martes, 14 de junio de 2016

¿Qué hacer con nuestra realidad?
Por: Odoardo León-Ponte.
Recientemente Saudi Arabia emitió su plan 2030 (http://saudigazette.com.sa/saudi-arabia/full-text-saudi-arabias-vision-2030/) que debe ser  lectura obligatoria como documento de interés general y para buscar alguna orientación y comparación con lo que hemos venido haciendo a través del tiempo en este, nuestro país  y orientarnos sobre la necesidad de introducir nuevos enfoques de  dirección que deberíamos tomar. Nos daremos cuenta de que necesitamos redefinir y anotar expresamente los conceptos que nos deben guiar y que en general hemos dado por sobre entendidos, a pesar de que nunca los hubiéramos definido y que, con el correr de los años, hemos dejado que se disipen si es que alguna vez fueron remotamente  claros. (¿Por qué no tenemos un Museo de El Libertador?) El desorden y el desastre que nos aquejan hacen necesario un corte de cuentas en el que debemos definir quiénes somos y que queremos, cuáles son nuestras bases para considerar que somos un país; en fin que determinemos nuestras fortalezas como comunidad, basadas en nuestra historia y en nuestro cierto presente y tracemos una ruta que nos guíe en nuestra travesía en este mundo cambiante en el que se nos hace tan difícil sobrevivir y participar. Además, y guardando las diferencias, estaríamos viendo cómo piensa el líder exitoso de la OPEP, lejano en algún parecido con nosotros, sobre todo en su manera de pensar sobre hacia dónde dirigirse y por qué. Nótese que en sus planes ellos no hablan de derecha, izquierda, centro, comunismo, nuevo hombre, socialismo, pueblo, etc., que parecen ser los principales vocablos que nuestros líderes son capaces de utilizar en la definición de nuestras orientaciones.

El Plan de Saudi Arabia habla de bases, razones, y, sobre todo, de metas medibles y comparativas contra la realidad a nivel mundial en cada actividad. El plan, que fija las metas transitorias hasta el 2030, reconoce las fallas en la oferta versus las aspiraciones de la gente y acepta abiertamente en un documento que es público, que es necesario atraer e incorporar plenamente la inversión privada, los recursos humanos calificados de primer orden y desarrollar e incrementar la actividad de las ONG’s. El plan habla de salud y vida, de la familia como piedra angular de la educación de los hijos; promueve el apoyo al sector privado para que compita con el sector público. Habla de diversificar (¿desde cuándo  no oímos hablar de eso?) los recursos y la economía, de la apertura hacia el mundo (y no del enconchamiento “¿protector?”), de la privatización de servicios gubernamentales. Habla de metas comparando con lo actual y lo usual en los países desarrollados; reconoce las fallas, prohíbe la corrupción. Claro que hay gente que piensa que es un plan ambicioso, pero el plan mismo lo reconoce y, por ende, fija la ruta, las acciones y el compromiso necesarios para llevarlo a cabo. Claro, ellos también han aprovechado la bonanza petrolera que nosotros hemos desperdiciado y están en una posición privilegiada (“al César…) y eso hace que su plan sea viable y tenga las bases para sustentarlo, pero no hace que nosotros no necesitemos en mayor grado un plan ajustado a nuestras tristes realidades sino que, además, hace que para nosotros sea indispensable, más aun, la formulación de un plan reñido con todas las malas prácticas que hemos desarrollado y que conocemos, tanto del pasado como del presente. Hace necesario que nos incorporemos a un nuevo plan de desarrollo partiendo de cero o de lo poco que nos queda y con lo cual podamos contar. Para Saudi Arabia es cuestión de lograr el mayor progreso posible: para nosotros es cuestión de vida o muerte.
Caracas, Junio de 2016.
odoardolp.blogspot.com

@oleopon   

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