venta?
Caracas, Noviembre de 2016.
Odoardolp.blogspot.com

@oleopon

jueves, 24 de noviembre de 2016

Y nosotros ¿qué pensamos y sentimos?
Por: Odoardo León-Ponte.
Haberle dedicado toda la vida útil de trabajo productivo a la actividad petrolera tiene un inmenso significado para quienes así lo hicimos. Por una parte fuimos partícipes en y contribuimos a forjar la industria sobre la cual se basó por muchos años el crecimiento del país, que los políticos de turno no permitieron en su potencialidad bajo la excusa de que trabajaban en beneficio del país, “combatiendo” durante la mayor parte de ese período las “malas intenciones de las multinacionales” y, posteriormente a la estatización, derivando el curso de Pdvsa hacia el mantenimiento de las distintas causas políticas que han terminado en este ir y venir sin pies ni cabezas que ahora nos desgobierna. Quienes estuvimos en las multinacionales en búsqueda de una responsabilidad del tamaño de la industria y de una carrera como la que se ofrecía en esa época, lo hicimos con la convicción de que era una manera de contribuir al desarrollo verdadero del país y a la satisfacción de los objetivos personales. Luego, al momento de la estatización de la actividad y habiendo participado en forma inédita y cuasi épica, formalmente y sin éxito, a través de la actividad que inició y desarrolló Agropet, nos cambiamos la camiseta por  la del equipo que heredó la capacidad instalada gerencial, técnica y de recursos humanos que se había desarrollado durante los sesenta años de actividad bajo la inversión extranjera. Pero la orientación política de nuestros gobernantes, rápidamente comenzó a formular los cambios para que la actividad se conformara a los parámetros de comportamiento del resto del aparato gubernamental y llegara, eventualmente, a lo que es ahora: insostenible, insuficiente e inoperante.

Nosotros estuvimos acostumbrados en la etapa pre estatización a que el objetivo era lograr, a través de las mejores prácticas, que el éxito de la empresa misma se reflejara en sus resultados y por ende en la producción de ingresos para el estado: todo a pesar de los esfuerzos hechos por esos gobernantes para que el éxito de las empresas no se tradujera en máximo ingreso para el estado al impedirle que desarrollaran las bases para su subsistencia a futuro. Más bien se ocupaban de hacerle la vida lo más difícil posible, comenzando por cercenarles el futuro con la política de “no más concesiones”.  A pesar de esa actitud, las empresas y nosotros seguimos haciendo el esfuerzo necesario en situación inconveniente y logrando llegar al record de nivel de producción del país. Una cosa con la otra, se llevó a cabo la estatización basándose en la aparente razón política de “interés” nacional. Comenzaba así la etapa de la actividad en manos del estado y de la dicotomía de tener que decidir entre usar los fondos para desarrollar la industria o para la función política del estado. Y triunfó, paulatinamente, el uso de los fondos en función política y se abrió el campo de nuevo a la inversión privada en la industria, a través de las empresas mixtas al aceptarse que el estado no tenía la capacidad financiera ni técnica para desarrollarla y a la vez generar los ingresos requeridos en función política. Pero se había abierto el camino para “disponer” de la actividad petrolera con fines políticos: el uso de la capacidad financiera y de otra índole de Pdvsa en función política. Ese camino se inició con el paso de las reservas en dólares de Pdvsa al erario público en la época de Luis Herrera y se prostituyó  con el  ”millardito” inicial del gobierno actual (anteriormente solicitado a Pdvsa y negado por ella a otro gobierno de turno). Se habían abierto de par en par las puertas  para la corrupción generalizada, no solo financiera, que hoy conocemos.

