Toda acción conducente a realizar una actividad conlleva determinar ¿qué hay que hacer, cómo hay que hacerlo, con qué se va a hacer y con quién se va a hacer? La conjunción acertada de estos ingredientes o elementos es la que conduce al éxito. Venezuela es un buen ejemplo de casos en los que, unos y otros, han barajado múltiples ejemplos de iniciativas con resultados diversos pero, más frecuente y lamentablemente, con poco o ningún éxito continuado.
¿Qué? Todos sabemos qué es lo que hay que hacer y esa es la oferta y propuesta permanente para con el conglomerado nacional desde todos los ángulos y sectores de las diversas actividades en el país.
El calvario comienza con el ¿Cómo? La verdad es que el cómo depende de los conocimientos y la experiencia de quienes piensan ejecutar el proyecto y de la manera en que se planifique y ejecute, con permanencia en el tiempo, hasta el cabal término de la fase de construcción u organización y luego el inicio de su operación una vez iniciada la actividad. En el caso del Estado y en razón de la falta de continuidad en la gestión, por razones distintas a los conceptos de meritocracia, es frecuente ver personas sin el conocimiento y la experiencia necesarias para las actividades que dirigen.
¿Con qué se va a hacer? Para toda actividad proyectada a futuro se requiere estimar y hacer realidad los fondos que se van a requerir para su desarrollo y una previsión de fondos para los inicios y para las etapas de fluctuaciones propias de la actividad en función de la capacidad de financiamiento. En el caso del Estado, es común ver que los fondos no alcancen y luego no aparezcan por el cobro de tarifas que no permitan la solvencia de la actividad o por la incapacidad de pago de clientes pertenecientes al estado.
¿Con quién se va a hacer? ¡Ahí está el detalle! Para asegurar el éxito de cualquier gestión, se requiere, entre otros: conocimientos, experiencia, reconocimiento, remuneración competitiva, condiciones de empleo apropiadas, respeto y consideración hacia la persona, irrespectivamente de sus circunstancias, entendiéndose que es obligatoria e indispensable la dedicación exclusiva al cumplimiento de sus obligaciones de trabajo y su responsabilidad. En nuestro país hemos ido pasando, en grados de menor a mayor al clientelismo y la afinidad política, con la resultante incorporación de los menos calificados a los cargos más importantes y más técnicos. Se sigue pensando en función política y en el uso de los afines en preferencia a los más capaces. Los resultados están a la vista.
Siempre habrá una limitación natural a la incorporación de los más calificados a las funciones de gobierno, pero a pesar de ella, el esfuerzo que requiere el país conjuga incorporar a aquellos individuos calificados que puedan sumarse a las distintas actividades, reduciendo la dimensión del estado a aquello que solo el Estado pueda y esté obligado a proveer, usando la iniciativa privada para muchas acciones conjuntas con o en vez del estado, como es el caso de Fe y Alegría. Entendamos que los ingresos disponibles serán escasos en relación a las necesidades y se hace indispensable una selectividad verdadera en el manejo de actividades por el Estado, balanceando en forma incluyente a todos los sectores y segmentos del país para multiplicar las posibilidades de progreso en beneficio de todos.
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