domingo, 3 de agosto de 2014

El dogma del petróleo

Los dogmas son ideas o creencias que resultan de argumentaciones, se asientan como principios que en general no admiten réplica y se los respalda con una supuesta y eventual utilidad práctica. De tanto repetirlos causan adoctrinamiento y eventualmente se aceptan sin que haya de por medio una demostración como punto de partida. En nuestro caso, hemos vivido las consecuencias como pobladores de un país del dogma del petróleo: controlarlo hasta en su propiedad, vendiéndolo como la fórmula mágica para lograr nuestro desarrollo. Ese dogma del petróleo, usado principalmente como instrumento político, en distintos tiempos y con distintos cantos para fortalecerlo en función política, se fue fortaleciendo a través del tiempo. Empezó con la venta del lema de que las multinacionales petroleras eran las explotadoras de la riqueza en el sentido peyorativo y representaban intereses extranjeros reñidos con los del país. Así, el dogma se convirtió en la base para ir construyendo una plataforma ideológica que, pretendidamente, le daría a la gente mayores y mejores beneficios.

Si analizamos las realidades vemos que mientras la actividad petrolera estuvo en manos de las empresas extranjeras con la necesaria supervisión del Estado, las cosas iban bien. El país progresaba y sus habitantes disfrutaban de las circunstancias del progreso en cuanto a la calidad de su vida. Una vez iniciada la acción para la campaña dogmática hacia la estatización del petróleo, comenzaron los sufrimientos del tobogán interminable de las circunstancias del país.

El dogma, hizo declinar la actividad de la industria. Una de las principales empresas que en el año 1961 tenía más de 16.000 trabajadores llegó a menos de 6.000 para el momento de la estatización. Cesaron la exploración y la incorporación de áreas nuevas de producción y la inversión se vio reducida a lo que era negocio con un futuro de corto plazo. El mantenimiento de las instalaciones y equipos se redujo a lo cónsono con las circunstancias y la producción se trazó la meta de máxima extracción con el mínimo costo. Se trazaron estrategias lógicas a la luz de las circunstancia para minimizar los activos fijos: todas sanas prácticas de empresas comerciales, consecuencia de las acciones de un Estado que, bajo el dogma petrolero escondía muchas realidades como la de no haber podido crear una empresa petrolera estatal exitosa, ni de generar una actividad petrolera incrementada en el momento en que era más viable y se necesitaba para que el país creciera y cuando mayor capacidad y necesidad tenían las empresas de aumentar su producción. Se tomó una orientación política a costa de los intereses del país y su gente, cuando todavía teníamos gobiernos con un aparente interés por la gente y el país, pero corto de vista. Una vez logrado el objetivo final de la estatización, se inició la rimbombante aspiración de convertir al liderazgo político en factor improbable de influencia internacional, desatendiendo los verdaderos intereses de la gente, quien empezó a sufrir las consecuencias de las desacertadas medidas políticas, económicas y sociales. Aún con una Pdvsa siglo XX con rango internacional de primer mundo confrontamos la realidad de sus propias limitaciones. Más adelante con la circunstancia de los altos precios del petróleo el dogma permitió la conversión del petróleo en mecanismo e instrumento de política y no de desarrollo.

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