¿Cómo cree el lector que podemos sentirnos quienes contribuimos a forjar la empresa que se incorporó al ranking mundial y que hoy es causa de lástima en su acción y sus resultados? ¿Y cómo se siente el pobre al ver el resultado de su acción electoral? ¿Y cómo se sienten los políticos? Los dos primeros ya lo hemos expresado. ¿Y los demás? Apenas ahora se inicia el “mea culpas”. Caracas, Noviembre de 2016. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon



martes, 18 de octubre de 2016

La renta petrolera.
Por: Odoardo León-Ponte.
Los partidos políticos que ahora están en la oposición, cuando les tocó gobernar en la “cuarta”, manejaron los dineros provenientes del petróleo con el criterio de renta petrolera y siempre la culpa de que los reales no alcanzaran fue de alguien fuera del ámbito nacional, sin que se responsabilizara a nadie por las filtraciones de fondos hacia destinos improductivos. Se esperaba a que subiera el precio del petróleo para resolver y al hacerlo se iniciaba una bonanza económica: de otra forma se entraba en recesión. Era el sube y baja del rentismo basado en los ingresos dependientes precios del petróleo. En esta llamada “quinta” con la ilusión de que los precios llegarían a US$200 por barril, el enfoque de rentismo se llevó a los extremos y de convirtió al petróleo en la caja chica del gobierno de turno y en el proceso se dilapidó toda la fortuna que recibimos como resultado de los inmensos ingreso que recibió el gobierno. Ahora, con el inicio del fin de la bonanza del petróleo y como resultado de las acciones destructivas del gobierno que hemos tenido durante este siglo, nos encontramos sin renta petrolera de la que podamos disponer (ya casi que vendemos para cubrir los costos) y no tenemos ingresos producto de la tan cacareada “siembra del petróleo” que nunca hicimos. Hemos llegado a una situación de hambre y enfermedades que no se pueden curar, producto de la destrucción de nuestra economía “sembrada” por los gobernantes de turno durante este siglo.

¿Y cómo resolver la ecuación que se nos presenta de no tener con qué producir ni con qué importar? ¿Y cómo resolver la situación de no tener ahora renta petrolera ni las esperanzas de que la lleguemos a tener de nuevo? ¿Y cómo van a hacer los partidos políticos de la oposición cuando lleguen al poder si lo que saben y recuerdan (y lo que pueden haber aprendido los más jóvenes) es hacer lo que hemos hecho antes de y durante el período de gobierno de este siglo, sin saber qué hacer que sea distinto a los que hemos conocido y que ha redundado en la dilapidación de los ingresos generados durante los cien años de rentismo petrolero?

No es solo salir del infeliz gobierno que nos ha traumatizado la vida a las grandes mayorías; se trata de iniciar una nueva vida sin engaños (ni reuniones secretas) para encontrar y tomar una nueva ruta, al estilo de los que navegan por primera vez en aguas desconocidas, para asegurarle al conglomerado de nuestra gente un nuevo enfoque político basado en la verdad (aunque sea amarga): es iniciar la larga y pronunciada marcha hacia la búsqueda y el logro de una nueva forma de manejar la variables políticas y económicas, bajo nuevas reglas adecuadas a la nueva y triste realidad. No servirán los conceptos ni de la constitución del ‘61 ni de la de ’99. Ahora el juego es otro y requiere nuevas fórmulas que permitan regenerar el país de modo que podamos empezar de nuevo después de haber desperdiciado los cien años de rentismo petrolero, pero pensando que todo el trayecto recorrido durante la cuarta y la quinta está perdido.  Solo nos queda la voluntad democrática, pero ahora ya no habrá renta petrolera. Habrá que idear nuevas formas de generar la riqueza que vamos a necesitar para convertirnos en un nuevo país. Un país que permita llegar a lograr la libertad que se necesita para ser una verdadera democracia. Una pregunta: ¿Cómo hacen los países que no tienen renta petrolera? ¿Será que trabajan para labrar progreso y asegurar su futuro?
Caracas, Octubre de 2016.
odoardolp.blogspot.com
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jueves, 28 de julio de 2016

Un nuevo enfoque sobre la industria de los hidrocarburos.
Por: Odoardo León-Ponte.
Hasta el presente, nuestros políticos han mantenido que el desarrollo de la industria de los hidrocarburos debe ser a través de empresas propiedad del estado o en las que el estado tenga mayoría. Para ello lo limitó mientras estuvo en manos de las empresas extranjeras y cuando estuvo en manos de Pdvsa Siglo XX no tuvo los fondos ni la capacidad necesarios, por lo que hubo que abrirla de nuevo a la inversión extranjera y, luego, cuando se pensó que tendríamos los fondos, se la limitó a través de una obligatoria participación mayoritaria del estado, excepción hecha del gas que puede ser desarrollado por el capital privado, pero cuyo desarrollo, en la práctica, está muerto. Es un corto resumen de nuestra historia petrolera. Pero veamos cuál es nuestra nueva realidad.

