Petróleo, salario
y devaluación.
Por: Odoardo León-Ponte.
En el país existe una arraigada tendencia a considerar
todo dentro de los parámetros nacionales como si existiéramos en un mundo
aparte. Así, se habla como medida de la realidad de lo que ha bajado el poder
adquisitivo del salario en bolívares desde que llegó esta gente. Nada más
apartado de la verdad si consideramos e incluimos otros aspectos relacionados,
que normalmente dejamos afuera o evadimos. Hablamos de las cestas: la básica y
la alimentaria como si esas fueran las más importantes medidas a tomar en
cuenta, aunque quizás sean las más importantes para medir el “nivel de hambre”
al que el gobierno quiere que nos acostumbremos. Pero la vida tiene que
evaluarse en términos de lo que es relevante para que sea aceptable en términos
de Desarrollo Humano. ¿Qué hay de lo relativo a vivienda, salud, libertad,
seguridad humana, productividad, equidad, potenciación? Si no las tomamos en
cuenta estaremos contribuyendo a sostener la tesis de que solo necesitamos
alimentarnos y que todo lo demás es innecesario. Veamos.
La situación del
común de los mortales aún con un “alto salario”, hace que con ese ingreso no
pueda adquirir una vivienda, comprar un carro, pagar un seguro médico, ir a un
restaurante que no sea una arepera o de comida rápida o disfrutar de desahogo
social en un sitio de diversión en el que tenga la seguridad necesaria. Han
pasado al olvido las cédulas hipotecarias y la adquisición de vivienda por endeudamiento
y nos agobia la inflación que ha hecho imposible comprometerse a futuro. Y el
estado es quien pretende si éxito resolver la situación a través del control. El
valor de las cosas ha tomado el curso de la dolarización por falta de otra
medida de referencia y los ingresos el de la devaluación, con el consecuente empobrecimiento
generalizado que el gobierno trata de aminorar con subsidios a los más pobres
pero que, en vista de que cada día hay más de ellos, los bolívares generados
por el petróleo para el estado, hoy en día nuestro única fuente de ingreso, no
alcanzan y se usa la fórmula de generación de dinero inorgánico creando más
pobreza verdadera y relativa.
La pobreza verdadera es la de la cesta básica, la de la
escasez, la de la inseguridad, la de la
incapacidad para las mayorías de vivir con el sueldo, la de la
limitación real de la libertad de decisión hasta para comprar las medicinas
necesarias para la salud. La pobreza relativa, pero a fin de cuentas la de ”la
verdad verdadera”, es la de sacar la cuenta de lo que ganamos, no en base a los
bolívares a las tasas de Cadivi, de Sicad 1 o 2, sino de lo que cuesta ahora
crecientemente todo lo que necesitamos y todo aquello de lo que cada día
tenemos menos por el empobrecimiento de nuestra divisa.
Pensemos y saquemos la cuenta de lo que ganábamos antes y
lo que ganamos ahora y calculemos lo que ambos significaban y significan en
términos de la moneda dura que todos anhelamos y concluiremos que nuestra
pobreza relativa en términos de la realidad en el mundo que nos rodea es
inmensa. Esa es nuestra verdadera realidad y termina en la devaluación
constante de nuestro modo de vida y de nuestras posibles aspiraciones a un futuro.
¿Y todavía nos preguntamos por qué se van los que pueden y quienes se
arriesgan? Ojo: el petróleo nada tiene que ver con eso. Es su manejo por parte
del estado el que nos afecta directa, triste e ineludiblemente.
Noviembre de 2014.
odoardolp.blogspot.com
@oleopon