miércoles, 18 de noviembre de 2015

El petróleo y la rentabilidad.
Por: Odoardo León-Ponte.
La rentabilidad de la operación petrolera depende de la disponibilidad de petróleo, de fondos, de tecnología y de libertad de acción para promover la actividad dentro de un mercado mundial competitivo no exclusivamente OPEP. La propiedad de la operación por el estado es factor determinante para su fracaso, cuando quien tiene la propiedad de la producción no dispone de los fondos para mantenimiento y operación, ni de la tecnología, ni  los recursos humanos (que es nuestro caso hoy en día) y necesita inmensas cantidades de fondos para sus verdaderas obligaciones (también nuestro caso). Y esta realidad es aplicable en nuestro país a toda actividad, bien sea minera, industrial, agrícola, de bienes y servicios o manufactura. ¿Qué hemos hecho hasta ahora?
                                                       
Bajo la premisa equivocada comprobada en el tiempo que podemos recordar y que, analizada en su transcurso ya no admite equivocadas defensas parciales o temporales, sino un gran “Mea Culpa” con propósito de enmienda, hemos desembocado en el enorme deterioro de hoy con la implementación de un capitalismo del estado que gradualmente ha llegado a extremo. Y si analizamos nuestra acción en el área petrolera, (pero siguiendo en paralelo mental el caso, por ejemplo, de las empresas de Guayana), sin que nos equivoquemos involuntariamente o en defensa de posiciones políticas, o de razones de oposición o de que eso no hubiera sucedido bajo otros gobiernos, debemos concluir que se hace indispensable y urgente un cambio de enfoque político sobre cuál debe ser la acción del estado en el área petrolera (y en las otras): ello, si queremos progresar de verdad. Lo que han hecho nuestros gobernantes hasta ahora, no soporta un análisis serio sometido a una necesaria pero inexistente continuidad de enfoque y acción en función del desarrollo del país. En fin de cuentas hemos hecho todo lo contrario.

La rentabilidad del petróleo para un país que, como el nuestro, depende exclusivamente de su producción, depende, a su vez, de la libertad que tenga el operador para ajustar las distintas variables de la actividad y eso no se logra, como ha sido nuestro caso, con ajustes en las leyes que de manera inflexible rigidicen la acción y mucho menos con la operación en manos de un estado generalmente incapaz para la cualquier gestión administrativa exitosa. Ese hecho, además de la debilidad política del estado que no tiene el inversionista privado, es un factor que reduce las posibilidades de mantener la rentabilidad de la operación. Y si a eso le agregamos la usual mala administración de las empresas en manos del estado, más conveniente aún es que sea la empresa privada la que opere la actividad petrolera. Es necesario que el estado solo tenga la acción supervisora y colectora en cuanto al petróleo (y en las otras), pero con enfoques liberales que permitan una acción cónsona con las realidades del operador, para beneficio de la nación.

El enfoque tradicional de nuestros políticos de estatizar u obstaculizar la operación petrolera privada con fines “patriotas”, no provee ninguna alternativa de progreso; así lo hemos constatado. Recordemos que fue necesario volver a una fórmula similar a las concesiones con los contratos de operación en la faja, para aumentar la rentabilidad (el ingreso) para el estado, pero la indignante intransigencia del más reciente pasado nos retrotrajo a la peor alternativa. Por estar  a punto perder el tren del progreso, es urgente cambiar la filosofía política para que el estado se aparte de la operación de la actividad industrial y agrícola. Ya no hay razones para no hacerlo: se hace obligatorio. Pero los políticos y sus partidos no hablan del cambio necesario. O esconden sus verdaderas intenciones o asumen que la situación es normal y no de grave emergencia. En ambos

 Casos la posición es grave. Caracas, Noviembre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El petróleo y la Inversión.
Por: Odoardo León-Ponte.
La explotación del petróleo, como cualquier actividad, requiere la oportuna dedicación de fondos para su desarrollo y operación: de otra forma se estanca o se deteriora la actividad. En nuestro caso eso ya es obvio: lo hemos visto con nuestros propios ojos y vivido en carne propia durante los cien años de explotación petrolera y, más intensa y, fehacientemente, en lo que va de Siglo XXI. ¿”Qué” ha pasado y “cómo” podemos cambiar la situación?

