Petróleo en tres
tiempos.
Por: Odoardo León-Ponte.
La aparición del petróleo hizo posible la transición de
nuestro país del oscurantismo a la modernidad, pero desde su aparición ha sido
manejado en distintos tiempos según el gobierno de turno, sin que haya habido un
telón de fondo común y continuado que formara parte de una política igualmente
continuada y orientada al desarrollo del país y su gente. Al ser propiedad de
un estado sin una sólida institucionalidad y en un país con escasa cultura
ciudadana, con el manejo del petróleo desde el punto de vista político las
consecuencias han significado, sin lugar a dudas, un perjuicio eventual y
definitivo para el país y su gente: solo se han beneficiando grupos de poder en
sus intereses personales y políticos.
Durante el gomecismo, el petróleo se dio a través del
régimen de concesiones y, por necesidad, a las empresas extranjeras y estas lo
explotaron para su beneficio y colateralmente el del país a través de la
modernización que vino con ella, pero con poco beneficio para el país, excepto
en cuanto al desarrollo en términos de la información sobre su la existencia y
disponibilidad y el desarrollo de la tecnología para explotarlo. Aparte, el
sistema de concesiones se usó para beneficiar a adeptos y familiares del
régimen y eventualmente fueron a parar a las manos de las empresas petroleras.
En etapas subsiguientes se dieron más concesiones para ampliar los ingresos del
estado en base a una mayor producción.
Con el inicio de la modernidad, comenzó también la reglamentación
de la explotación del recurso petrolero pero igualmente comenzó la
interferencia del gobierno en su desarrollo más allá de lo que resultó ser conveniente,
frenándose el crecimiento de la actividad con la excusa politiquera incrementada
de que las restricciones se debían a que el petróleo era explotado solo para
beneficio de intereses foráneos y en perjuicio de los intereses venezolanos. Se
manejaba el petróleo dentro de los visos del socialismo (enfoque orientado a la
excusa por la incapacidad) que siempre rodeó y sirvió de base electoral a los
gobiernos de turno del Siglo XX en la época democrática (incluyendo aunque no
lo fuera e iniciándose con el gobierno de AD del ’45). Se impuso un freno a lo
que pudo haber sido la conversión del país en una gigantesca potencia
petrolera. Recordemos que para ese entonces no había aparecido el Medio Oriente
con su gigantesca disponibilidad de crudos de excelente calidad. Con esa enorme
competencia, unida a las limitaciones a su explotación basadas en “el control
de las empresas básicas”, llegamos a la políticamente ansiada estatización de
la actividad petrolera. Una cosa con la otra y manejando siempre el petróleo
como base política subyacente con fines
político-electorales, con la creación de Pdvsa continuó el deterioro en la
capacidad del país para explotarlo por insuficiente disponibilidad de fondos
para invertir en su desarrollo. Llegamos a la apertura petrolera para permitir
en crecimiento que no podíamos lograr directamente a través de Pdvsa Siglo XX.
Se reabría una carretera vieja para fines necesarios.
Y finalmente llegó el chavismo, una suerte de “hacemos lo
que nos da la gana” sin pies ni cabeza, apoyada en la ilusión de que los
ingresos irrefrenables permitirían las mayores locuras y que Pdvsa Siglo XXI
podría convertirse en la estructura paralela de gobierno para todo propósito nacional
e internacional. Así, se convirtió a la industria petrolera en una gallina sin
cabeza (“headless chicken”) que, unida a la insuficiente actividad privada maniatada
por el gobierno y a los escenarios existentes internacionalmente, hacen imposible
enderezar la actividad petrolera, ahora única proveedora de recursos y convertida en inviable
por el camino transitado que nos va convirtiendo en país igualmente inviable.