Para que la explotación de los hidrocarburos sea exitosa se necesitan varias cosas: 1. Dinero en grandes cantidades (que no tenemos ni tendremos), 2. Recursos humanos calificados (que no tenemos: Chávez botó a 22.000 y después se han ido 10.000 más y que no regresarán), 3. Tecnología (que no tenemos), 4. Seguridad jurídica (que no tenemos y sobre cuya oferta habrá que convencer para que vengan), 5. Un enfoque político constructivo distinto al que hasta ahora hemos propugnado, bajo la idea falsa mantenida hasta ahora, de que para que haya progreso y tengamos la “seguridad nacional” necesaria en materia de hidrocarburos, el estado debe ser propietario de y realizar la actividad, 6. El manejo de la actividad con criterios referidos únicamente al resultado comercial y al pago de los impuestos producto de la explotación de los recursos, 7. Que los operadores sean quienes se ocupen del desarrollo y de la comercialización de los productos derivados de ese desarrollo, 8. Que una institución con poder, calificada técnicamente, separada del ejecutivo y con libertad de acción, se ocupe de supervisar la actividad desarrollada por los inversionistas privados (adicionalmente contribuirá a reducir la corrupción), 9. Que no haya empresas propiedad del estado que se ocupen de la actividad de los hidrocarburos (recordemos a la CVP en el Siglo XX, a la constreñida Pdvsa Siglo XX y la actual triste, incapaz e inefectiva Pdvsa Siglo XXI) y 10. Que los inversionistas sean particulares y no empresas estatales para separar lo político de lo comercial.

Sobre el dinero (1) no hay ni que hablar. Se requerirá “todo el dinero del mundo” para reparar y actualizar las instalaciones existentes (cuya dimensión no conocemos) y para desarrollar la industria (inestimable al abrir) en cuanto a nuevos desarrollos e  instalaciones. Los recursos humanos (2) necesarios solo los podrán pagar los inversionistas privados (recordemos las críticas y sus consecuentes efectos sobre la remuneración de los ejecutivos de Pdvsa que “ganaban más que el Ministro”). Además, los que se fueron están ya instalados en sus nuevas sedes de trabajo al igual que sus familiares y será difícil que piensen en regresar hasta que las cosas tomen una orientación segura (y luego será un poco tarde). La tecnología (3) no la tiene la pobre Pdvsa Siglo XXI y la que existe está en manos de particulares y tiene un costo alto. La seguridad jurídica (4) es precisamente uno de los aspectos claves y la lista que anotamos con sus componentes contribuye a ello. (No basta con decir que la Ley es clara: recordemos los hidrocarburos gaseosos que no se han desarrollado.) El enfoque político constructivo (5) es que el país controle la explotación de los recursos a través de sus instituciones y derive el beneficio (6) de los éxitos a través de los impuestos y no que las maneje directamente. Dejarle a las operadoras (7) el desarrollo de la actividad de desarrollo y los mecanismos de comercialización (recordemos la Mersifrica (Mercados, Silos y Frigoríficos)  de antaño y la tragedia de hoy en día). Se ha hablado del “Ente” para estos fines (8). El camino es claro pero debemos tener la entereza para tomarlo basándonos en que el pasado fue poco exitoso y el presente ha sido un inmenso fracaso.
Caracas, Agosto de 2016.
odoardolp.blogspot.com
@oleopon



