El Estado tiene la principal y mayor cuota de responsabilidad en el logro del desarrollo de la sociedad y, en ejercicio de ese insustituible papel, debe convocar a todos los miembros de la sociedad a incorporarse al Desarrollo Humano. No se trata de leyes o reglamentos obligantes ni de cargarle a los demás miembros de la sociedad las responsabilidades que no le corresponden, ni de sustituir a unos por otros o tomar para el Estado las responsabilidades que no son suyas; se trata de una verdadera incorporación de todos los factores de la vida nacional a un plan entendido y aceptado como común, en el cual se establezcan responsabilidades y se asignen cuotas de responsabilidad, de obligación y de participación, de modo que todos, sin resguardos, contribuyamos al desarrollo sin el cual no hay país a futuro.
Y los miembros de la sociedad distintos al Estado, tenemos que desvestirnos de muchos de nuestros intereses y licencias tradicionales y entender que el Desarrollo Humano, para una sociedad tan deteriorada como la nuestra, requiere una cuota-parte de sacrificio y de compromiso más allá de nuestra responsabilidad normal y que no basta con apoyar a los demás en sus encomiables esfuerzos o decir que no es nuestra la responsabilidad, sino de otro. Es indispensable incorporarnos como verdaderos y efectivos miembros de la sociedad a la cual pertenecemos y participar en la determinación de las necesidades y prioridades de la gente y en la exigencia a los otros miembros de la sociedad del cumplimiento de sus obligaciones, aunque choque en algún momento con ulteriores intereses.
Para que la convocatoria, el esfuerzo y la participación resulten efectivos, es indispensable que invoquemos como fuerza rectora de nuestro compromiso, un enfoque de corresponsabilidad sin el cual no llegaríamos a buen puerto. Se requiere el convencimiento de que el problema nos afecta a todos en última instancia y de que las circunstancias del país reclaman y exigen nuestra incorporación a una tarea común en la cual priven la buena fe, la disposición y el compromiso a participar personal y pecuniariamente; que expongamos puntos de vista sin que se los descarte por circunstancias ideológicas, que las necesidades se determinen de manera que puedan ser utilizadas por todos para el cumplimiento de nuestras respectivas tareas determinadas por y para la gente. Por supuesto que un programa de esta magnitud requiere una coordinación que corresponde al Estado, pero que puede ser dirigida por personas u organizaciones que, no formando parte del Estado, sean idóneas para llevar a cabo las diferentes tareas que formen parte o sean componentes del programa macro, desarrollando su aplicación, al igual que su origen, de manera descentralizada para que puedan responder a las necesidades reales de la gente determinadas por y para con ellos. Recordemos aquí el éxito del programa de orquestas juveniles y Fe y Alegría que, al igual que muchos otros, cumplen una labor y logran un objetivo en beneficio del desarrollo del país, sin que sean parte del Estado.
El Estado no ha podido ni podrá hacerlo todo. La sociedad tiene que asegurarse de que se haga por lo menos lo que la gente considere prioritario y para ello, es lógico y necesario, que quienes puedan, hagan lo que sea preciso para lograr el desarrollo que todos queremos, el Desarrollo Humano.
Y los miembros de la sociedad distintos al Estado, tenemos que desvestirnos de muchos de nuestros intereses y licencias tradicionales y entender que el Desarrollo Humano, para una sociedad tan deteriorada como la nuestra, requiere una cuota-parte de sacrificio y de compromiso más allá de nuestra responsabilidad normal y que no basta con apoyar a los demás en sus encomiables esfuerzos o decir que no es nuestra la responsabilidad, sino de otro. Es indispensable incorporarnos como verdaderos y efectivos miembros de la sociedad a la cual pertenecemos y participar en la determinación de las necesidades y prioridades de la gente y en la exigencia a los otros miembros de la sociedad del cumplimiento de sus obligaciones, aunque choque en algún momento con ulteriores intereses.
Para que la convocatoria, el esfuerzo y la participación resulten efectivos, es indispensable que invoquemos como fuerza rectora de nuestro compromiso, un enfoque de corresponsabilidad sin el cual no llegaríamos a buen puerto. Se requiere el convencimiento de que el problema nos afecta a todos en última instancia y de que las circunstancias del país reclaman y exigen nuestra incorporación a una tarea común en la cual priven la buena fe, la disposición y el compromiso a participar personal y pecuniariamente; que expongamos puntos de vista sin que se los descarte por circunstancias ideológicas, que las necesidades se determinen de manera que puedan ser utilizadas por todos para el cumplimiento de nuestras respectivas tareas determinadas por y para la gente. Por supuesto que un programa de esta magnitud requiere una coordinación que corresponde al Estado, pero que puede ser dirigida por personas u organizaciones que, no formando parte del Estado, sean idóneas para llevar a cabo las diferentes tareas que formen parte o sean componentes del programa macro, desarrollando su aplicación, al igual que su origen, de manera descentralizada para que puedan responder a las necesidades reales de la gente determinadas por y para con ellos. Recordemos aquí el éxito del programa de orquestas juveniles y Fe y Alegría que, al igual que muchos otros, cumplen una labor y logran un objetivo en beneficio del desarrollo del país, sin que sean parte del Estado.
El Estado no ha podido ni podrá hacerlo todo. La sociedad tiene que asegurarse de que se haga por lo menos lo que la gente considere prioritario y para ello, es lógico y necesario, que quienes puedan, hagan lo que sea preciso para lograr el desarrollo que todos queremos, el Desarrollo Humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario