martes, 26 de agosto de 2014

Petróleo en tres tiempos


Petróleo en tres tiempos.

Por: Odoardo León-Ponte.

La aparición del petróleo hizo posible la transición de nuestro país del oscurantismo a la modernidad, pero desde su aparición ha sido manejado en distintos tiempos según el gobierno de turno, sin que haya habido un telón de fondo común y continuado que formara parte de una política igualmente continuada y orientada al desarrollo del país y su gente. Al ser propiedad de un estado sin una sólida institucionalidad y en un país con escasa cultura ciudadana, con el manejo del petróleo desde el punto de vista político las consecuencias han significado, sin lugar a dudas, un perjuicio eventual y definitivo para el país y su gente: solo se han beneficiando grupos de poder en sus intereses personales y políticos.

 

Durante el gomecismo, el petróleo se dio a través del régimen de concesiones y, por necesidad, a las empresas extranjeras y estas lo explotaron para su beneficio y colateralmente el del país a través de la modernización que vino con ella, pero con poco beneficio para el país, excepto en cuanto al desarrollo en términos de la información sobre su la existencia y disponibilidad y el desarrollo de la tecnología para explotarlo. Aparte, el sistema de concesiones se usó para beneficiar a adeptos y familiares del régimen y eventualmente fueron a parar a las manos de las empresas petroleras. En etapas subsiguientes se dieron más concesiones para ampliar los ingresos del estado en base a una mayor producción.

 

Con el inicio de la modernidad, comenzó también la reglamentación de la explotación del recurso petrolero pero igualmente comenzó la interferencia del gobierno en su desarrollo más allá de lo que resultó ser conveniente, frenándose el crecimiento de la actividad con la excusa politiquera incrementada de que las restricciones se debían a que el petróleo era explotado solo para beneficio de intereses foráneos y en perjuicio de los intereses venezolanos. Se manejaba el petróleo dentro de los visos del socialismo (enfoque orientado a la excusa por la incapacidad) que siempre rodeó y sirvió de base electoral a los gobiernos de turno del Siglo XX en la época democrática (incluyendo aunque no lo fuera e iniciándose con el gobierno de AD del ’45). Se impuso un freno a lo que pudo haber sido la conversión del país en una gigantesca potencia petrolera. Recordemos que para ese entonces no había aparecido el Medio Oriente con su gigantesca disponibilidad de crudos de excelente calidad. Con esa enorme competencia, unida a las limitaciones a su explotación basadas en “el control de las empresas básicas”, llegamos a la políticamente ansiada estatización de la actividad petrolera. Una cosa con la otra y manejando siempre el petróleo como  base política subyacente con fines político-electorales, con la creación de Pdvsa continuó el deterioro en la capacidad del país para explotarlo por insuficiente disponibilidad de fondos para invertir en su desarrollo. Llegamos a la apertura petrolera para permitir en crecimiento que no podíamos lograr directamente a través de Pdvsa Siglo XX. Se reabría una carretera vieja para fines necesarios.  

 

Y finalmente llegó el chavismo, una suerte de “hacemos lo que nos da la gana” sin pies ni cabeza, apoyada en la ilusión de que los ingresos irrefrenables permitirían las mayores locuras y que Pdvsa Siglo XXI podría convertirse en la estructura paralela de gobierno para todo propósito nacional e internacional. Así, se convirtió a la industria petrolera en una gallina sin cabeza (“headless chicken”) que, unida a la insuficiente actividad privada maniatada por el gobierno y a los escenarios existentes internacionalmente, hacen imposible enderezar la actividad petrolera, ahora única  proveedora de recursos y convertida en inviable por el camino transitado que nos va convirtiendo en país igualmente inviable.

Agosto de 2014. odoardolp@gmail.com odoardolp.blogspot.com @oleopon

 

martes, 19 de agosto de 2014

El mito del petróleo


El mito del petróleo.

Por: Odoardo León-Ponte.

El mito del petróleo en Venezuela puede definirse como una teoría que ha resultado falsa en función de su uso por parte de nuestros dirigentes políticos y de la mayoría de los intelectuales de nuestro país a través del tiempo. El petróleo y sus circunstancias han sido el piso sobre el cual se han estructurado todos los esquemas políticos de nuestra era, es decir, desde que hace cien años apareció el petróleo como un gigante en el país de Lilliput.

 

Todas las culpas de nuestro devenir, en la mente de los dirigentes, para bien o para mal, han sido de quienes operaron el petróleo mientras estuvo en manos del capital privado, de quienes manejaban las “riendas” del petróleo desde el exterior para maleficio de nuestro país petrolero mientras estuvo en manos de Pdvsa Siglo XX y nunca ha estado mejor que bajo Pdvsa Siglo XXI, cuando el petróleo ha sido bautizado como “de todos”.

 

Una vez reglamentadas las relaciones del gobierno con las empresas privadas del petróleo, comenzó el desarrollo del mito. Primero era que no estaban pagando suficientes impuestos, después que se estaban llevando el petróleo para explotarlo fuera del país, que estaban engañando con los precios (a pesar de que CVP no mantenía una divergencia acorde con lo que se decía de las privadas), luego se discutió hasta la saciedad si se producía o se guardaba, si se sembraba, si debía ser explotado por la CVP y finalmente se estatizó bajo Pdvsa. A todas estas, nadie se dio cuenta de que aparecía el Medio Oriente y que comenzó a desbalancear el mercado con su inmensa capacidad de producción y la calidad de sus crudos, ni hubo la lógica y necesaria anticipación al hecho, para tomar las medidas que hubieran hecho posible que nuestra industria hubiera llegado a niveles y dimensiones de producción y refinación extraordinarias, en compensación. Todo lo contrario: se trataba era de contrarrestar los ímpetus de las empresas extranjeras que se decía que querían era exprimir al país. Mientras tanto, el país aceleraba y desaceleraba como carro que pistonea. Finalmente, como no se les podía ganar nos unimos a ellos: ayudamos a crear la OPEP que siempre ha sido gobernada por el gran productor. Entretanto, las precios subían hasta llegar a los niveles necesarios para que se pudieran incorporar nuevos volúmenes, dejándonos en una situación controvertida en la que, por falta de dinero (a pesar de los altos precios), por dilapidación de los ingresos que hemos recibido a pesar de la declinación de nuestra actividad petrolera y por la rampante corrupción, además de ir en camino a ser un ex país, nos aproximamos a ser un país ex petrolero.

 

A pesar de los pesares y con el mito desarrollado y mantenido, con cien años de historia petrolera (somos de los más antiguos del sector), habiendo cosechado la inversión extranjera pero habiéndola rechazado cuando nos convino sin verdaderas razones a fin de cuentas y habiendo permitido que esa enseñanza y experiencia se hubiera llevado a otros lares, ¿qué excusa podremos esgrimir para los desenlaces que hemos protagonizado? ¿Nos habremos dado cuenta los pensantes de que hemos estado equivocados? ¿Y cómo repararemos el daño auto infligido? ¿Qué cuento desarrollaremos para darle credibilidad a las acciones tomadas a través del triste desenlace de ser ricos pero seguir siendo pobres? ¿Cómo haremos para crear un nuevo mito sobre el petróleo que nos permita convertirlo en algo que no sea una muleta?     

 

Agosto de 2014.


odoardolp.blogspot.com

@oleopon

viernes, 8 de agosto de 2014

Petróleo y Bitumen


Petróleo y Bitumen.

Por: Odoardo León-Ponte.
La ignorancia y la falta de atención a los antecedentes estratégicos de la actividad petrolera nos han llevado a confundir los términos y a incluir en una sola cifra lo que se creó exclusivamente para excluirla en beneficio y en pro de la nación. Bitumen no es petróleo y así fue aceptado internacionalmente. ¿De qué se trata?
 
La actividad petrolera venezolana se reducía a la producción de petróleo convencional, hasta que surgió la Faja Bituminosa del Orinoco, con lo cual se incorporaba al potencial de producción una inmensa cantidad de recursos energéticos no petroleros que con el invento de la Orimulsión abrió un cupo enorme para la comercialización de ese nuevo renglón, fuera de la cuota OPEP. Como la OPEP siempre ha fijado los cupos de producción para sus miembros en base a la producción de crudo, Pdvsa Siglo XX, inteligentemente, hizo las gestiones necesarias y logró que el producto de la Faja fuera considerado internacionalmente como bitumen y no como crudo.
 
Por otra parte, se llenaron todos los requisitos para patentar la Orimulsión como propiedad de Pdvsa Siglo XX. Aparte y en consecuencia, se desarrolló una gran campaña internacional para conseguir clientes para que la Orimulsión pudiera reemplazar al carbón como fuente de energía para las plantas termoeléctricas a nivel internacional. A esos efectos y en base a la seguridad que significaba la garantía de suministro que representaba Pdvsa Siglo XX (muy distinta a la realidad de hoy en día), se firmaron convenios con las empresas que eran consumidores directos de Orimulsión. En aquel entonces Pdvsa Siglo XX como política sana solo vendía crudo y productos a los consumidores finales con el objeto de asegurar la transparencia de sus ventas y la optimización de sus ingresos. Rara vez iba al mercado “spot” para vender algún cargamento que, por circunstancias ajenas a su voluntad, hubiera podido quedar sin cliente. Tampoco se vendía petróleo a futuro, a la usanza de Pdvsa Siglo XXI, y en algún momento en el tiempo en que algún gobernante pudo sugerirlo, la respuesta fue tajantemente en contra y la negativa aceptada por quien la sugirió. 

La Orimulsión y la Faja Bituminosa permitían explotar las reservas a costos cónsonos con la capacidad financiera de la industria en manos del gobierno, ya que no se tenía la capacidad de hacer las inmensas inversiones requeridas para incorporar al mercado los volúmenes que la Faja ofrecía. La apertura abrió otra alternativa. 

Pero todo esto es una realidad irrecuperable. Los acontecimientos que convirtieron a Pdvsa en una empresa “socialista”, las nuevas realidades de una geopolítica petrolera descabellada y la conversión de Pdvsa en una empresas “de todos”, echaron por la borda todo ese esfuerzo. El petróleo en función política nos ha llevado el caos que ahora vivimos, con muy poco futuro.
 
Agosto de 2014.       

 

domingo, 3 de agosto de 2014

Petróleo y corrupción

En nuestra historia, con muy pocas, raras y contadas excepciones, los miembros de los equipos de gobierno que hemos tenido no se han destacado por su honestidad. Entendamos por corrupción no solo el acto en sí de incurrir personalmente en un hecho doloso, sino el de conocer y dejar pasar, y por lo tanto, ser partícipe del hecho; no solo referido al dinero sino a los principios.

La tentación de "ponerle la mano" al petróleo siempre fue una de las primordiales razones para propender hacia y razonar a favor de su estatización, usando desvaríos políticos y filosóficos para justificarla, sin tomar en cuenta que, como se ha afirmado en política: no somos "suizos", condición que a todas luces sería indispensable para que pudiéramos pensar que el petróleo en manos de nuestros gobiernos pudiera ser bien manejado, en última instancia, en beneficio del desarrollo del país y de su gente. A la prueba nos remitimos.