viernes, 22 de julio de 2016

La transición hacia la estatización del petróleo.
Por: Odoardo León-Ponte.
Desde el derrocamiento de Medina y a excepción de la etapa de Pérez Jiménez, la actitud de los gobiernos de turno fue, permanentemente, una de reto a las multinacionales, a los Estados Unidos como causante de las desdichas del petróleo venezolano y por ende del país y de la búsqueda de una imposible independencia unilateral de acción en cuanto a la suerte de nuestro petróleo. También fue una época de búsqueda de poder para la unilateral orientación de las acciones en materia de petróleo, pensando en la OPEP como cartel de apoyo para combatir los precios bajos y apuntalar la capacidad de acción unilateral frente a los Estados Unidos con sus problemas energéticos. Todo ello dentro de una situación de permanente escasez de fondos de los gobiernos de turno debida a la insuficiencia de los recursos generados por el petróleo, única fuente de ingresos, para generar todos los fondos eternamente insuficientes requeridos para las necesidades  económicas y políticas de los gobiernos de turno. Durante todo ese período se escogió la ruta de “no más concesiones” (apoyada por el CIV, por Diputados y por el Frente Nacional Pro Defensa del Petróleo), de la estatización, inicialmente a través de la inviable gestión de la CVP, a la que se le entregaron gratuitamente todos los crecimientos potenciales de la actividad petrolera y petroquímica en el país con permanente poco o ningún éxito. Posteriormente se intentaron los contratos de servicios que terminaron en fracaso y luego se echó en saco roto todo el período pro CVP y se creó Pdvsa en 1976. Desde el año 45, excluyendo el período de Pérez Jiménez, se negó el crecimiento a futuro de la industria petrolera al determinar que no habría más concesiones.

¿Cuáles fueron los resultados de ese periplo “nacionalista”? Se pospuso toda la inversión posible en materia petrolera para expandir la producción durante un período de 21 años. Tan solo se invirtió en las refinerías producto de la Ley de Hidrocarburos (Amuay, Cardón, Puerto La Cruz, etc.)  y en las plantas desulfuradoras de Amuay y Cardón y se permitió el aumento de la producción con la máxima explotación posible de los yacimientos de crudo existentes, pero sin la incorporación de potencial productivo adicional. Incluso; durante ese período se llegó a cerrar producción, se redujeron por primera vez las reservas probadas y las cuadrillas de geología de superficie y por primera vez se el volumen de producción acumulada llegó en un año a ser mayor que las reservas probadas.  Cierto que en ocasiones se habló como nuevas fórmulas, pero sin continuidad ni materialización, como eran los contratos de servicio y las empresas mixtas al lado de la CVP: pero en final de cuentas todo fue palabrería. Se llegó a negar la exploración y oferta de activación por parte de Shell y Creole de la Faja (Bituminosa) del Orinoco y en su lugar se la cedió a CVP; es decir se la incluyó en el saco permanentemente improductivo de la CVP, especie de reserva estratégica permanente para “conservar” las actividades que hubiera sido posible desarrollar a través de las operadoras existentes en el país, en un período largo durante el cual escasearon los fondos y fue necesario imponer los controles de cambio anteriores al del chavismo. Y, para hacer más difícil la situación, se aumentaron continuamente los impuestos a las petroleras hasta el punto de fijar valores fiscales de exportación (VFE) para fines impositivos, que excedían los valores reales de exportación. Se fueron acumulando todos los retrasos propios de la situación enunciada anteriormente en materia de exploración, producción, transporte, refinación, mercado interno, investigación y conocimientos técnicos y de mercadeo, lo que hizo necesario que Pdvsa, con fondos del estado, desarrollara la actualización de la situación de las instalaciones y comenzara a mirar hacia el futuro. Pero Pdvsa Siglo XX nunca se llegó al nivel de producción máximo anterior a la estatización y en un vuelvan caras después de un lapso largo y costoso se abrió de nuevo la actividad petrolera a la inversión extranjera, actividad que, en retrospecto y a fin de cuentas, nunca se debió cerrar. Juzgue usted ésta nuestra real y verdadera historia petrolera en el siglo pasado. Caracas, Agosto de 2016. odoardolp@gmail.com odoadolp.blogspot.com @oleopon