Durante el ostracismo, inmediatamente después de él, durante el período de Pérez Jiménez con concesiones y durante el segundo gobierno de Caldera con la apertura petrolera, hubo inversión importante en el desarrollo de la industria petrolera para expandir la producción de petróleo. ¿Por qué?  Porque las inversiones las hizo el sector privado y el estado se limitaba a recibir los impuestos y las regalías que le correspondían, aunque fueran insuficientes para sus requerimientos; condición solo atribuible al estado.  Es cierto que durante los períodos distintos a los anteriores hubo inversión, pero en un caso se trató de aquella orientada a la máxima explotación y no al desarrollo y en el otro a la recuperación del desarrollo de la actividad que, por culpa de nuestros gobiernos, no se había realizado. Y durante este Siglo XXI lo que se ha logrado es el caos en la explotación y desarrollo del petróleo con un potpurrí indigesto de criterios que han llevado a la industria que sustenta al país a la situación tragicómica que ya hoy todos conocemos, aunque algunos todavía tengan la osadía de pensar lo contrario.

El estado tiene dos necesidades: generar suficientes fondos para atender a aquello por lo que es directamente responsable, generando el crecimiento nacional que le produzca los ingresos para hacerlo y generar las bases para que la inversión de capital y generación de riqueza para que el sector privado, que es quien tiene los fondos y la tecnología, produzca la base de ingresos para que a través de los impuestos y la regalía aplicables, se produzcan los ingresos que el estado necesita para cumplir con sus obligaciones. Debemos entender, como ya se ha comprobado hasta la saciedad, que el estado capitalista solo trae ruina tarde o temprano; sobre todo cuando el viento que infla las velas del progreso no depende de las acciones estatales sino del inmenso conjunto de factores que mueven al mundo y que están totalmente fuera de su control, como vemos en momentos como el actual, cuando el precio del petróleo está muy por debajo de las necesidades de un estado que ha crecido exponencialmente en contra de todo lo que pudiera considerarse conveniente. ¿Es que acaso se piensa que así se pueden controlar esos vientos? (Arabia Saudita se puede dar el lujo de expandir su producción en estos momentos de reducción de los precios porque tiene los fondos acumulados, los excedentes y la capacidad de producción necesarios para aprovechar en su favor los factores del mercado dentro de una estrategia que visualiza un futuro mejor para los precios en función de un mercado mayor, cosa que nosotros no podemos hacer aunque tengamos la ”mayor reserva de crudo” (¿o de bitumen?) del mundo. )

Para generar un crecimiento de la economía que genere a su vez la base impositiva para generar los ingresos requeridos por el estado (planteamiento básico de un nuevo enfoque sobre la rectoria del estado), hay que atraer y promover a los inversionistas que tienen los fondos (que ya sabemos que no es, no ha sido, ni lo será  el estado venezolano por el solo hecho de ser dueño de todo lo que está debajo y encima de la superficie del país), es necesario crear las bases para que vengan esos fondos y que el estado se beneficie de la riqueza producida por ellos. En base a los cien años que tenemos manejando la economía y la interfase entre el capital privado y el estado (capitalista), todos hemos salido perdiendo excepto  quienes indebidamente se han beneficiado de las realidades que nos ha llevado al triste estado de deterioro en el que nos encontramos. Zapatero a tus zapatos. Dejemos que quienes saben hacer las cosas y se benefician de hacerlo, produzcan la riqueza que un estado bien administrado y dedicado a su verdadera  responsabilidad pueda utilizar para que, en conjunto y no en posiciones encontradas, podamos crear el crecimiento necesario para el Desarrollo Humano en nuestro país, asegurando así la libertad y la democracia. ¡Ojo! Se nos acabó el tiempo.
Caracas, Noviembre de 2015.
odoardolp.blogspot.com
@oleopon


miércoles, 4 de noviembre de 2015

El petróleo y el candado petrolero.
Por: Odoardo León-Ponte.
El marco de la actividad petrolera la inhabilita y la imposibilita en su desarrollo: la actividad solo puede ser ejercida por empresas 51% propiedad del estado y de las inversiones correspondientes. Pero es también lo financiero, lo técnico y lo profesional, después de diez y seis años de desaciertos. Veamos “cuál” es la realidad para intentar visualizar “cómo” resolver la situación, más allá de la tesís de “aumentar la producción” que oímos en las redes políticas como una solución al “qué” y no al “cómo”.

El país no está en capacidad de extraer los recursos que tiene en el subsuelo  como operador directo de lo existente, ni para la incorporación de futura producción, ni para manejarla como una actividad comercial y no política. Tampoco está en capacidad de aportar dinero para las empresas mixtas de las cuales es accionista mayoritario. Cambia así radicalmente el enfoque sobre quiénes deben ser los actores  a participar en el proyecto, anotando que no es lo mismo que participe el estado a que participe Pdvsa, ya que tienen roles diferentes. Del rol político deben ocuparse los políticos y del rol técnico deben ocuparse los técnicos petroleros. Hablemos del “candado petrolero”.

51% de la propiedad. Un país arruinado no puede ser accionista de nada y mucho memos mayoritario. Ese es el ¿“qué”?. ¿”Cómo”?  Eliminar la restricción debida al % de la propiedad y dejar que quienes tengan los reales, la capacidad tecnológica y los recursos humanos necesarios (ya que nosotros solo tenemos necesidades) vengan a usarlos para producir la riqueza que genere una mayor base impositiva para generar fondos para que el estado los invierta en el Desarrollo Humano de la gente.

Pdvsa. Esa empresa que en el Siglo XX fuera orgullo nacional (por los resultados de su actuación no lo fue en su momento la CVP ni lo es ahora la “Pdvsa es de todos”) y que en este siglo no ha podido manejar acertadamente las responsabilidades  petroleras ni las “pedevalísticas”, debe buscar un nuevo rumbo que la reduzca a la mínima expresión, en beneficio del país. Ese es el ¿“qué”?. ¿”Cómo”? Determinar cuál es su verdadera capacidad financiera y la de sus recursos humanos (si es que las tiene) para operar las instalaciones. Con la urgencia por la emergencia reinante en la empresa y en el país, sacar fuera de Pdvsa toda actividad que no sea petrolera, establecer la capacidad financiera (que ya sabemos que no tiene) para “poner al día” sus instalaciones abandonadas y para mantener el ritmo de producción. Si no es posible financiera ni técnicamente, que es lo más seguro, licitar la operación de las refinerías y las áreas operativas (incluyendo el personal) entre las empresas privadas que son las que posean la tecnología, el capital y los recursos humanos requeridos. Licitar la explotación de nuevas áreas entre empresas privadas calificadas (para prevenir los problemas políticos relativos a las relaciones entre estados). En el mercado interno, abrir el campo, incluyendo la operación de las redes de plantas de distribución a la empresa privada para atraer la competitividad en cuanto al servicio y los productos y para usar el dinero fresco que no tenemos. Muy importante: aumentar el precio de la gasolina reduciendo así, en lo posible, el problema del contrabando de extracción y la falta de rentabilidad necesaria para la industria, el país y la operación misma. Querámoslo o no, la  palabra clave del ¿”cómo”? es privatización: la única forma de reponer la actividad a sus niveles de excelencia del Siglo XX, dado que el estado no tiene ni tendrá el capital ni los recursos humanos ni la actitud necesarios para hacer lo requerido. Así se proveería a través de la regalía, los impuestos y el precio de venta en el mercado interno, el piso financiero para el desarrollo del país y de la gente.  Cualquier otro modo  será frustrante e improductivo. Enfrentemos la realidad.

Caracas, Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon

miércoles, 28 de octubre de 2015

Petróleo y cambio al centenario de su nacimiento.
Por: Odoardo León-Ponte.
La manera de manejar el petróleo, tanto antes como después de la estatización, no nos ha producido el desarrollo necesario como país. Ese período de cien años de idas y venidas con el común denominador de un discontinuo accionar, nos ha negado el progreso que vemos en países que, como el nuestro, han explotado el petróleo y han logrado un alto grado de desarrollo a pesar de sus realidades, entre las cuales se destacan aquellas relacionadas con los precios del petróleo. Nosotros no hemos logrado ese desarrollo, perjudicando el progreso necesario y posible de la gente, de la libertad y, por ende, de la democracia, aunque los hayamos pregonado como objetivos y en muchos casos como aparentes logros. Estamos atragantados de procesos estatizadores que solo han generado desorden, corrupción y miseria, salvo para quienes han derivado beneficios de esas acciones tanto en lo político (transitorio) como en lo personal (también transitorio). (¿Será por eso que solo hablamos de la gesta independentista como si fuera nuestro único lúcido pasado?). Solo el decrecimiento ha sido permanente. Estamos atragantados de que sea el estado que, queriendo ser capaz de todo, nos diga qué debemos ser y tener, en vez de que seamos nosotros quienes digamos lo que queremos y que el estado lo haga para nuestro beneficio. La intensidad con la que hoy en día nos afecta la tragedia nacional por el empeño en aplicar políticas superadas en todos los grupos sociales exitosos, nos lleva a la necesidad de determinar, claramente, algunas líneas gruesas del “cómo” hacer, en base a esa realidad a la que todos le queremos dar la espalda, llegando hasta insinuar que con algunos giros “la cosa se compone”.

El estado capitalista ha sido un fracaso total, ya que en la práctica no tiene la capacidad financiera ni técnica, ni los recursos humanos necesarios para dirigir aquellas actividades para las que hay infinitamente mejores alternativas en manos de la empresa privada. Ese enfoque, hace que ese estado capitalista desatienda las que son sus responsabilidades ineludibles: educación, salud, seguridad, Desarrollo Humano y el diseño de una estructura de estado que provea las reglas para el desarrollo y crecimiento del país en términos de generación de riqueza y de provisión de servicios en forma creciente, continua y excelente. Doble fracaso. El estado ha confundido su rol al dedicar los recursos necesarios para atender a las obligaciones básicas del estado a aquellas que otros pueden hacer y, últimamente, a promover la permanencia en funciones de los factores políticos en el poder. Para ampliar las bases de producción y manufactura de bienes y servicios que aseguren los ingresos requeridos por el estado, hay que eliminar la dicotomía para el estado entre invertir para crecer y producir o usar los fondos para gastos de mantenimiento del estado y para la permanencia en el poder. Hay que dejar que quienes tengan los fondos y la tecnología se ocupen de generar riqueza y crear empleos productivos para que el estado participe de ello y así pueda atender a sus obligaciones, asegurando el crecimiento, tanto en el sector productivo como en el de la prestación de los servicios. Así se ampliaría la posibilidad de desarrollar un estado dedicado en función de su obligación de proveer el Desarrollo Humano que a fin de cuentas es su obligación ineludible, ampliando de paso y también las bases para la libertad y la democracia.  

Caracas, Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon 

martes, 20 de octubre de 2015

La saga de los petroleros: la legislación.
Por: Odoardo León-Ponte.
A medida que transcurría el tiempo y el petróleo se convertía en una realidad incuestionable, se iba haciendo necesario que los representantes del estado obtuvieran los conocimientos necesarios para reglamentar la relación con las petroleras. A partir de 1936, Venezuela comienza a salir del atraso; despierta y se encuentra ante un mundo que le lleva la ventaja de no haber estado sometida a los vaivenes de un país recién fundado y sin personalidad internacional más allá de haber sido la cuna de El Libertador y su gesta.

Una legislación lógica y justa, adecuada a las circunstancias y necesidades de un país en vías de desarrollo, inició en 1943 el desarrollo de nuestra potencialidad petrolera. Una combinación de empresas privadas y un gobierno regulador y sensato permitieron que la producción creciera y que los recursos provenientes de la actividad pudieran usarse para el desarrollo del país. Todo bien hasta que comenzaron a desarrollarse y a crecer los basamentos rojizos de la acción política: la idea de que el petróleo debía ser para los venezolanos, como si alguna vez le hubiera sido ajeno. Se declaró la política de “no más concesiones” identificándose a las empresas petroleras privadas como el enemigo en vez del aliado y se inició con ello la declinación del potencial de la actividad petrolera en el mejor momento del petróleo (no habían entrado a producir los países del Medio Oriente), por la falta de inversión y desarrollo debido a esa política restrictiva que no afectaba solo la producción sino, también, a la refinación. Se introducía la careta de ficción de la CVP y de “el tablazo marca e paso”. Más adelante, en la efervescencia política del negativismo petrolero, se prolongó la acción a aquello relacionado con la reversión petrolera (que ya estaba en marcha por la acción política) mientras se trataba por todos los medios de justificar la acción en base a los supuestos intereses del país.