Mientras el petróleo estuvo en manos de la empresa privada siempre nos produjo algún grado de progreso en beneficio del país, a pesar del constante intento de tener una empresa del Estado que fue la CVP, y de todas las medidas dilatorias y obstaculizadoras de la acción que frenaron el desarrollo de la actividad privada en la industria. Mientras se le dio licencia a las empresas, como fue el caso de los primeros gobiernos después del oscurantismo y durante la época de Pérez Jiménez, la producción y la actividad en general fue ascendente. Cuando se inició la etapa democrática, comenzaron los subterfugios en forma de razonamientos políticos y filosóficos para frenar el ritmo de la actividad petrolera privada y, por ende, su crecimiento potencial y el desarrollo del país y de su gente, en función la actividad petrolera.

Por otra parte, mientras la actividad petrolera estuvo en manos de la empresa privada, y a pesar de las trabas y obstáculos que los gobiernos le impusieron al sector, el país tuvo un desarrollo sin mayor inflación, al estilo de los países del sur de estas últimas épocas. Esa realidad iba a cambiar radicalmente a partir de la estatización del petróleo. Recordemos que el petróleo como fuente de ingresos quedó perjudicada en su capacidad de generar ingresos (aumentar la producción y adecuar las instalaciones de refinación) debido a los retrasos que los gobiernos le impusieron a la actividad en materia de nuevas áreas y de la ampliación de las instalaciones durante muchos años y que hizo que a Pdvsa siglo XX le tomara veinte años recuperarse de los atrasos en la producción y en las características de sus instalaciones de refinación, investigación y comercialización.

En cuanto a la economía, el desarrollo del país y el desarrollo humano de su gente, al frenar la actividad petrolera, redundó en los traumas propios de esa realidad al no ser "suizos": reducción de la producción y la refinación, inflación, uso de los fondos del petróleo para su desarrollo cuando antes no era necesario, sobregiro en el presupuesto nacional por ser nuevos ricos con aspiraciones desbordadas, disposición de gigantescas y crecientes cantidades de fondos en función electoral y política, etc. Aparte de eso, desde la estatización todos los fondos han sido del gobierno de turno. En un parpadeo en el siglo XX nos dimos cuenta de que no podíamos seguir así y abrimos las puertas al capital privado como lo acaba de hacer México. Pero nuestro subdesarrollo nos llevó a la ilusión de imaginarnos que un gobierno podría ser omnipotente. El hecho de no ser "suizos" y manejar todos los fondos nos ha llevado en última instancia a desarrollar un pensamiento y una actitud basada en mecanismos de corrupción total en cuanto al manejo del poder y en cuanto a todo lo que de él se derive. La consecuencia es el caos que vivimos y del cual será muy difícil salir.

odoardolp@gmail.com

El petróleo: la producción y los precios

Los gobiernos que hemos tenido, salvo en esta época de despilfarro por parte el gobierno de los ingresos con precios insospechablemente altos y constantes y salvo en los tiempos de Pdvsa Siglo XX, siempre tuvieron que lidiar con la decisión relativa al aumento de la producción, ya que no dominaban (ni dominan) los precios que responden a circunstancias creadas por otros.

La OPEP, en sus comienzos y por un tiempo, a través de su acción de aumentar o reducir la producción, logró mediar para controlar los precios de modo que fueran justos para el productor, desde su punto de vista, pero los fueron llevando decididamente a niveles que han hecho posible en el tiempo, la incorporación de nuevas fuentes de petróleo a medida que los precios fueron subiendo y haciendo rentable incorporar las nuevas tecnologías necesarias para que esas áreas se pudieran incorporar. De ese modo, la producción de fuentes distintas a la OPEP fue aumentando mientras disminuía su capacidad de influir verdaderamente en cuanto a producción y precio, salvo en cuanto a producción para los miembros que disponían de un potencial para aumentarla. Por otra parte, los grandes beneficiarios de la conjunción del aumento en la producción y en los precios fueron los países que, teniendo capacidad para aumentar su producción, aprovecharon la nueva ventana de oportunidad ofrecida por el aumento descomunal de los precios. Ello permitió orientar la actividad de la industria desde otro punto de vista, reduciendo la capacidad de la OPEP para afectar la oferta y la demanda. Quienes han tenido la visión de usar con sensatez las nuevas realidades, han mejorado significativamente sus circunstancias como país. Nosotros, que no lo hicimos, estamos pagando las consecuencias. ¿Qué hemos hecho?

Con una producción de 3.000.000 b/d con la que iniciamos el Siglo XXI y con un precio cercano a un promedio US$100 por barril (lo segundo se mantuvo; la producción no) y una producción programada al inicio del Siglo de cerca de 5.000.000 de b/d (que tampoco se ha dado), nuestra "suerte" ha sido muy distinta a la que pudieran sugerir los números potenciales y reales antes anotados. La acción política con fines distintos al desarrollo del país, nos ha llevado al caos que ahora confrontamos, a pesar del gigantesco caudal de ingresos generado: una fortuna inimaginable echada al albañal por la incapacidad, la falta de cordura y la poca inteligencia.

Con la ilusión de que los ingresos del petróleo manejados al antojo del nuevo gobernante y su camarilla, permitirían lograr el control total político, tanto a nivel internacional como nacional, se tomaron las medidas para que esos fondos inimaginablemente grandes se pudieran manejar al antojo de una ilusión de poder y a expensas de la suerte de nuestra gente, beneficiando, en cambio, a los "amigos" fuera y dentro del país en detrimento del progreso, hipotecando el futuro de las nuevas generaciones y haciendo traumática e insoportable la realidad actual para quienes aquí vivimos.

Hemos destruido el aparato productivo tanto privado como público, incluyendo el petróleo; dependemos de lo que podamos importar con los insuficientes dólares de que ahora disponemos; hemos deteriorado la totalidad de los componentes de nuestra sociedad, incorporando la falta de ética y moral como parte intrínseca de un nuevo modo de vida. ¿Y todavía hay quien pueda pensar en alabar el recuerdo de quien nos trajo a esta nueva y triste realidad?

odoardolp@gmail.com

El petróleo y nuestros hijos

Los precios de nuestros productos petroleros, crudo, gas y derivados han tenido una tendencia a la baja, dentro de un historial de altibajos, excepto en el Siglo XXI, cuando a pesar de haber tenido los mayores ingresos en nuestra historia, hemos realizado el "milagro" de despilfarrarlos como por arte de magia, llevando al país a circunstancias nunca antes vividas excepto quizás después de la guerra de Independencia.

Empecemos por recordar que a mediados de los '40 del siglo pasado surgió la idea equivocada de estatizar el petróleo como fórmula de "independizar" al país de las influencias nefastas del "capitalismo" y del "imperialismo" y de la influencia de ambos sobre la explotación del petróleo. Recordemos igualmente que nuestra mayor producción fue de 3.750.000 b/d en el año 1970, la cual descendió a 2.500.00 b/d en 1976 (al estatizar) y siguió bajando hasta llegar a 1.750.000 b/d en 1985 (viernes negro), fecha en la que se inició el repunte, después de 15 años de declinación producto de las políticas de los gobiernos de turno. Esa política impidió que el país obtuviera los ingresos necesarios para crecer en petróleo y en el desarrollo del país cuando tuvimos todas las ventajas comparativas para llegar a límites incalculables de desarrollo de nuestra industria petrolera, si hubiéramos abierto su explotación al capital privado y hubiéramos convertido los recursos en desarrollo a través del Desarrollo Humano de nuestra gente. Pero han regido tendencias de la llamada "izquierda" que le han negado al país y a su gente la posibilidad de crecer y desarrollarse para disfrutar de los beneficios de ese desarrollo que, habiendo sido posible le fue negado por razones políticas indefendibles a la postre y que, en su exacerbado énfasis en este siglo pleno de retraso, nos ha llevado a circunstancias en las que habrá que aceptar que nos tardará por lo menos una generación, pero más probablemente dos, reponernos del atraso logrado con la retahíla de desaciertos.

Lo que hemos logrado con estas acciones de "izquierda" y "nacionalismo" desencajados de las realidades de un mundo en proceso de constante modernización, es convertirnos en un país con familias divididas y diseminadas por la geografía mundial debido a la necesidad de lograr el desarrollo personal que ya no nos ofrece nuestro país  y convirtiendo en inconveniente para efectos del progreso personal y colectivo de nuestras nuevas generaciones la permanencia en el país. Lo que antes pudo ser el orgullo para unos y la atracción para otros en función de progreso y libertad, hoy lo es sólo para la avidez de riqueza mal habida y para el disfrute de la anarquía en función de poder. Los que tenemos memoria suficiente tenemos razones para llorar por el futuro de nuestros hijos que tengan que quedarse por necesidad.

odoardolp@gmail.com

Pdvsa Siglo XXI y la antigua estrategia

Cuando Pdvsa era una empresa respetada, su opinión era tomada en cuenta en el ámbito nacional y mundial y era productor de magnitud internacional con un futuro amplio, su estrategia fue la de colocar sus crudos mayoritariamente en sus propias facilidades y tener la máxima flexibilidad operativa cónsona con su dimensión y su importancia para el desarrollo del país. A pesar de la interferencia de la que fue objeto en el Siglo XX, logró convencer con argumentos y razones basadas en hechos (lo que a muchos políticos no les gustaba) para lograr que su desarrollo y el de la industria se fuera haciendo realidad a pesar de las opiniones de los disidentes de la izquierda, quienes en fin de cuentas tuvieron que aceptar que había que reincorporar al capital privado en la explotación del petróleo. Así nacieron las empresas mixtas que le dieron a Pdvsa Siglo XX el fuelle que no tenía por falta de capacidad para invertir y seguir creciendo. Se trataba de aumentar la producción y la seguridad operativa cuando era lo lógico buscando las fórmulas para lograrlo. Así llegamos al Siglo XXI en el que la explosión de los precios fue aprovechada para darle fuerza a una ilusión insensata pensando que lo imposible era posible. ¿Consecuencia?

Con el caos causado a partir de la decisión con un pito en cadena nacional, se inició la historia moderna del petróleo Siglo XXI: reducción de la producción propia de Pdvsa y limitación de la producción de las empresas mixtas; reducción de la capacidad de refinación; reducción de la generación de ingresos provenientes del petróleo; uso del petróleo para fines políticos tanto a nivel nacional como internacional; asignación indebida a Pdvsa Siglo XXI de obligaciones reñidas con su objetivo: en el uso de Pdvsa Siglo XXI como la omnipotente ejecutora de todos los milagros, sin que se tomase en cuenta la realidad de un país que crecía y sigue creciendo en sus necesidades y para atender a lo cual hubiera sido necesario que, dentro de la descabellada nueva estrategia anárquica, Pdvsa Siglo XXI hubiera crecido en cuanto al petróleo. La incapacidad de sus dirigentes y ejecutivos, guiados por una pesadilla no lo ha hecho posible.

Ahora nuestra triste e irrefutable realidad nos afecta directa, colectiva e individualmente. Retroceso en la producción, en la refinación (por mala praxis) y, por ende, reducción del suministro al mercado interno e importación de productos refinados y crudo; exceso de capacidad de refinación en el exterior e incapacidad de llenarla por falta de crudo y fondos para comprarlo; endeudamiento con los socios, los compradores y los suplidores y deudas de los mantenidos por razones electorales y otras políticas de una aparentemente necesaria influencia en nuestras relaciones internacionales, pero insostenibles en función de las realidades y con efectos destructivos en nuestro desarrollo como país; insuficiencia financiera y presupuestaria de Pdvsa y del país por los desajustes generados por la incapacidad de crecer y producir para nuestro sustento, convirtiendo a Pdvsa Siglo XXI en el único e insuficiente suplidor de las divisas requeridas para el más mínimo nivel de funcionamiento como país. Hemos desembocado en una situación de incumplimiento selectivo de nuestras obligaciones, tanto en divisas como en bolívares con suplidores de insumos, productos y servicios, tanto a nivel nacional como internacional, en un proceso de lo que parece ser un primer paso hacia un deslave financiero que se gesta como resultado de las piruetas realizadas para intentar infructuosamente convertir al Socialismo del Siglo XXI en una imposible realidad.

Preparémonos que la tormenta ya está en camino.

odoardolp@gmail.com

El petróleo y los políticos

Querámoslo o no (o quiéranlo o no), los políticos han trazado el camino petrolero utilizando la argumentación y las estrategias que les han parecido convenientes a sus propósitos y alegando las supuestas conveniencias para el país y su gente. A ellos le corresponde hacer el "Mea Culpa" a la manera de San Juan Pablo II en cuanto a los errores de la Iglesia, sobre el camino recorrido con el petróleo y el poco o nulo beneficio que ha significado para nosotros como individuos y como ciudadanos de un país que ha pasado de ser creador y defensor de libertades y generador de aspiraciones, a uno en el decadente proceso de convertirse en paria.

También, querámoslo o no (o quiéranlo o no), el petróleo ha sido y, por lo visto, cada vez será en mayor grado, el proveedor único de nuestra fuente de ingresos para generar una capacidad de progreso. Sin embargo, dado que a todas luces como que ya perdimos el tren (o la "guagua" de tracción de sangre) y nuestro futuro es cada vez más escabroso, si en verdad queremos progresar, habrá que reformar el enfoque político petrolero reconociendo abiertamente los errores cometidos y comprobando con hechos y acciones, el propósito de enmienda y las acciones que se tomarán para asegurar que lo pasado no vuelva a suceder. No basta con retrotraernos a situaciones y acciones anteriores que pudieran aparentar éxitos, ni decir que el cambio en el enfoque dará los resultados necesarios para el progreso. Será necesario enumerar y enunciar los errores cometidos en materia petrolera y las acciones que se tomarán para asegurar una nueva dirección que sea muy difícil cambiar. No basta con decir que manejaremos bien y correctamente la política petrolera que viene siendo el qué, sino cómo la manejaremos para que podamos tener algún grado de seguridad de que no seguiremos cayendo y levantándonos para volver a caer. Y hay que hacerlo en forma creíble.

La fórmula del examen post mortem (Mea Culpa) sería la indicada. Cuando hay un accidente, primero se hace un análisis de los hechos y luego de las consecuencias y al analizar los hechos, simple y llanamente, se identifican y reconocen los errores, porque el objetivo del ejercicio es el de identificar y reconocer lo que pasó y luego proponer las acciones necesarias y tomarlas (como debió hacerse en Amuay y no se ha hecho) y también se anotan los daños y las pérdidas causadas por las acciones inconvenientes. No basta con analizar el accidente y decir que no volverá a suceder porque ahora si lo haremos bien, porque resulta que a la luz de las realidades no lo hemos hecho bien: tenemos que reconocerlo y decirlo. No es cuestión de buscar culpables (mecanismo tradicional) sino de tomar las medidas correctivas necesarias al analizar los hechos y ofrecer las soluciones concretas, pero abierta y públicamente.

La industria petrolera ha ido en descenso desde que iniciamos la política de estatización de su operación con la fatídica frase de "no más concesiones". El país, aún con los inmensos ingresos en la última media generación, está en situación de caos, que no solo es la culpa de este gobierno (¿quién le dio el garrote?), sino que la explotación petrolera que ahora es la única salvación, está convertida en un despojo de guerra. Se hace necesario iniciar un proceso para que los políticos logren la credibilidad necesaria para iniciar un nuevo proceso.

¿Cuándo se iniciará el "Mea Culpa"? ¿Quién va a iniciar el proceso? ¿Quién tirará la primera piedra?

odoardolp@gmail.com    

El rescate del uso petrolero

Nuestra realidad de país inmisericordemente destruido por una ideología fracasada, nos plantea la oportunidad de revisar nuestros parámetros políticos para no caer en tesis que en fin de cuentas han resultado reñidas con el logro de un desarrollo humano verdadero. Vivimos una situación en la que por una necesidad imperativa, los mecanismos que hayamos utilizado en el pasado no serán aplicables: se impone una reingeniería de nuestro enfoque porque ahora dependemos totalmente del petróleo y de las dádivas que en forma de préstamos nos puedan hacer nuestros "clientes y socios minoritarios petroleros".

La industria petrolera está en el suelo: su producción total incluyendo las empresas mixtas apenas llega a 2.500.000 b/d y sigue descendiendo, la producción propia de Pdvsa es de 1.300.00 b/d.; la refinación no cubre el mercado interno y el contrabando de extracción; el potencial de producción es cada día menor, al igual que nuestros mercados naturales cada día menores, más distantes y menos rentables. Hoy no hay divisas suficientes para importar lo que nos es indispensable, empezando por la comida, ni para pagar las deudas contraídas; Cadivi y los dólares baratos desaparecen; la escasez es apabullante y la inflación galopante y progresiva a futuro; la inseguridad es segura y creciente; la infraestructura de nuestro país y su calidad (vialidad, escuelas, hospitales, policía y tribunales que deberían protegernos y defendernos) es cada día más inapropiada; nuestros nexos con el progreso se hacen minúsculos; la gente está cada vez más depauperada. Hemos entrado en una regresión que se nos convierte en remolino mortal y la moral y la ética son cada día más escasas; importamos hasta el pan nuestro de cada día y vamos llegando al punto que no sabemos si lo tendremos hoy. ¿Qué hacer?

No podremos ni hacer lo que antes hacíamos que nos llevó a esto ni seguir en esto. La reingeniería pasa por reformar nuestra manera de pensar y hacer las cosas de modo que podamos progresar en forma continuada y progresiva para adelantarnos y, en la medida de nuestros éxitos, recuperar lo perdido durante tanto tiempo. No se trata de socialcristianismo, de democracia cristiana, de socialismo o de comunismo en sus diferentes tintes, ni de izquierda o derecha. Se trata de darle a la gente los instrumentos para que tengan la oportunidad de lograr su desarrollo humano en la forma en que a ellos les parezca y con ello lograr el verdadero desarrollo del país en democracia. Lo que se hace necesario es pedirle a la gente, a los ciudadanos, que indiquen cuáles son sus necesidades y prioridades determinadas para, por y con ellos mismos, las que, una vez determinadas, sirvan para elaborar planes de acción basados en esas necesidades y no las que sean producto de la aplicación de parámetros comparativos con las tendencias internacionales que ciertamente no nos son aplicables. De esta forma no tendremos que pensar ni decir si las políticas, programas y proyectos son de izquierda, de centro o de derecha, ni definirlas en otros términos que no nos han servido para nada, sino establecerlas y desarrollarlas para que atiendan a las verdaderas necesidades de la gente, incorporándola en su desarrollo. Con este enfoque podremos impulsar el desarrollo humano de la gente y desvestir las acciones de los visos de rojo que tanto daño nos han hecho a través de los años en la búsqueda infructuosa, por incapacidad, de la solución de los problemas de la gente, a la que en ningún momento hemos tomado en cuenta en su realidad ni verdaderamente. Sería un enfoque que les resuelva sus problemas y atienda a sus necesidades y prioridades, determinadas por ellos mismos, en democracia y con libertad. Usar el petróleo para el desarrollo de la gente y de nuestro país.

odoardolp@gmail.com

El botín del petróleo

El petróleo siempre ha sido considerado un botín, solo que al convertir su explotación industrial en empresa del Estado, lo incorporamos como fuente de poder en manos de políticos que en el transcurso del tiempo y con acciones irrefrenables pero crecientes y de esperarse, se ha convertido en despojo producto de la acción política para su control y uso.

La explotación del petróleo en manos privadas permitió que el país saliera del atraso y lograra un progreso aceptable mientras la explotación la condujo la empresa privada y el gobierno de turno la regulaba y  controlaba dentro de sus posibilidades. Pero el "mal de la izquierda" como enfoque equivocado que ha envenenado tradicionalmente a nuestros gobiernos por no saber ni poder administrar el país para beneficio de su gente y que ha sido usado como muleta para disimular esa incapacidad, condujo las acciones por la alternativa equivocada de la estatización. Quienes para ese entonces estábamos en capacidad de opinar en la industria hicimos nuestra máxima espontánea y honesta contribución e indicamos los grandes riesgos de esa determinación. Pero el caldo de cultivo creado por las tendencias políticas del momento, inevitablemente condujo a  estatizar la actividad petrolera. Y como por arte de magia comenzaron a surgir los males aun cuando en un principio se respetara a Pdvsa Siglo XX para poder asegurar su  indispensable y necesariamente creciente contribución para los requerimientos del gobierno. Ese respeto se mantuvo en las primeras de cambio, pero la  tentación a ejercer el derecho de "manejar" la actividad petrolera, ahora en manos de los políticos, solo sirvió para intervenirla negativamente, modificándola hasta convertirla en instrumento dúctil con fines políticos.

En el proceso se modificaron los esquemas de administración de la empresa: el ministro de turno comenzó a aprobar el presupuesto, se redujo el lapso y la autonomía en la designación de los más altos ejecutivos, se incorporó a Pdvsa a la unidad del tesoro, comenzó la incorporación de personas ajenas a la industria en cargos de dirección y la asimilación de las condiciones de empleo de la industria para muchos de los ejecutivos del Estado relacionados con la industria. Comenzó la interferencia en la secuencia por mérito para ocupar las posiciones superiores al igual que las presiones del Ejecutivo para adjudicar contratos de obra o suministro y para la incorporación de sectores económicos afines a las actividades reservadas a la industria. La Cámara del Petróleo se convirtió en un "lobby" de contratistas y suplidores de Pdvsa. También apareció la inflación y llegó el momento en el que la industria misma hizo un estudio para determinar cuáles podrían ser las consecuencias de la hiperinflación (que reinaba en Brasil, Argentina y México) en sus actividades para anticipar lo que se avecinaba. Y con el petróleo finalmente en manos del gobierno, ya no había ninguna limitación a la acción posible por más descabellada que fuera. Comenzaron los grandes planes inviables de "desarrollo". Pdvsa llegaba a su máxima capacidad de gestión y para crecer hubo que llamar a los que habíamos despachado, con lo cual hasta la izquierda más radical estuvo de acuerdo. Llegó la barahúnda: Pdvsa Siglo XXI, el cochinito al que se le quiso poner la mano se alineó para uso exclusivo y excluyente con fines políticos de los sectores afines al gobierno, sin que el petróleo haya contribuido en nada al progreso de la gente durante el equivalente a media generación. La tarea, ahora, es cómo dejar de profundizar el foso petrolero que hemos venido cavando conscientemente. Será muy difícil estirar la escalera en lo necesario para ascender a la superficie.

odoardolp@gmail.com

El petróleo: un futuro incierto

Hay quienes todavía piensan que Venezuela puede convertirse en el mayor productor de crudo del mundo. Como aspiración es encomiable, pero conforma una imagen de ilusión más que de meta posible, sobre todo si seguimos pensando y actuando como lo hemos hecho durante todo el período en el que hemos sido un país petrolero con continuados visos rojizos, ahora claramente expresados. Analizando la realidad del mundo petrolero vemos que los grandes mercados son los Estados Unidos, Europa, y Asia, incluyendo en esta última a China, Japón y la India y nuestros mercados preferenciales son Estados Unidos, Europa, Centro y Sur América. Pero ¿qué está pasando en esos mercados?

Estados Unidos, a pasos agigantados, va camino a convertirse en exportador de energía y sus vecinos inmediatos y suplidores naturales y confiables, Canadá y México, (que por fin logró deslastrarse de su nacionalismo retrógrado e improductivo en petróleo) crecen en su capacidad de exportar y conforman con los "americanos" un mercado común. Europa tiene el Mar del Norte, el Medio Oriente, los ahora productores de la antigua Unión Soviética,  Rusia y los países del Norte de África como suplidores sin limitaciones naturales y con ventajas en cuanto a cercanía y calidad de crudos y productos. Asia, tiene como suplidores naturales con crudos de primera y con confiabilidad de suministro al Medio Oriente y África, entre otros. Los grandes productores de crudo, presentes y futuros, son Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita. A corto plazo, Estados Unidos no necesitará crudos ni productos importados, Brasil confronta la autosuficiencia, Bolivia exporta y Colombia y Argentina crecen como países petroleros. Nuestros otros mercados de Centro y Sur América son mínimos.

Realidad es dramática. Tenemos una producción en descenso, una calidad de crudos mayoritariamente mala, con insuficientes medianos y livianos que son los que pueden ir a nuestras refinerías; un mercado interno creciente que ahora requiere importación de productos y crudos; una capacidad de refinación estancada en su crecimiento y malograda en su mantenimiento y manejo; requerimiento de grandes inversiones por la necesidad de refinar parcialmente nuestros crudos de la faja para hacerlos comercializables y manejables; un historial de inconfiabilidad como suplidor en nuestro reciente pero ahora único pasado; una propiedad mayoritaria de la actividad petrolera en manos de un estado gerencial, técnica y financieramente incapaz, que le pide prestado a los socios minoritarios y a los suplidores de servicios; un país destruido y en proceso de quiebra que requiere inmensas inversiones y un Estado que es dueño de todo pero que no dispone ni dispondrá de los recursos humanos y financieros necesarios para la tarea que tiene que acometer; una imposibilidad de atraer a los inversionistas nacionales y extranjeros para que vengan a producir nuestro petróleo costoso y de mala calidad y que será difícil vender o venderlo a precio más bajo, porque nuestros mercados naturales estarán copados y los otros tendrán alternativas de mejores crudos. Agreguemos las limitaciones y la inflexibilidad de toda índole en materia petrolera desde el punto de vista ideológico y legislativo. Y esta es solo una muestra de nuestra realidad petrolera de la que ahora dependemos exclusivamente.

La pregunta: ¿estamos preparados para hacer los cambios a todas luces indispensables en nuestras políticas y estrategias para adaptarnos a nuestra nueva y triste pero cierta realidad?

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La insólita Pdvsa Siglo XXI

Uno trata de entender cómo Pdvsa Siglo XXI ha logrado auto destruirse y además convertir a la actividad petrolera en una fuente única e insuficiente de fondos para las necesidades del país y, al hacerlo, confronta una serie de realidades que lo explican. ¿Cómo se ha podido convertir a la "gallina de los huevos de oro" en una infértil cacareadora? Para entender esta realidad debemos tomar un punto de partida: la producción propia de Pdvsa a fines del Siglo XX era de 3.000.000 b/d y la total de la industria era de 3.100.000 sin que se hubiera incorporado aún la producción de las empresas mixtas de la Faja. Hoy, la producción total del país es de unos 2.500.000 b/d: 1.300.000 b/d de Pdvsa Siglo XXI (una reducción de la producción propia de 1.800.000 b/d equivalente a una disminución de más de 100.00 b/d por año)  y 1.200.000 de la producción de las empresas mixtas de la Faja migradas o no. Una simple cuenta sin mayores dificultades indica que de haberse tan solo "mantenido" la producción propia de Pdvsa Siglo XX estaríamos produciendo 4.200.000 b/d. ¿Pero por qué ha sucedido esto?

Primero se les metió en la cabeza "dominar" a Pdvsa y botaron a toda la plana mayor (le mocharon el cuerpo extirpándole de la cintura para arriba, incluyendo el cerebro). Después decidieron que había que dominar las empresas mixtas y tomaron la mayoría accionaria, dándoles la propiedad proporcional de las reservas a los socios minoritarios (desestatización) y asignándole la operación a Pdvsa Siglo XXI. Más aún, le asignaron a Pdvsa Siglo XXI una serie de tareas para suplir sin éxito las incapacidades de un estado en proceso acelerado de transición hacia el caos y destinando los recursos del petróleo a fines inconfesables de proselitismo político en función de sueños irrealizables interna e internacionalmente. En el principio y pensando que esa situación se mantendría y hasta mejoraría, los dineros provenientes del petróleo alcanzaban para todas las ideas ilusas que se les ocurrieron. Así, y sin que les pegara en el bolsillo comenzó una euforia de "expropiaciones", de "inversiones" en nuevas actividades de estado dentro de un enfoque inconveniente de propiedad mayoritaria de los medios de producción, que aceleradamente se fue convirtiendo en necesidades de importación como resultado de la limitación impuesta al sector productivo privado y la incapacidad del aparato productivo del estado de producir en reemplazo del sector privado. Pdvsa Siglo XXI pagaba y siguió pagando, pero los precios no siguieron subiendo, la producción siguió bajando y el costo del aparato improductivo del estado y el creciente tamaño del estado y sus instituciones, comenzó a deteriorar las cuentas incontroladas y a mermar la disponibilidad de las divisas producidas ahora por la única fuente: Pdvsa Siglo XXI, la cacareadora infértil. Pero otros "consumos" incidieron: el uso de los fondos para fines ya identificados y reconocidos y para la necesidad de ganar elecciones a cualquier costo, aparte de la incapacidad de los miembros del gobierno para generar progreso y para generar anarquía. Comenzó el intento de resolver a través de distintas fórmulas de préstamos y postergar la cancelación de las deudas, obligatorio en una situación como la anotada. Resultado de la insensatez del uso de Pdvsa en estos 15 años: Falla la luz, se raciona el agua, escasean los productos de la dieta básica y de los que no lo son, las líneas aéreas se van, los comercios cierran, crece el desempleo, no hay carros ni repuestos, se caen los puentes de guerra, el costo de la vida toma primacía, la inseguridad se incrementa más aún con la represión del estado, el país llega a récords insólitos en todas las mediciones de lo que no se debe ser. ¡Ah! Lo insólito: ahora también importamos gasolina.

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Petróleo: público o privado

Si analizamos crudamente nuestra realidad como país petrolero y nuestro desarrollo como país, producto de nuestras acciones en el manejo de esa actividad, llegaremos necesariamente a la conclusión de que nos hemos equivocado. Querámoslo o no, nuestra suerte, ahora más dramáticamente que nunca, depende del petróleo,  ya que lo que habíamos desarrollado en otras áreas lo hemos destruido lenta pero efectivamente a pesar de la ventajas con las que la naturaleza nos ha bendecido. Esa realidad se ha hecho innegable con nuestro transcurrir de los últimos 15 años, durante los cuales nos hemos "dado el lujo" de hacer todo lo que en cualquier libro primario de desarrollo se establece como "prohibido".

Debemos entender que por la acción del Estado durante estos últimos quince años, las circunstancias se han agravado hasta el punto de que cualquier desarrollo que lográramos en el pasado para depender menos del petróleo, se dilapidó con una acción equivocada en todo sentido en materia de petróleo, producción agrícola, turismo, producción industrial (privada y del nuevo Estado capitalista), Desarrollo Humano en términos de servicios provistos por el Estado incapaz, y pare de contar. Esa realidad nos ha retrotraído a etapas de nuestra historia que hubiéramos querido haber superado definitivamente y que ahora nos obligan a tener que rehacer lo bueno que hemos destruido, con la desventaja de que por el estancamiento, el mayúsculo retroceso relativo y con la anarquía que se ha convertido en uso y costumbre, casi que tendremos que comenzar de cero en términos de la tarea que tendremos por delante, cuando al fin nos demos cuenta de que no podemos seguir con las locuras que se han convertido en nuestro pan de cada día, en nuestro triste y reciente devenir. ¿Cuál es esa nueva realidad?

Hay que rehacer todo: "es más fácil tumbar la casa que repararla". No es cuestión de unos paños calientes. Se requiere una reorientación total con rumbo fijo y productivo de la actividad del Estado en circunstancias verdaderamente delicadas. Tengamos en cuenta que llevamos la mitad de una generación en proceso de retroceso verdadero, período durante el cual hemos destruido todo lo que habíamos logrado. Es comenzar de nuevo cuando las circunstancias lo permitan, pero en gran desventaja, tanto en nuestra realidad palpable como en la relativa para con el resto del mundo del cual nos hemos ido separando aceleradamente.

Nuestra suerte ahora depende exclusivamente del petróleo que aún tenemos, pero para cuyo desarrollo en función de nuestras enormes necesidades creadas por la indolencia y la impericia, se requerirá un enfoque muy distinto si queremos reponernos de nuestro retroceso real y relativo, ya que el resto del mundo ha estado corriendo mientras nosotros hemos retrocedido al correr en dirección contraria. Tenemos que aceptar (si como dicen los historiadores, la historia nos sirve para no repetir los errores) que el camino tiene que ser a través de la explotación petrolera por parte del capital privado, rescatando por necesidad lo poco que queda de las ruinas de Pdvsa, después de setenta y tantos años de decirle a la gente que nuestro petróleo debe manejarlo el Estado, y aunque debamos, de la noche a la mañana, decirle a la gente que nos hemos equivocado y que no lo hemos sabido manejar en función del Desarrollo Humano de nuestra gente, sin el cual no podremos lograr el verdadero desarrollo como país.

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Petróleo: ¿Qué hemos hecho?

Nuestra acción política para con la industria petrolera en los últimos sesenta y pico de años nos ha transformado de ser uno de los mayores y principales países petroleros a tan solo un país productor de petróleo en declinación cierta, con relación a nuestros competidores. ¿Cuáles han sido las realidades?

Disponibilidad siempre hemos tenido y mucha, con una inmensa cantidad de reservas de crudos de distintas gravedades, pero principalmente de crudos de baja calidad y rendimiento en productividad por pozo: en consecuencia alto costo relativo de producción al tener que perforar más pozos para una producción dada y altos niveles de inversión en el mejoramiento de los crudos para hacerlos manejables y comercializables. Además, alto costo de inversión en procesos de refinación.

La acción política de nuestros gobiernos siempre ha sido restrictiva y "exprimidora", salvo en aquellos gobiernos en los cuales tuvimos el régimen de concesiones y las dimos. Desde fines de la década de los años 40 hasta el presente la política subyacente imperante por mayor lapso fue la de "sacarle" el jugo a la industria y apostar a que, aún así, los recursos generados serían suficientes para cualquier necesidad aceptable/posible y aún para las mayores extravagancias políticas tanto internas como externas. Durante un lapso importante no hubo mayor confrontación entre los recursos financieros requeridos para la actividad petrolera y aquellos requeridos para el desarrollo del país, pero a partir de la estatización de la actividad se instauró el conflicto permanente entre usar el dinero generado por la industria para su desarrollo y crecimiento, para financiar el crecimiento del país o con fines políticos, exacerbándose  el conflicto a partir del advenimiento del chavismo. No solo eso sino que se profundizó la tesis del control total de la actividad por parte del estado, eliminando las acciones liberales que permitieron la reincorporación de la inversión privada en el desarrollo de la industria y por ende la reducción del conflicto en el uso y disposición de los fondos. Al estatizarse la actividad petrolera y, luego, al exacerbarse la política sobre el control de la actividad y el uso de los fondos provenientes del petróleo exclusivamente con fines políticos, se profundizó el estancamiento del desarrollo del país y su crecimiento y obviamente se intensificó el deterioro del Desarrollo Humano de su gente, aparte del deterioro de toda la infraestructura del país y de todas las empresas y actividades que, incrementalmente, se han incorporado bajo la propiedad de un estado cada vez menos capaz de manejar lo que le es intrínseco y mucho menos lo que no tiene ninguna lógica que maneje, bajo parámetros apropiados a los de un país subdesarrollado que requiere y requerirá, para su futuro y continuadamente, la inversión del capital privado, nacional y extranjero.

Se nos presenta una situación grave en la que tenemos que tomar decisiones que nos permitan reiniciar el desarrollo y crecimiento de un país con inmensas necesidades en todas las áreas, con una capacidad mermada de producción y con la seguridad de que no tendremos ni los fondos ni los recursos humanos para atender a todas esas necesidades en base a un capitalismo de estado. Es hora de instrumentar mecanismos que nos permitan deslastrar al estado de tantas cosas que otros pueden hacer mucho mejor que nuestro Estado deteriorado gerencial, moral, técnica y financieramente.

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Petróleo: alternativas

Nuestra historia petrolera contiene tres alternativas que se usaron en el tiempo para el manejo petrolero. La primera fue la de la producción, refinación, transporte y comercialización en manos de la empresa privada. La segunda fue la de la estatización de toda la actividad petrolera y la tercera fue la de reincorporar a la inversión privada en la operación petrolera al llegar a su límite la capacidad operativa de la Pdvsa iniciada en 1976, por razones de conflicto en el uso/necesidad de los fondos producidos por la empresa. Había llegado el momento en que no se podía atender tanto a las necesidades financieras de Pdvsa para incrementar su actividad y como proveerle al estado los fondos requeridos para atender a sus responsabilidades. Así llegamos a la reincorporación de la empresa privada y a las empresas mixtas, ajustando las reglas del juego para hacerlo posible. Hasta ese momento las cosas iban bien aunque los precios, que nunca han dependido de nuestras acciones unilaterales sino de las circunstancias de la oferta y la demanda, hacían que muchas veces tuviéramos que ajustarnos el cinturón. Finalmente, los precios se estabilizaron a un nivel muchas veces soñado pero nunca realizado y los sueños, convertidos en realidad, nos hicieron creer que podríamos desarrollar alas para volar fuera de toda interferencia: al iluso se lo ocurrió convertirnos en una potencia mundial a expensas de nuestro futuro y se tomaron las medidas y se desarrollaron acciones soñadoras que nos han convertido en un país atrasado real y relativamente, hasta el punto que somos los líderes en todos los aspectos negativos que pueda tener un país. Nos hemos venido convirtiendo en un país adjetivo hasta el punto que nuestras Fuerzas Armadas se llaman a sí mismas bolivarianas y no venezolanas.

Consecuencias. Durante el período en el que la industria estuvo en manos de la empresa privada nos convertimos de país rural, atrasado y lleno de malaria a país progresista que pudo atraer gente y capitales y servir de asilo político a perseguidos del mundo. Pero en el camino, nuestro subdesarrollo nos hizo pensar que podíamos ser y que éramos una potencia petrolera incontrovertible y que podíamos darnos el lujo de jugar con nuestras realidades y cada día ser más potentes (o prepotentes: recordemos los planes de la nación que nos causaban pena a quienes los oíamos en países que en aquel entonces eran menos "desarrollados" que nosotros). Era la época de las primeras de cambio de nuestra estatización del petróleo unida a una explosión de los precios. Nuestras acciones nos fueron mostrando otras realidades. Comenzó la interferencia en los manejos de la industria, hubo que abrir el campo para reincorporar a los que se habían ido y poder desarrollar planes de crecimiento de la industria que nos hubieran convertido en uno de los mayores productores de crudo del mundo.

El sueño de un nivel de precios que inesperadamente se hizo realidad y permitió que pensáramos de nuevo en volar fuera de toda interferencia, nos permitió que nos dejáramos jugar otra pasada. Ansias renovadas insostenibles de poder e influencia mezcladas con esquemas políticos y económicos confusos e inviables, mantenidos a través de controvertidos mecanismos ajenos a todo desarrollo verdadero, nos han convertido en un país en regresión con quince años de estancamiento y retraso relativo ante un mundo en vuelo acelerado de modernidad.

Hemos retrocedido a los tiempos del paludismo, de insuficiencia y escasez que habíamos superado. Nuestros jóvenes protestan por recuperar su futuro: nuestro futuro.

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El petróleo: nuestra realidad

Los precios internacionales de nuestros productos petroleros: crudo, gas y derivados, tienen una tendencia a la baja, producto de las fuerzas vigentes del mercado. Mientras más crudo y productos haya y mientras más lejanos nuestros clientes y menor el crecimiento del mundo consumidor, el resultado de nuestras ventas tendrá que ser menor. Nuestra realidad es que cada día le vendemos menos a quien nos paga de contado y le entregamos más a quien no nos paga y a quien nos presta. Además, nuestros mercados son cada día más distantes y conllevan mayor componente de flete y su composición es peor en calidad. Si cada día fiamos más y nuestras ventas son a clientes más lejanos y a muchos les estamos entregando para pagar préstamos o para intentar tener un poder que no utilizamos en beneficio de la gente, entonces no debe sorprendernos que nuestro ingreso por concepto de petróleo sea cada vez menor. Esto por concepto de los precios.

En la variable producción/refinación. Otro hueco. En este sentido nos distinguimos por nuestra habilidad para reducir la capacidad de producción y de refinación, mezclote de una ineptitud para manejar la operación petrolera y de la insuficiencia presupuestaria para nuestra producción directa y para la participación en las empresas mixtas, a las que además perjudicamos en razón de los esquemas cambiarios y administrativos. Ni hablar de eficiencia en refinación que se ha reducido como producto de la falta de mantenimiento y de ampliación, producto de la mala gerencia y de la incapacidad financiera del estado. Aunque Pdvsa "es de todos", mucha gasolina que consumimos no es de Pdvsa sino importada con una relación infernal de precio de compra versus precio de venta.

En la variable calidad, por la incapacidad operativa y financiera de Pdvsa y el freno impuesto a la ampliación de la producción de las empresas mixtas, no hemos desarrollado la producción de crudos liviano y medianos, ni tampoco la de crudos pesados, así que cada día tenemos menos producción de crudos y, en mayor proporción, crudos de peor calidad y más costosos. Esto afecta a la reducida refinación: importar crudo livianos/medianos.

El mercado interno, incluyendo el contrabando de extracción, crece por razones demográficas y de relación de precio con nuestros vecinos, y se suple a través de la combinación de generación hidráulica/térmica y de la relación de los precios interno/importación. Como el estado incapaz no ha podido combinar las variables en cuestión y "para hacerlo más eficiente" ha absorbido su manejo en su totalidad hasta el punto de que paga en vez de cobrar por vender, genera inmensas pérdidas, aún con la reducción de la planta industrial privada.

Sumando lo antes enunciado y debido a que cada día nos vamos distanciando más de un futuro petrolero promisor en razón de nuestros errores al usar el petróleo con el fin de tratar de mantener la preponderancia insostenible de una ideología "fuera de moda" e improductiva en cuanto a Desarrollo Humano y por desatender la dinámica del mercado (producción/consumo/mercados/competitividad), nos hemos rezagado irremisiblemente. Tenemos que entender y aceptar que nuestra realidad petrolera y, más aún, nuestro futuro petrolero requieren acciones de cambio urgentes si queremos desviarnos del camino de convertirnos definitivamente en un "expaís".

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Petróleo: algunas afinaciones

En retrospecto es importante analizar en frío los distintos momentos de nuestra acción en materia petrolera por parte del Estado. En los inicios de la actividad hacia fines del siglo XIX  y los primeros 40 años del siglo XX, el Estado otorgó concesiones y la industria petrolera conformada por las empresas extranjeras llevaron a cabo las actividades de exploración, producción, refinación, transporte y comercialización de crudos y productos y a partir del gran reventón Venezuela incursionó en el panorama universal y pasó de ser un país netamente agrícola a un gran país petrolero. A partir de ese momento comienza la pregunta de cuánto petróleo producir y qué hacer con él. Se trataba de un país con inmensos recursos sin preparación alguna para dirigir la actividad petrolera para lo cual comienza entonces la formación de los recursos humanos venezolanos en materia petrolera y la creación de oficinas y escuelas de estudios relacionadas con el petróleo. Nacen las leyes del Trabajo y de Hidrocarburos y los sindicatos petroleros. Se dan concesiones para incrementar la producción. Se usa la Ley de Impuesto Sobre la Renta para maximizar el ingreso petrolero y se intensifica la fórmula de impuestos para aumentar los ingresos del Estado. Hasta allí camina el crecimiento de la actividad y aparece el Medio Oriente como inmenso productor de petróleo y como iniciador de la "estatización" de la actividad petrolera.

Hacia fines de los años 40 se autorizan las grandes refinerías de Falcón y comienza la intervención, con mareos de izquierda, por parte del Estado en la comercialización de los crudos y productos: se fijan los precios de la gasolina, se inicia participación como comercializador internacional y se dictan la política de "no más concesiones" y el "fifty-fifty". Se inicia el estancamiento de la actividad petrolera y de su desarrollo. Continúa el desarrollo incremental de la capacidad de formación de recursos humanos en materia petrolera. El gobierno de Marcos Pérez Jiménez otorgas nuevas concesiones. Cae Pérez Jiménez. La dinámica del petróleo resquebraja los precios del crudo a nivel internacional y esa realidad afecta la comercialización de nuestros crudos y productos y el ingreso para el Estado llegándose a la creación de la OPEP como mecanismo para controlar la producción de crudos y mantener los precios. El Gobierno trata por todos los medios impositivos de incrementar los ingresos pero desatiende la opción de permitir una mayor producción a través de la incorporación de nuevos campos debido a la fórmula de "no más concesiones".

Comienza la estatización de la actividad petrolera y con ella su declinación. Se inicia una nueva estrategia con la creación de la CVP como ruta para el desarrollo de la actividad de la industria. Cero progreso. Luego vino la idea de la estatización a través de Pdvsa, a pesar de los riesgos implícitos que el Estado desestimó. Se convertía una industria con recursos humanos muy calificados en una empresa del Estado: se absorbía una industria calificada pero declinante y sin planes a futuro que se convertiría en una gran empresa hasta que su incapacidad financiera limitó su crecimiento y hubo que llamar a las empresas que anteriormente habían sido sus propietarias, para continuar el camino de crecimiento.

Lo demás es historia reciente y conocida. La base del crecimiento del país convertida en instrumento de una parcialidad política durante quince años en los cuales el mercado y sus circunstancias nos van dejado fuera de juego.

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Una nueva estrategia petrolera

La decisión política con consecuencias económicas nefastas de obligar a Pdvsa y sus filiales a participar más allá de su capacidad de invertir, tanto en su actividad propia como en la de las empresas mixtas en las cuales está obligada a financiar en forma mayoritaria, unida a su incapacidad de gestión y la ampliación de su rol para satisfacer exigencias políticas que no le corresponden, (Mercal, minería, regalos políticos en especie y en efectivo, etc.), la limita en forma desmedida para generar fondos a través del aumento de la producción y refinación que no ha logrado ni directamente ni a través de las empresas mixtas. En contrasentido, se ha ampliado la generación de fondos a través del endeudamiento garantizado con la entrega de crudo y productos, de financiamiento a través del Banco Central y del arrastre necesario de las deudas impagadas, cercenando el futuro de la industria tanto por parte del Estado como del sector privado. Se ha optado, increíblemente, por incrementar el uso de las divisas declinantes por una producción decreciente y una estabilización a la baja de los precios, para generar los recursos necesarios en función electoral, continuando un enfoque como si la capacidad de generar ingresos fuese interminable. Se insiste en un círculo que genera reducción de la producción de crudo y productos, contribuyendo a un déficit cada vez mayor de producción en comparación con los requerimientos financieros necesarios para mantener un sistema insostenible.

Ante esta situación producto de la escasez de criterio de nuestros gobernantes en lo que va  de siglo, las cosas se han complicando porque ya se hace imposible seguir escondiendo la realidad: hemos despilfarrado una inmensa fortuna en perjuicio nuestro; en perjuicio de la gente en lo presente y futuro. Debimos: invertir en lograr desarrollo humano para una cada vez mayor libertad y progreso a través de la educación, en la creación de las fuentes de trabajo, en la diversificación de la economía, en ampliar las fuentes de financiamiento de nuestro desarrollo a través de la inversión privada conjugada con la acción del Estado, en la liberalización de las limitaciones a la actividad productiva, en la alianza con los que lideran el progreso en el mundo, en la incorporación de todos los progresistas a la actividad del desarrollo y del progreso, nacionales y extranjeros, en la incorporación de los capaces y calificados en los cargos de dirección, en la convocatoria a un esfuerzo de todos: en fin, en la verdadera búsqueda del progreso para todos. Veamos lo logrado y recapacitemos.

Cada día producimos y refinamos menos, luego menos $ para necesidades cada vez mayores; solo exportamos petróleo; el Estado tiene un tamaño gigante e improductivo (ha quebrado: no es viable); la infraestructura del país está muy deteriorada y atrasada; la actividad tanto personal como institucional del empresariado privado vive una creciente interferencia, limitación y reducción; los nexos con el resto del mundo de progreso están debilitados; no hay inversión ni privada, ni extranjera, ni pública; la educación y las instalaciones médicas del Estado están en el suelo; el Ejecutivo se ha "adueñado" de las importaciones (antes para controlar, ahora por falta de $); todos los suplidores están paralizados por falta de pago en $ a la tasa convenida (aviones, suplidores, financistas, etc.); la inseguridad y la persecución reinan "in crescendo"; la inflación agobia; la escasez se hace insoportable.

¿Y todavía creen que su estilo de gobierno pueda permanecer?           

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El petróleo: nueva oportunidad

Nuestra historia petrolera y la experiencia de lo sufrido en carne propia nos debe enseñar varias lecciones que son perfectamente aplicables a otras incursiones y que nos tienen que indicar que el camino trajinado y el futuro con más de lo mismo, en resumen, han sido y seguirán siendo un verdadero fracaso, digno de un estudio de caso ("case study") de cómo no hacer las cosas.

En el caso del petróleo, mientras estuvo en manos privadas con tecnología permanentemente moderna e inversiones provenientes de fuentes distintas al erario público y, a pesar de los errores imperdonables cometidos, permitió que nuestro humilde país se convirtiera en una potencia petrolera, con todo y que la acción política de los "demócratas" de nuestra era durante los últimos 70 y tantos años, no supo ni ha sabido aprovechar las oportunidades para convertirnos en un país portento de progreso y calidad de vida: oportunidad perdida que va a requerir un largo período para reponernos de los daños autoinfligidos: y aquí hablamos solo del petróleo, en cuyo caso todavía nos queda el recurso de apoyarnos en la inversión y tecnología extranjeras para dar un gran salto e intentar recuperar todo el tiempo y el esfuerzo perdido, por nuestro antojo de seguir queriendo ser lo que no podemos.

La etapa "democrática" del siglo XX, en resumen, frenó el desarrollo del petróleo en cuanto a potencial y capacidad de producción: no más concesiones y luego no más inversión ni crecimiento; más bien declinación de la actividad. Con la estatización se potenciaron los riesgos de la politización de la actividad (eso lo dijimos los petroleros en el momento oportuno) y eventualmente tuvimos que llamar a los que habíamos "volado" de la actividad para que vinieran a aumentar la producción con una inmensa inversión que no podíamos (ni podemos) hacer, de modo que pudiéramos explotar la inmensa reserva de crudos de mala calidad de la que disponemos. ¿Cuánto tiempo perdimos en ese ejercicio de jugar con candela apoyándonos en una  acción supuestamente solicitada por el pueblo y siguiendo tendencias políticas de comprobada inconveniencia? ¿Y cuánto nos ha costado y nos va a costar en términos del desarrollo humano pasado, presente y futuro de nuestra gente, los ciudadanos de este país? ¿Y cuándo hemos oído que alguien haga un mea culpa por todos los desatinos que nos han hecho perder paulatina pero inclementemente nuestra calidad de vida y nuestro desarrollo relativo, cuando vemos que otros con menos potencial y riqueza nos superan en todo sentido?

Con el slogan de que el petróleo es de todos o que debe ser de todos, pero con la realidad de que nos es de nadie y mucho menos de la gente, por la forma en que lo hemos malbaratado al mantener los niveles de pobreza que nos afligen, vemos que ha habido un colapso al cambiar de lema y convertir el de "la empresa (póngale el nombre de petróleo) somos todos" a "el petróleo es de todos". A la luz de los resultados, ¿podemos seguir alardeando de la consigna política de que el petróleo seguirá siendo de los venezolanos? ¿Es que acaso alguna vez no lo fue? ¿Y ahora los es?

Lo que cambió fue que el monopolio de la operación se consolidó y exacerbó en manos del Estado de un país subdesarrollado, cuando la actividad debió seguir en manos de los que sabían y podían desarrollarlo bajo el control del Estado. Si no hemos aprendido esa lección elemental, ya no tendremos futuro.

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Petróleo: legado de un mal manejo

Con el advenimiento del siglo XXI y bajo las premisas equivocadas de que: el barril podría llegar a $200, la producción aumentaría a 5 millones de barriles por día, el valor de las exportaciones cubriría ampliamente todos los excesos de un Estado sin planificación alguna, con los petrodólares nos convertiríamos en "la" potencia política regional, el recién electo sería eterno, podríamos sufragar todas las locuras y los desaciertos sobre esquemas macro y microeconómicos, entre otros, comenzó el trágico juego de llevar el país a la quiebra, manteniendo a toda vela el rumbo inconveniente de intentar convertir al Estado en el proveedor de todas las cosas físicas y espirituales, suplantando o reduciendo al sector privado a la mínima expresión. Aunado a esas premisas se agregó el dominio por parte de un partido político de las instituciones del Estado y un creciente grado de presión sobre la población para controlarla en sus manifestaciones de un cada día mayor descontento con la realidad negativa de su calidad y forma de vida: todo para lograr la eterna permanencia de una "ideología" política fracasada en todas las oportunidades en que se ha aplicado. Pero en criollo: "una cosa es los que piensa el burro y otra el que lo monta". Así, lo que pareció ser un objetivo alcanzable se ha convertido en pesadilla tanto para los que quieren mantener el sistema como para los que vivimos la realidad de las consecuencias de acciones obtusas negadas con el progreso, las necesidades y el desarrollo de la gente. Son conceptos que no han dado resultados satisfactorios en ningún país del mundo y que ha aprendido la mayoría de los países latinoamericanos. ¿Y cuál es el resultado de esa trágica intención de convertir a nuestra tierra en una copia al carbón de la tragedia cubana, pensando que con el petróleo podríamos darnos el lujo de lograr lo imposible? Veamos.

Durante el siglo XXI no se ha invertido ni un centavo en desarrollo; solo se ha gastado en hacer lo que no debemos (lo improductivo) y en intentar engañar a la gente indefinidamente, capacidad de engaño que, apoyada en el petróleo, se ha hecho insostenible al igual que la aspiración de mantener contenta a la gente en base a tasas de cambio del dólar que hacen que nuestras relaciones económicas sean insostenibles y a fuerza de dádivas. ¿Puede un kilo de azúcar costar 6 bolívares que convertidos a una tasa de cambio realística no llegaría ni a 10 centavos de dólar?

Imposible seguir manteniendo la ficción.

Y la situación se ha agravado hasta tal punto que no hay suficientes dólares para mantenerla, no hay capacidad de crédito para ese Estado aparatoso mantenido ilógicamente, no hay producción nacional porque se ha frenado fatalmente a la empresa privada (ya no hay ropa ni carros ni repuestos ni cemento ni cabilla ni suficiente electricidad ni papel toilette: y pare de contar). Hay una producción declinante de petróleo y un mercado en recesión para nuestros crudos y sus precios, aparte de que tenemos que importar la gasolina que antes producíamos. Unamos a esto la incapacidad de seguir dándole subsidios al pueblo que ahora comienza a percatarse de que su continuidad física está en peligro y que su futuro cada vez es más distante, con una inflación que ha cobrado una personalidad inocultable y que se une a la inexistencia de lo indispensable para una vida normal. Y las reservas de crudo más grandes de la tierra en proceso de convertirse en una ilusión.
 
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El petróleo y nuestras oportunidades

Todos nuestros gobernantes han pensado que el petróleo es la base del progreso de nuestro país y la fórmula de asegurar el progreso, aun con los mayores ingresos, bajo cualquier fórmula desacertada en su manejo. Cuando pudimos incrementar la producción de crudos y productos por la necesidad insatisfecha de nuestros mercados naturales, limitamos la explotación por razones ajenas a las verdaderas realidades, enfrascándonos en un esquema petrolero que ha sido rematado con un manejo que busca el control para soportar y promover un partido o parcialidad política a expensas del desarrollo de la gente y del país.

Con toda la cadena de acciones equivocadas hemos desembocado en una situación de "juego trancado" con una tantera inconveniente para el país. Tenemos un mercado natural de petróleo declinante en contraste con las ilimitadas reservas de crudo y una producción de crudo y productos en tobogán; una insuficiente capacidad financiera para desarrollar el petróleo y del Estado para atender a las necesidades cada día mayores y más apremiantes del país; una extremadamente mermada capacidad de producción industrial y agrícola que se ha intentado reemplazar con la estrategia de "importarlo todo" bajo el control del Estado, apoyándonos en la supuesta capacidad financiera ilimitada provenientes de la "gallina de los huevos de oro"; un empobrecimiento catastrófico del común de los mortales por la combinación de desempleo e inflación abrumadores que se intenta contener sin éxito a través de los controles de precios y medidas punitivas extremas; una trágica inseguridad humana (no solo personal); una reducción de la capacidad de crédito del Estado y de la disposición de los inversionistas a invertir en el país. Con este negro pero verdadero panorama iniciamos el año 2014.

El resultado de la gestión desde que comenzó el llamado "Socialismo del Siglo XXI" ha desembocado en una situación inmanejable en la que ninguno de los esquemas que se han aplicado ha permitido progreso ni desarrollo en el país. Ni siquiera ha permitido el mantenimiento de la dimensión de la infraestructura sobre la cual se basa el ingreso petrolero. Solo se ha usado el petróleo para mantener una hegemonía política relativa usando indiscriminadamente los recursos del petróleo para todo propósito, disparando soluciones acaloradas y desensambladas para tratar de contener los efectos sin atender a las causas. Todo este conjunto de "soluciones" nos ha venido llevando a una situación en la que ya no es posible seguir diciendo lo que no se ajusta a la realidad. Ya el mundo al cual pretendemos pertenecer pero del cual nos hemos venido apartando constante y aceleradamente en los últimos tiempos, se ha dado cuenta y comienzan las acciones correctivas de diversos sectores para proteger sus intereses en perjuicio de los nuestros, tanto individuales como colectivos y nacionales, a pesar de que seguimos con el "cuento cubano" de la independencia y la libertad.

En realidad se trata de si creemos o no que podemos engañar a todo el mundo todo el tiempo. Hasta ahora tenemos una mitad decreciente que parece creer en el camino que seguimos y otra mitad creciente que se va dando cuenta de que vamos hacia un despeñadero. El problema es que ya se agotaron las soluciones aparentes. La escasez de criterio de nuestros gobernantes nos va llevando a la escasez de total.   

   
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Nuestro panorama petrolero

Nuestra conveniencia como país petrolero siempre ha sido atender e incrementar hasta el máximo el mercado de Estados Unidos, incluyendo en ese destino instalaciones propias de refinación para asegurar, en un volumen importante, la colocación de nuestros crudos de mala calidad. En otros mercados colocábamos algunos tipos de crudo especiales y algo de nuestra producción para poder incorporar nuestra producción en el área circundante a nuestra ubicación geográfica. Ese mercado, además, paga de inmediato, en divisas y en efectivo y conlleva la menor carga por concepto de flete y tiempo de entrega.

El incremento de los precios del petróleo en razón de las medidas políticas (OPEP) y del crecimiento de la economía mundial, hicieron factible la explotación de yacimientos cuyo costo había sido inmanejable. Canadá ha aumentado su producción y México acaba de desbloquear su industria. Así, el mercado más grande del mundo está en vísperas de ser exportador y tendrá petróleo de sus vecinos inmediatos, y los países de nuestro hemisferio que pudieran ser consumidores de nuestra producción igualmente se van acercando a la autosuficiencia o a la condición de exportadores. Incorporemos los incrementos de producción y disponibilidad en el Medio Oriente de crudos de alta calidad cuyo destino será la India y China. A este panorama debemos agregarle la estrategia petrolera del Socialismo del Siglo XXI, que contempla la intensa desatención de la producción y refinación de petróleo con las consecuencia nefastas que ya se hacen obvias, el regalo del combustible a los consumidores nacionales y vecinos (extracción), la importación de productos, el financiamiento con fines políticos inconvenientes e innecesarios con condiciones de regalo a los países del continente. Si unimos eso a un estancamiento con tendencia a la baja de los precios del petróleo, las crecientes y desbocadas necesidades del país en términos de divisas para tratar de subsanar los desaciertos del gobierno de turno, además de las acciones con fines "independentistas" y de financiamiento con ventas a China y la India, que conllevan una reducción real del rendimiento de la comercialización en razón de los precios y el flete involucrados por la distancia, debemos concluir que el futuro de nuestra actividad petrolera y de nuestra posición como "potencia" se hace cada día más débil, más frágil y más difícil de recuperar.

Con una política petrolera como la que se ha llevado a cabo durante los últimos quince años, que ha reducido significativamente la producción de crudo y productos con la consecuente reducción de los ingresos en divisas; con una política desenfrenada de ataque al sector privado y falta de capacidad de inversión por parte del Estado con la consecuente inseguridad para los inversionistas que ha resultado en una incapacidad para producir; con una situación deficitaria creciente en términos de balanza de pagos;  con una población creciente; con una infraestructura nacional deteriorada y desatendida en su obligatorio mantenimiento y desarrollo; con el mayor, creciente, ineficiente e improductivo sector público compuesto por las organizaciones y empresas del Estado; todo agregado a una situación de inseguridad personal y económica; agregados a los altos niveles de desempleo y de empleo improductivo e inflación, nuestro camino a futuro está definitivamente marcado de negatividad.

Debemos pensar seriamente si podemos seguir creyendo que el petróleo pueda financiar y sustentar el crecimiento del país en la medida en que hasta ahora pensábamos que podía hacerlo para seguir "surfeando". Son obligatorios el examen de conciencia y el propósito de enmienda.

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El petróleo y el mercado interno

Todos estamos de acuerdo en que el precio de los combustibles en el mercado interno es ridículo e insostenible, producto de un descabellado enfoque político sin pies ni cabezas que últimamente se ha dado en llamar socialismo del siglo XXI. También estamos de acuerdo en que por necesidad se tiene que aumentar, pero, en justicia, el aumento tiene que venir acompañado de otras medidas que también son indispensables y necesarias para que haya justicia para con nuestros ciudadanos y que no se trate simplemente de un mecanismo para seguir engordando el despilfarro de Pdvsa y de su capacidad para alimentar un perverso juego político que redunda en perjuicio de todos los que aquí vivimos y que en realidad beneficia a quienes menos derecho tienen a disponer de nuestros recursos.

Debemos empezar por la ayuda infinita que le damos sin razón justificable a países que se benefician a expensas nuestras y que deben ser los primeros afectados a la hora de un aumento de la gasolina para nosotros: no se puede seguir regalándole los recursos petroleros sin cobrarles y aceptando que no nos paguen. No se puede seguir desatendiendo las instalaciones de refinación en el país que requieren mantenimiento y ampliación, para luego tener que reemplazarla con importación incrementando los costos. No se puede seguir permitiendo que los vecinos limítrofes sigan derivando los beneficios del diferencial de precios. No se puede seguir dejando que el consumo de combustible siga creciendo y que tampoco haya medidas que conduzcan a mejorar la vialidad. No se puede castigar a los dueños de vehículos por la acción envidiosa del gobierno central de no permitir, por razones políticas, que se reduzca la circulación de vehículos para contribuir a reducir el consumo y a mejorar el endemoniado tráfico que resulta del abandono de su planificación. No se puede aceptar que lo medios de transporte público y privado vayan a la saga de las necesidades por una incapacidad del estado de planificar e incrementar los sistemas de transporte. No se puede aceptar que después de 15 años de mantenimiento de la realidad de los precios se aspire a que sea suficiente razonar que los precios le causan pérdida a Pdvsa y que por ello se piense que haya razón para aumentarlos. ¿Cómo se ha podido mantener y de qué forma justificar esa barbaridad durante tanto tiempo? No se puede justificar cargarle al consumidor única y unilateralmente las consecuencias de una acción de este tipo y las consecuencias resultantes de tal acción sobre el costo de la vida que ya se encuentra afectado por una inflación galopante, indefendible e injustificable. No se puede seguir buscando razonamientos que busquen soluciones a los efectos cuando no se atiende a la eliminación o reducción de sus causas. No se puede darle más dinero al Estado a través de Pdvsa o de cualquier otro mecanismo para que lo siga despilfarrando como ha dilapidado la inmensa fortuna generada en estos 15 años de súper bonanza petrolera irrepetible. No puede ser que después de 15 años el gobierno de turno se dé cuenta de que hay una inconsistencia inconveniente en sus acciones, entre las cuales se encuentra el precio de la gasolina y que solo se ocupe, aparentemente, de atender a la injusticia del precio de la gasolina usando el razonamiento de que Pdvsa pierde dinero. ¿Es que la quiebra de Pdvsa se debe al precio de la gasolina?

Solo se puede justificar un aumento de la gasolina si viene acompañado de una reforma total de la acción económica y política del Estado.      

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El petróleo siglo XX: su epitafio

El petróleo en el siglo XX permitió que un país rural, atrasado y analfabeta se despertara a la modernidad, no por arte de magia sino por el esfuerzo de muchos. Teníamos una situación geográfica privilegiada y unas reservas naturales capaces de producir inmensas cantidades de energía producto de los yacimientos de petróleo y del potencial de generación de energía eléctrica. Eso lo entendieron muchos en los inicios, con las fallas propias de quienes se iniciaban en las lides, logrando que en un muy breve plazo Venezuela apareciera en el firmamento del petróleo y que los recursos provenientes de su explotación iniciaran un período de progreso.

La industria petrolera privada en Venezuela rápidamente convirtió a nuestro país en el primer exportador de petróleo en el mundo. La realidad de la bonanza petrolera permitió que un país atrasado iniciara la confrontación con el desarrollo y aparecieran las oportunidades para la gente a través de la formación personal con la masificación de la educación. Sin embargo, en paralelo con el crecimiento de la democracia y de conformidad con las tesis políticas del momento, auspiciadas por quienes no habían conocido maneras de actuar distintas a las que pudieran estar en boga en los países subdesarrollados, permearon en los políticos apasionados las ideas de "izquierda" unida a las realidades de nuestro subdesarrollo económico, político e intelectual.

El progreso de nuestra industria petrolera desde las iniciativas de principios del siglo XX, acompañado del crecimiento gigantesco de nuestra potencia como productor de petróleo comenzó a deslumbrar  a nuestros gobernantes quienes vieron el "desiderátum" en la propiedad de la operación misma del petróleo, sin que verdaderamente evaluaran los riesgos que debieron haber presentido, al identificarse cómo y decir ser medidores e intermediarios de los deseos y las aspiraciones de la gente, sin verdaderamente haber tomado en cuenta las circunstancias propias de nuestra realidad política y social y de nuestra inmadurez como país.

Con todo y el "respeto" que se le tuvo a la Pdvsa siglo XX que permitió que escalara a los más altos niveles de éxito en cuanto a su comparación con lo más granado del mundo petrolero, las circunstancias, las aspiraciones personales y políticas y la falta de un plan ordenado de su desarrollo, añadidas a la permisividad en cuanto a las aspiraciones de los distintos grupos políticos y sus tendencias de "izquierda" y con los enfoques "populistas" esgrimidos para lograr los votos, sin que se hubiera llevado a cabo la cruzada educativa necesaria para convencer a la gente en cuanto a la inconveniencia para ellos de que asumiéramos los riesgos relativos a la estatización, permitieron que calladamente se fueran creando las bases filosóficas para un manejo cada vez más peligroso de nuestra principal riqueza.

El siglo XX marcó el nacimiento, el desarrollo y la declinación de nuestra industria petrolera. Una serie de acciones sin continuidad en el tiempo que solo respondieron, por necesidad, a los errores de nuestros gobernantes, abrieron el compás, gracias a una desenfrenada orgía de altos precios, para que desembocáramos en el epitafio de un siglo de éxitos a pesar de los errores. Las nuevas realidades geopolíticas del petróleo y nuestras acciones durante los últimos quince años marcan nuestro potencial epitafio: Aquí yace el proyecto de un país que pudo ser.

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Petróleo y escasez

Venezuela, como cualquier país que viva la condición de país subdesarrollado o, más elegantemente, "país en vía de desarrollo" (en nuestro caso convertida en una situación permanente) ha sido incapaz de lograr un creciente y continuado nivel de desarrollo. Esa situación se acentuó desde el mismo momento en que se estatizó la actividad petrolera con la creación de Pdvsa Siglo XX: desde entonces cesó el progreso real en nuestro país y más recientemente, con el advenimiento del llamado "socialismo del siglo XXI", la situación ha tomado, ciertamente, el rumbo de lo que se ha dado en llamar el "expaís". Podríamos decir que hemos sufrido en forma continuada una situación de escasez que se manifiesta de varias maneras.

En el tiempo que podamos recordar, el Gobierno ha tenido una continuada escasez de fondos para atender debidamente a las necesidades de la gente, producto de su incapacidad para generar y aplicar eficazmente suficientes fondos para las necesidades. El producto de la actividad petrolera nunca fue suficiente y desde que lo ha sido se ha utilizado para fines distintos a la atención del desarrollo humano de la gente, permitiendo que ellas se profundicen y creando un déficit incalculable en todo lo relativo a las obligaciones del Estado, tanto para con el personal del Gobierno como en lo relativo a la infraestructura del país y la viabilidad del aparato productivo del Estado y sus empresas. Los ingresos provenientes de otras fuentes han mermado el aparato productivo del sector privado como consecuencia de las acciones del Estado.

La capacidad de la actividad petrolera para generar los fondos requeridos para mantener el país ha sido insuficiente por el uso que se le ha dado a los fondos ahora orientados a mantener una alternativa política a expensas de nuestro desarrollo. Como consecuencia, hoy en día la producción total de petróleo del país, incluyendo la producción de las empresas mixtas, es menor que la producción propia de Pdvsa Siglo XX.

Debemos agregar a ello la absoluta incapacidad e ineficiencia en el mantenimiento, manejo y ampliación necesarias de las instalaciones petroleras para atender a las requerimientos crecientes del país; la creciente reducción de la capacidad de producción del aparato productivo del país, por diversas causas, pero principalmente por la acción incremental creciente de un Estado con una orientación política trasnochada; la necesidad de importar todo lo que antes importábamos y producíamos y ahora no, más lo que antes no producíamos y ahora tampoco. Si además agregamos la carga insoportable en que se han convertido la empresas del Estado, viejas y nuevas, la convergencia de la reducción de los ingresos de divisas por el único producto que hoy en día las genera por la combinación del estancamiento de la producción y los precios , desembocamos en un cuadro de escasez: no hay incremento en la producción petrolera, hay reducción en el volumen y la rentabilidad de la comercialización de crudos y productos, tenemos que importar grandes volúmenes de productos derivados del petróleo, hay una creciente reducción en la producción nacional pública y privada, hay una inmensa necesidad de importar de todo (insumos, materia prima, productos). Agreguemos el endeudamiento. Total: escasez generalizada.

Concluimos que en nuestro país habrá escasez creciente mientras las acciones del Estado se sigan tomando con escasez de criterio.   

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Pdvsa y sus prerrogativas

Pdvsa siglo XX heredó de las empresas petroleras extranjeras normas, procedimientos y prácticas  propias de empresas privadas exitosas dentro de las limitaciones que les imponían las normativas  del Estado en cuanto a su desarrollo. Entre ellas se encontraban las prerrogativas que tenían los empleados a su correspondiente nivel. Al estatizar la actividad y con la creación de Pdvsa y las distintas filiales, comenzó el proceso de reformarlas y reducirlas a través de un enfoque "sui generis". Recordemos que antes de la estatización, cada empresa manejaba sus asuntos internos de acuerdo con la experiencia vivida resultante en la normativa existente para un momento dado.

Esas empresas tenían y mantenían los beneficios de sus trabajadores, mejorándolos para mantener su competitividad, ofreciéndoles beneficios que les permitían incorporar y retener al personal necesario y capacitado para cumplir sus metas. El Estado regulaba la actividad a través de la legislación y las normas correspondientes, y las empresas tomaban las acciones necesarias para ajustarse a ellas y cumplir las metas dentro de las limitaciones fijadas por el gobierno de turno. Las normas aplicables eran potestad de cada empresa según sus políticas y las circunstancias del momento. Al estatizar la actividad, cada empresa pasó bajo la égida de Pdvsa e inmediatamente se procedió a reducir su número para lograr una mayor eficiencia y tener operadoras de un nivel similar que se determinó en tres: Lagoven, Maraven y Corpoven. Más adelante, bajo la premisa de optimización se eliminó a las filiales, Pdvsa se convirtió en operadora y, finalmente, se la unió al ministerio y se convirtió al "dúo" en un instrumento totalmente político.

Durante ese proceso se llevó a cabo el ajuste gradual, pero cada día mayor de las condiciones y prerrogativas de los trabajadores debido al efecto espejo ante las condiciones de las otras empresas e instituciones del gobierno, sin que en ello tuviera la debida jerarquía la realidad de la contribución proporcional de cada sector al mantenimiento del país. Por otra parte, "flotaba" permanentemente la pregunta de si era o podía ser una válida aspiración por parte de Pdvsa siglo XX, mantener esas condiciones heredadas de la empresa privada, sobre todo tomando en cuenta que las filiales nunca se manejaron con criterios totalmente ligados a y resultantes de una verdadera competencia por los recursos disponibles, sino que en cierta forma se asignaban los recursos con criterios paternalistas y con un enfoque de reclamo generalizado sobre los usos, más que al reclamo expreso por las prácticas: lo que internamente se llamó el "bautizo con manguera". Más adelante y como era de esperarse, comenzó la aplicación de prácticas y condiciones de Pdvsa siglo XX a otros segmentos del Estado allegados a la actividad petrolera; el uso, sin que ello redundara en un éxito continuado para el receptor, de personal petrolero para desempeñar funciones fuera de la industria y la incorporación de personas que no eran de la industria en funciones dentro de ella, sin que privara una necesidad más allá de la representación del gobierno de turno. Eran circunstancias propias de la transición hacia la típica empresa del Estado venezolano.

Con el correr del tiempo Pdvsa siglo XXI se ha convertido en la más distinguida representación del Socialismo del siglo XXI: es un instrumento político multipropósito.               

Octubre de 2913.

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Petróleo y contrabando

Nuestro Estado todopoderoso nunca ha entendido que el precio de los productos en el mercado interno es la válvula que regula el contrabando, que en el caso de los hidrocarburos siempre se ha llamado disimuladamente "de extracción". Cuando un litro de gasolina o de gasoil se regala en el país por un precio irrisorio, la tentación de explotar la inmensa diferencia se manifiesta y causa problemas que se intenta atajar con la fórmula infantil de control en las fronteras a través de ardides inaplicables y tentaciones insuperables. Hemos llegado al punto en que las monedas de nuestro signo monetario solo sirven para pagar la gasolina: la propina por limpiar el parabrisas es dos o tres veces mayor que el pago por llenar el tanque.

La misma ficción se manifiesta cada día más en los diferenciales de precio entre los productos regulados no petroleros y sus contrapartes en los países vecinos, resultado de intentar aplicar una fórmula insostenible de subsidios y controles (¿?) de precios, para supuestamente aliviar la situación de minusvalía de las clases más desamparadas, sufridores de las acciones de gobiernos que han preferido esquemas llamados de "izquierda" que nos han llevado a un empobrecimiento gradual y constante de la gente. Hay que exceptuar a los muy ricos y a los que trabajan con el Gobierno, a quienes la "bonanza" propia de mecanismos "no santos" les ha permitido un inmenso enriquecimiento.

Bajo la creencia de que la bonanza petrolera podría permitirnos jugar con las realidades a través del mecanismo de subsidios y de compras en el exterior a precios de un dólar que no guarda una relación apropiada con la realidad, en el transcurso del tiempo hemos vivido y sufrido en grado creciente la infantilidad de esa tesis. Pero en los últimos años es que nos hemos dado cuenta, incluyendo a los que están en el Gobierno sin saber qué hacer, que la vía que transitamos solo lleva a un túnel sin salida en el que, sin ninguna iluminación, damos tumbo tras tumbo, caemos sin poder levantarnos y damos patadas de ahogados con la certeza de que sabemos dónde estamos y hacia dónde vamos pero no encontramos una salida. Hoy en día con la estabilización y la tendencia hacia la baja de los precios del petróleo, unida a la reducción de la producción de crudos y refinados y la importación de estos últimos a precios reales, el déficit en la relación producción nacional/importaciones y la reducción de los ingresos en divisas versus los requerimientos políticos y del consumidor, nos han llevado a una situación traumática hasta el punto de que en algunos casos se le asigna a la Guardia Nacional la custodia de los sitios en los que aparecen los productos que escasean para evitar contratiempos. 

Quizás hay que pensar que nuestra realidad como país es que, a través del tiempo, los dirigentes quienes en su turno han conducido el país, se han valido en forma creciente de la ignorancia del pueblo al que no le han dado la oportunidad de desarrollarse para lograr mayor cultura, para con promesas (incumplidas) atraerlo para votar a favor de la propuesta de turno. Esto, agregado a la nueva "política" de convertir a las instituciones del Estado en instrumentos de publicidad del Gobierno para buscar los votos a través del subsidio directo de las necesidades, apoyándose en la esperanza, nos han victimizado con un contrabando político en perjuicio de la gente a todos los niveles.

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