La actividad política en nuestro país siempre ha tenido un alto grado de un populismo usado para defender posiciones indefendibles a la larga y para tomar acciones bajo la figura de una aparente conveniencia para el país y sus habitantes bajo la premisa de lograr mayor "independencia" y "soberanía". Así, los dirigentes políticos han promovido su derecho a enrumben al país por senderos que, en la práctica, han resultado en pérdida de "soberanía" e "independencia", apoyados todos en la fábula de la necesidad de tener la propiedad y el control total, entre otras de la actividad petrolera. Veamos.
En la historia reciente, el Estado y el país han dependido del petróleo para generar los fondos necesarios para el mantenimiento del aparato estatal y el desarrollo del país. Con los altibajos conocidos, el país logró que el sector privado saliera fortalecido. Sin embargo, usando la máscara de la seguridad del país se han creado, mantenido y expropiado una serie de empresas que están en situación permanentemente declinante, algunas de las cuales, aunque en sus inicios pudieron tener éxito, en la práctica y por la dicotomía del uso de los recursos y la incapacidad gerencial subyacente, se fueron convirtiendo en partes de un barril sin fondo al que se le ha inyectado una inmensa cantidad de recursos y que desde hace tiempo solo genera pérdida. En una etapa se inició un proceso de privatización de actividades que beneficiaron al país en cuanto a infraestructuras y servicios, pero el incrementado uso del razonamiento de "independencia" y "soberanía" agregado al supuesto de defender las aspiraciones y derechos económicos de la gente y la actuación en concordancia con esas supuestas aspiraciones, buscando en realidad un beneficio político y de obtención de poder, nunca se han logrado las añoradas "soberanía" e "independencia" cónsonas con un verdadero desarrollo económico y humano.
En esta etapa, con una acción política montada sobre los errores del pasado e intentando venderle a la gente el objetivo de mejores condiciones de vida sin tener la capacidad para lograrlo, el remolino de eventos desarrollados bajo la promoción de un esquema político y económico insostenible, ha desembocado en una situación que consolida un proceso de deterioro permanente y creciente de las realidades de la gente, principalmente de las más necesitadas. Con la excusa y el alegato de actitudes reñidas con el mejor interés de la gente por parte de los sectores ajenos al gobierno, se han aplicado criterios y fórmulas punitivas que no han tenido ni cambio positivo ni progreso en cuanto a nuestras realidades sociales y económicas. Todo lo contrario, las realidades, tanto para el gobierno como para la gente y para el país, han tomado un curso de río crecido y desbordado que, en razón de sus orígenes y en forma indefendible arrasa en forma también creciente con todos los derechos y aspiraciones de un país que debería ser taza de plata en el concierto internacional.
El análisis de nuestras realidad hace necesario un "mea culpa" y un cambio verdadero con enfoque práctico por parte de quienes nos han dirigido o aspiran a hacerlo políticamente, al darnos cuenta de la realidad que vivimos con una visita a automercados, farmacias, escuelas públicas u hospital público, unidas a la necesaria política del "ghetto" por razones de seguridad personal y constatando la realidad de nuestra cuenta bancaria.
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