Llegamos a la estatización el primero de enero de 1976, unos sesenta años después del descubrimiento de fuentes de petróleo en gran escala. Pdvsa, la nueva empresa, y sus filiales, herederas éstas últimas de los valores  de laboriosidad y gratitud, inició la tarea incumplible de reponer al país a sus niveles de producción de antaño y a luchar, sin verdadero éxito, contra las tendencias politiqueras provenientes de la realidad de tener un gobierno propietario de la actividad. Por esa razón se dio un giro importante ante esta realidad al abrir de nuevo las puertas al capital privado en la explotación del petróleo. Pero ya se había abierto el camino con la eliminación de las operadoras, en función de una supuesta eficiencia y se progresaba indefectible y coincidentalmente, hacia el final del Siglo XX y se iniciaba la etapa de destrucción de la industria petrolera y del país en el Siglo XXI. Se sometía a la industria a las circunstancias del candado petrolero en la búsqueda ilusoria del control y uso del petróleo con fines políticos y trazándose así las lineas de convertir al país en una realidad inviable. Esa es nuestra nueva y verdadera realidad.
Caracas, Octubre de 2015.
odoardolp.blogspot.com
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martes, 6 de octubre de 2015

Petróleo Siglo XX: laboriosidad y gratitud.
Por: Odoardo León-Ponte.
Dos palabras expresadas por el Papa Francisco en su periplo reciente me llevan a analizar esos aspectos en cuanto a la actividad petrolera en el Siglo XX porque le son totalmente aplicables: laboriosidad y gratitud.

Laboriosidad fue palabra clave en la relación de trabajo entre las empresas petroleras y sus trabajadores. Se trataba de mantener el valor moral o virtud del trabajo: la disciplina, el clima de trabajo más favorable, la tradición empresarial, la búsqueda individual del ascenso, el cumplimiento de las labores asignadas para que se convirtieran en fuerza transformadora y de progreso, haciendo que pasara de ser algo obligatorio a un valor.  En la medida en que se cumplía con más de lo obligatorio o necesario, se obtenían logros adicionales y progreso, tanto en rango como en remuneración relativa. En contraprestación a este valor, la empresa proveía un ambiente de trabajo que lo promovía y ofrecía, en adición a sus obligaciones legales, una serie de beneficios relacionados con salud, vivienda, actividades deportivas, educación, seguridad, reconocimiento personal y público a la buena labor y la posibilidad de progresar dentro de la organización en base a los méritos logrados en el trabajo reflejados en los resultados de la empresa. También se dedicaba un esfuerzo al mantenimiento de óptimas relaciones con las personas y el entorno vinculados a la empresa y sus actividades. Todo un tramado que lograba desarrollar un orgulloso apego al trabajo y una sensación de pertenencia que se reflejaban en la imagen de cada persona y su familia dentro y fuera del conglomerado al cual pertenecía. Todos estos conceptos, dentro de las nuevas realidades, fueron heredados por las empresas una vez estatizada la actividad petrolera. El ambiente de laboriosidad que presentían era causa de sorpresa para toda persona que visitaba las instalaciones de las empresas.  

El ambiente que generaba la realidad antes expresada generaba otra palabra clave en la relación: la  relación de gratitud entre la empresa y el trabajador que superaba y excedía la simple relación de trabajo y se convertía, especialmente en las áreas operativas, en una relación cuasi familiar. Era un orgullo hablar de los años de trabajo y experiencia y se les reconocía a través de clubes de veteranos o en elementos que identificaban esa veteranía.  

Los conceptos de laboriosidad y gratitud antes reseñados llevaron a la industria a los altísimos niveles de excelencia que permitieron lograr que saliéramos del oscurantismo y del anonimato. Sin embargo, nunca fue evidente el reconocimiento del país a esa laboriosidad ni de gratitud hacia la actividad y sus personas. Más bien hubo siempre una constante crítica, un enfrentamiento y un freno a las iniciativas de la industria, tanto antes como después de su estatización. Solo en boca de Ramón J. Velásquez hubo un mensaje de gratitud.  Y, finalmente y como coronación en el tiempo, en el Siglo XXI, con un pito, se expresó el grado de aprecio a estos conceptos decapitando la industria y destruyendo  todo lo logrado en función de la laboriosidad y la gratitud y destruyendo de paso a aquello que ha sido la sangre de nuestra existencia.  
Caracas, Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon


jueves, 1 de octubre de 2015

España-Venezuela 1961-2015.
Por: Odoardo León-Ponte.
La primera vez que visité Madrid fue en 1961. País con dictadura con la peseta a 14 por bolívar. Un taxi de viejo modelo cobraba una peseta extra por decreto del ayuntamiento. Muchos apartamentos no tenían aire acondicionado, y las neveras eran un closet con tela metálica que era enfriado por el frío exterior en invierno. En general no había duchas en los baños. La comida baratísima. Los españoles de todas las latitudes emigraban a Venezuela en busca de mejores vientos y remitían sus ahorros para mantener a sus parientes dejados en esas tierras mientras lograban progresar para traerlos. En el tiempo se fueron asentando aquí y sus familias crecieron hasta llegar a varias generaciones. Muchas cosas han cambiado a favor de España y en contra nuestra.

La peseta ya no existe; ahora es el euro cuyo valor ya pasó de los 900 bolívares por unidad. España es miembro de la Unión Europea de modo que los españoles ahora son ciudadanos de esa comunidad y no solo españoles. España tiene una extraordinaria red de carreteras que da gusto al igual que una red impresionante de trenes, incluyendo los rápidos y una red de vuelos comerciales a cualquier parte del país y del exterior con modernas y amplias facilidades; los mejores restaurantes del mundo, algunos hasta sin menú pues solamente ofrecen lo que les llegó ese mismo día. Teatro de alta factura, exposiciones de arte, los mejores museos, parques extraordinarios, Cique du Soleil, toros, el mejor fútbol del mundo y seguridad personal las 24 horas del día. Los productos de todo el mundo incluyendo los propios como el jabugo, los mejores vegetales, las mejores carnes y eso sin límite para el cliente y sin hacer colas; ropa de diseño de última moda tanto de hombres como para mujeres, hospitales públicos y privados para todos con el más alto nivel de calidad y debidamente equipados, al igual que en el caso de la educación; todas las marcas de vehículos. Se mantiene la tipicidad regional en el área religiosa, culinaria y costumbrista. Una pensión de jubilación permite vivir modestamente. Reciben 47 millones de turistas. Pare de contar.

Aquí: el bolívar solo existe para nosotros: nadie lo quiere, y nosotros mismos tampoco lo queremos: tampoco alcanza para nada. Cada día producimos menos de lo que antes producíamos y tenemos menos dinero para importar lo que necesitamos para producir lo que ya no producimos. Tampoco tenemos para importar lo que necesitamos para producir lo que antes producíamos ni lo que no producimos. Los servicios insuficientes; educación, sanidad y seguridad van en caída libre. “Vendemos el colchón”: la “última”, no se venderán productos regulados en “Bicentenarios” para que no haya colas. Si en algún momento quisiéramos retroceder cuando lo normal sería adelantar, es ahora. ¡Qué tiempos cuando éramos un país en desarrollo saliendo del subdesarrollo! España lo logró. A nosotros hace rato que nos montaron en el interminable tobogán del despilfarro y de la corrupción y estanos colgados de la última esperanza. En poco menos de once lustros hemos pasado de ser un país que atrajera a gente de todas las latitudes a uno en el que ya nadie que pueda quiera quedarse. Hemos perdido hasta el modo de caminar. Ahora nos tienen que defender quienes de afuera que nos ven con lástima. Triste realidad.  
Caracas,  Octubre de 2015. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon